miércoles, octubre 28, 2009

Verdad, justicia y reparación

Durante el primer gobierno de Uribe se consiguió desmovilizar a las AUC, terrible organización criminal que ensangrentó buena parte del país y que desgraciadamente contó con el respaldo de mucha gente a causa de la indefensión en que la dejó el avance de las guerrillas comunistas, que se traducía en toda clase de atrocidades y sufrimientos para la gente de esas regiones.

En ese avance fue determinante la complicidad de diversos grupos que habían monopolizado el poder estatal en las décadas precedentes. Lo curioso es que la existencia de la banda de los Castaño y Mancuso era una necesidad imperiosa para esos grupos, pues les servía para justificar la actividad de sus fuerzas de choque. Se trataba de dar alguna legitimidad a las guerrillas en el exterior. A toda costa intentaron impedir esa desmovilización, y el último recurso que encontraron fue intentar disuadir a los "paramilitares" de desistir de sus crímenes exigiendo que las víctimas tuvieran verdad, justicia y reparación.

Sin el menor rubor esas mismas personas insistían en que respecto de la guerrilla era necesaria una negociación que condujera a una redefinición del país. Ésa era la doctrina de la gran prensa y de toda la clase intelectual durante las décadas en que las fuerzas de choque de la izquierda avanzaban. A medida que el gobierno de Uribe ha conseguido debilitar el poder de esas organizaciones criminales, la exigencia de negociación y reconocimiento sólo es bandera de los más extremistas.

Bueno, también de poderes fácticos que son, como bien señaló en una ocasión el presidente Uribe, el último refugio del terrorismo: la Corte Suprema de Justicia y diversas redes infiltradas en entidades como la Fiscalía, la Procuraduría y otras entidades públicas.

El retroceso de las guerrillas en los últimos años ha forzado a esas mafias a poner la cara para tratar de destruir al gobierno que debilita a la fuerza de choque. Dado que ya no es posible lanzar cilindros contra pueblos, el último recurso es explotar al máximo el cautiverio de quienes siguen en manos de los terroristas, cosa en la que se empeñó la alcaldía del señor Garzón, gastando cantidades ingentes de dinero de los bogotanos en esas campañas, y últimamente el diario El Tiempo, explotando la imagen de los policías y militares secuestrados. Sí, el mismo en el que una noticia como ésta sencillamente no ha aparecido.

El objetivo de esas campañas es devolver a las FARC su capacidad de asesinar y secuestrar. Lo demuestra la conjura liderada por la senadora Piedad Córdoba que busca establecer un diálogo entre las FARC y sus valedores urbanos para forzar al gobierno a intercambiar secuestrados por terroristas, y que fue bautizada por las FARC como "Colombianos por la Paz".

Pero en Colombia hay una "verdad" oficial que es lo único que se puede publicar en la prensa y que admiten los individuos que aspiran a puestos de poder: ¿cuántas veces no se encuentra uno con personas que se escandalizan de oír que el llamado Polo Democrático es sencillamente lo mismo que las FARC pero con una misión diferente, como la oficina de una industria cárnica es distinta a la planta de producción y sus empleados no se manchan de sangre? Quien señale algo tan evidente como eso es objeto de burlas y desprecio.

Pero ya se sabe que los hechos son tozudos: muchos guerrilleros presos han decidido unirse a la campaña de la ONG Manos por la Paz a fin de desistir de sus antiguas actividades y entrar en un proceso de reinserción en la sociedad. Algunos de esos guerrilleros han empezado a hablar de lo que ocurre en las guerrillas y de las diversas complicidades que esas bandas tienen en toda la sociedad.

Eso explica la desesperación de los promotores del terrorismo a causa de la excarcelación de los ex guerrilleros Karina y Olivo Saldaña: ¡a las guerrillas había que premiarlas y darles los puestos públicos, pero eso a los jefes, a ellos y sus amigos, no faltaría más sino dejar libres a los peones! Es difícil describir un cinismo mayor. Pero ésa fue la reacción de Claudia López y de León Valencia.

Este escrito es ante todo un llamado a escuchar las declaraciones de Olivo Saldaña, en las que un guerrillero cuenta lo que conoce: exactamente lo que hemos estado diciendo desde hace años, que la llamada izquierda democrática trabaja de consuno con las FARC, que el PDA saca provecho de las actividades de los terroristas, que los Colombianos por la Paz, como señalé antes, sólo buscan devolver combatientes a las FARC. Cosas que sabe cualquier persona que conozca a los comunistas pero que para el resto de colombianos, adormecidos por las mentiras de los medios, parecen quedar ocultas.

Dice Olivo Saldaña que hay cientos de guerrilleros que podrían decir muchas cosas sobre la forma en que operan las FARC: ¿no es hora de que los ciudadanos colombianos las conozcan? Es obvio que todos los que han prosperado en la complicidad con los criminales tengan miedo de que se sepa cómo operan y de qué modo hay tantos cómplices dedicados a tapar esas relaciones, pero ¿qué les pasa a los demás?

Es demasiado optimista pensar que los millones de víctimas de las guerrillas comunistas van a encontrar reparación. Tampoco que vaya a haber justicia, pues el poder judicial en Colombia está en manos de los socios del terrorismo (el que lo dude puede enterarse de lo que ha ocurrido con las investigaciones de las "farc-política" o sobre la tranquila impunidad de alguien como Gloria Cuartas). Pero ¿no debería al menos el gobierno procurar que esas verdades que tantos guerrilleros quieren contar sean conocidas por todos?

Ojalá hubiera energía en los ciudadanos para exigir eso al gobierno. Puede que la caterva de malhechores que dirigen la Corte Suprema de Justicia queden impunes y sigan promoviendo y premiando toda clase de crímenes, pero sería distinto que la gente conociera el interior de la vasta conjura asesina.
(Publicado en el blog Atrabilioso el 25 de marzo de 2009.)

sábado, octubre 24, 2009

¿Se impondrá la mafia unida?

Las mafias de traficantes de drogas ilegales y el comunismo prosperaron en Colombia entreverados y compartieron vivero: las facultades de Derecho. Los profesores marxistas deslegitimaban las instituciones y eso servía para alentar las ambiciones de los educandos, que perdían todo freno moral a su ascenso. La hegemonía del sindicato comunista Asonal Judicial entre los jueces y fiscales ocurría exactamente en la misma época en que la única inquietud de los grandes capos mafiosos era la extradición, la cual fue prohibida por la Constitución de 1991, impuesta en gran medida por el M-19, movimiento al que antes Pablo Escobar había financiado para que diera el golpe en que fueron asesinados los verdaderos juristas para ser reemplazados por quienes convenía.

Los miembros de las altas instancias judiciales forman parte de cofradías o logias en las que participan políticos como Alfonso Gómez Méndez, socio de la Unión Patriótica en el Tolima y defensor habitual de los intereses de personajes de la llamada izquierda democrática, o Ramiro Bejarano, vitriólico enemigo del gobierno y defensor de Piedad Córdoba y del despeje de territorios a favor de las FARC. Ambos personajes forman parte de la red de Ernesto Samper, de infausta memoria.

Durante el gobierno de Samper el rechazo de la mayoría de la sociedad a las corruptelas y a la financiación de su campaña electoral llevó al siniestro personaje a buscar el respaldo de los comunistas, respaldo que compensó poniendo su maquinaria de compra de votos a su servicio en la elección en Bogotá de dos alcaldes pertenecientes al Polo "Democrático". A su vez, durante ese gobierno los favores oficiales a los negocios de Julio Mario Santodomingo le permitieron multiplicar su fortuna.

Hoy en día se puede detectar sin dificultad el contubernio de los terroristas, los prevaricadores, la mafia de Samper, los intelectuales comunistas y el Grupo Santodomingo. La única forma de no verlo es aferrándose al estúpido prejuicio clasista según el cual la labia pomposa hace inmune a la corrupción y los "ideales" son ajenos al afán de enriquecerse. Ese prejuicio, relacionado con la ideología tradicional ("hidalga"), es lo que permite a esos mafiosos ayudarse impúdicamente sin que la gente los rechace con energía.

Un síntoma característico es el apoyo que reciben las actuaciones de la Corte Suprema de Justicia por parte de todos los comentaristas afines al chavismo y a Samper, sean pagados o espontáneos, célebres y anónimos. Estas actuaciones son tan obscenamente sesgadas que tras la certificación por parte de Interpol de los computadores de Raúl Reyes los magistrados todavía dudaban de su autenticidad, que la persecución de la "parapolítica" incluía toda clase de abusos (como unas diligencias previas de las que salían los sumarios pero que seguían abiertas en busca de nuevas víctimas a las cuales perseguir), que todavía se desconoce lo que harán para procesar a los políticos ligados con las FARC y que más bien lo que hacen es defender a esos políticos por mucho que su actuación sea infame.

La reciente decisión del gobierno de excarcelar a Karina ha servido para mostrar la rabia de todo ese contubernio mafioso por ese brillante lance de la esgrima mediática que puede alentar la deserción de muchos miembros de las guerrillas comunistas. El cinismo con que los mismos que promueven el premio de los crímenes terroristas y la negociación de las leyes con ellos ponen el grito en el cielo es muestra de que lamentan esas posibles deserciones. La primera voz que se alzó en defensa de la ley fue la inefable Claudia López, pero después se le añadieron otras, como las que Saúl Hernández reseña:
Dice Ernesto Samper que poner un ex guerrillero de gestor de paz es como poner un pedófilo a cuidar un jardín infantil o un ladrón de carros a cuidar un parqueadero. Piedad Córdoba añade, de su cosecha, que es como poner un vampiro a cuidar un banco de sangre.
Pero Samper va más allá: de su satírica analogía, pasa a proponer una liberación "simultánea" de guerrilleros presos y luego a pedir que se haga un estudio para saber si se están liberando "combatientes o delincuentes". Es decir, para Samper los 'combatientes' que se conviertan en gestores de paz son delincuentes irredimibles -como los pedófilos-, pero los delincuentes -porque eso son- que retornen a la guerrilla son 'combatientes', así como los secuestros son 'retenciones' y las extorsiones, 'impuestos'.
Más entusiasta, una de las decenas de propagandistas del pasquín de Santodomingo, entona el recitativo:
Actualmente es al revés. Los genocidas se convierten en gestores de paz. Los paramilitares que desean hablar viajan inmediatamente a USA donde se les condena al silencio. Los desplazados no tienen derecho a recuperar sus tierras. Es imposible abrir todas las fosas comunes, porque se impide localizarlas. Un mediocre y diminuto ex ministro de Agricultura quiere ser presidente de Macondo. Los ricos del mundo se reúnen en una isla mientras los pobres se dispersan por todo el planeta como hormiguero pisado. Para ser funcionario del Estado sólo se requiere falsificar los papeles. Los cohechos son unilaterales. Los intelectuales son vistos como sospechosos y enemigos del sistema. El Acuerdo Humanitario se convirtió en tema tabú digno de excomunión. Se considera un derecho legítimo invadir fronteras.
Tiene toda la razón Saúl Hernández llamando la atención sobre la necesidad de reclutar combatientes gracias a los secuestrados: de que salgan a matar y no a buscar deserciones. Y el problema es que al parecer mucha gente no lo quiere ver, o quiere vivir soñando que está en otro país. Y esa falta de carácter se convierte en mera complicidad con la mafia. ¿Alguien se ha dado cuenta de que hay un candidato presidencial supuestamente independiente, el señor Fajardo, que guarda sistemático silencio sobre todo eso? ¿Cómo estaría Colombia gobernada por un personaje semejante?

En contraste, el señor Jaime Jaramillo Panesso, uno de cuyos hijos fue presuntamente asesinado por Karina (ella lo niega) resume con gran claridad el sentido de esa excarcelación:
Lo que se está buscando es un efecto de demostración a los demás guerrilleritos, que la tenían como un símbolo de la mujer combatiente. Eso tiene que estimular la deserción, porque a ellos les enseñan que si llegan a caer en manos del Ejército los torturan, los matan, los meten a la cárcel. Esta es una prueba de que el Estado es generoso y la sociedad colombiana también con respecto a ese tipo de combatientes. Ojalá entiendan que no existe ninguna razón para que sigan combatiendo en el monte y disparando y matando gente, porque no tienen posibilidad alguna de triunfar.

Por efecto de demostración, el tratamiento a 'Karina' tiene esa virtud, que sirve como espejo.
Es que hay un contraste claro entre los que quieren más asesinatos y los que quieren que cesen los asesinatos. Entre la intrincada mafia que ha prosperado gracias a la miseria y el sufrimiento de los colombianos y entre quienes desean un futuro de prosperidad y armonía.


(Publicado en el blog Atrabilioso el 18 de marzo de 2009.)

lunes, octubre 19, 2009

Ahora sí condenan a la guerrilla

Cierto columnista afirma muy orondo que:

Bastaba a María Isabel Rueda leer el discurso de Carlos Gaviria ante el II Congreso del Polo para enterarse de la categórica condena a las Farc por boca de quien lo preside antes de quejarse por un inexistente silencio.
Eso contrasta notablemente con datos como los que recoge Saúl Hernández Bolívar:
Dice Petro que, en una reunión de juventudes del Polo, afirmaron "que el secuestro es un arma política y que la guerra que estamos viviendo es justa", y añade que cuando la gente que lo apoya se retiró, los demás les decían: "Gomelos, se merecen un fusilamiento".
O lo que señala Mauricio Vargas:
Cuando esa guerrilla asesinó a sangre fría a once diputados del Valle del Cauca y quiso disfrazar su crimen atroz con un enfrentamiento con el Ejército, el jefe del Polo, Carlos Gaviria, sacó un tímido comunicado en el que le daba más palo al Gobierno que a las Farc. Llovieron las críticas, pero nada cambió. Hace pocas semanas, cuando los hombres de 'Alfonso Cano' y de 'Jojoy' masacraron a un grupo de indígenas awás, el Polo condenó el hecho, pero no condenó directamente a las Farc, como si la matanza hubiese sido obra de fantasmas.

Lo peor vino durante el reciente congreso del partido. Llegó una carta de las Farc y a nadie en la mesa directiva del evento le pareció que hubiera que rechazarla. Resultaba inaceptable que un grupo que mataba indígenas inermes pudiera cartearse con un partido político legal y democrático. El senador Gustavo Petro, polista rebelde que viene poniendo el dedo en la llaga de estos temas hace rato, insistió una y otra vez en que el congreso del partido rechazara la carta. No le hicieron caso.
Pero al respecto cualquiera puede encontrar más material probatorio. Ya en un post reciente expliqué que Petro tampoco ha pedido a las FARC que se desmovilicen, sino que espera hacerlo cuando su partido haya tomado el poder. Sólo que sentí curiosidad por ver con qué salía el temible Cobramasacres del Frac en la inauguración del Congreso de su partido. Es un discurso bastante largo, por lo que resumo algunas partes e invito al lector a consultarlo.

La primera parte consiste en citas de sus rivales dentro del PDA, Navarro y Garzón, que demuestran que no se oponían a que él dirigiera el partido, cosa que naturalmente rechazó porque sus elevadas miras le impiden aspirar a nada, hasta que el partido se lo pidió y él accedió en aras del bien de la colectividad y obviamente del camino de justicia y dignificación que la patria debe tomar. Faltaría más. Pero mejor prestar atención a lo más sabroso.
Dejo de lado la referencia amable de Lucho Garzón a una posible candidatura mía, que no sólo no busco sino que declino de antemano, para insistir de nuevo en la urgencia de buscar la unidad, de profundizarla y de consolidarla para presentarnos como una opción seria de gobierno, y asumir de ese modo la responsabilidad que la coyuntura histórica nos adjudica y de la que no podemos claudicar: cambiarle el rumbo a Colombia, mediante la construcción de una sociedad decente.
Es lo típico, en Colombia el diablo hace hostias, como es bien sabido, y esta lumbrera de la intelectualidad nacional no podía, como buen rebelde y renovador, dejar de "asumir la responsabilidad que la coyuntura histórica les adjudica". Es lo que diferencia a los grandes intelectuales de los "politiqueros" rutinarios, esa frescura del lenguaje, esa elegante sencillez con que aluden a su misión, ¡y esa temprana renuncia a toda ambición personal! El párrafo ya lo expresa todo: un conciliábulo de asesinos y secuestradores jubilados, cobramasacres, profesionales de la protesta, tinterillos cínicos, prevaricadores sin escrúpulos, vividores, lagartos y figurones tienen a cargo "la construcción de una sociedad decente". ¡En Colombia tenía que ocurrir! Seguro que la decencia viene de la mano del fabricante del ¡Vergatario! Pero vamos con la condena a las FARC:
II El repudio a la lucha armada. Cuando se dice que en la conformación del Polo han confluido todos los sectores de la izquierda democrática, se quiere significar que se ha suscrito entre todos ellos un acuerdo intangible e irrevocable; queda proscrito el empleo de las armas, o la adhesión a quienes las emplean, en la búsqueda de las hondas transformaciones que a nuestro juicio requiere la sociedad colombiana para materializar lo que la Carta del 91 establece: la democracia, el pluralismo, el pluriculturalismo, la vigencia de los derechos y la protección a la dignidad humana, como axiomas inconcusos, a partir de los cuales es imperativo construir un país, a contramano del vergonzoso que hoy tenemos.
Obviamente, las cursivas y negritas son mías. ¿Entiende el lector cuál es la "categórica condena a las FARC"? Se las reconoce como quienes "buscan las hondas transformaciones...", etc. ¿O por qué está eso ahí? Lo de proscribir el uso de las armas es el viejo cuento de "A mí que me esculquen", con que salen siempre. Como cuando Gloria Cuartas se preguntaba cuando la acusaban de hacer elogios de Ricardo Palmera y Sonia en Venezuela, ¿por qué no la detenían si ella era una terrorista? La prohibición de adherir a esos agentes de justicia es otro viejo recurso retórico: ¡no es que adhieran a ellos, es que en aras de la paz trabajan para que se los premie con cargos vitalicios para los jefazos del PDA! Pero es por la paz, ellos ya declinan de antemano todo, no faltaría más. Después:
El artículo 2 de nuestros estatutos fue aprobado por unanimidad, sin reticencias de ningún sector, por la dirección Nacional del Partido, y reza de manera inequívoca; ¨El empleo de las armas para la resolución de los conflictos, contradice los métodos y los propósitos que propugna el Polo.¨
Lo dicho, a ellos que los esculquen, ellos no participan en la lucha armada, aunque, ¿cómo se resolverá el "conflicto" con las guerrillas sin emplear las armas? Tal vez es lo que espera Petro, aplicar los estatutos del PDA y resolver el conflicto sin armas una vez estén gobernando.
El principio allí establecido, que en otro país o bajo otras circunstancias resultaría superfluo, entre nosotros cobra renovada vigencia, pues las FARC y las demás organizaciones guerrilleras supérstites, persisten en los genocidios, en los secuestros y en los más atroces crímenes de guerra, y de lesa humanidad, en función de propósitos brumosos que, por la forma como se buscan, ninguna persona de bien podría rescatar como altruistas.

Reiteramos, más allá del cansancio, que todos los sectores políticos que conforman el Polo repudian y condenan el crimen como instrumento vitando, deslegitimante aun de resultados que podrían juzgarse deseables, buscados por otros medios.
Es muy curioso que los más arquetípicos representantes de la tradición sean los que pretenden superarla. Al menos Chávez busca una continuidad con Bolívar, cuyo espíritu dieciochesco representa en gran medida. Carlos Gaviria es el típico tinterillo que está más interesado en el impacto de las palabras que en su sentido, de modo que el uso de "genocidio" no se parece en absoluto al del diccionario, mientras que las palabras raras abundan tanto, según la vieja necesidad de "descrestar calentanos" que define a su gremio: supérstite, vitando...
III El gobierno que enfrentamos. Es esa fortaleza ética, la que nos adjudica autoridad indiscutible para condenar al gobierno cuando siguiendo los mismos caminos tortuosos de su contraparte, y mediante actos horrendos al margen de la moral y el derecho, se obstina en que en función de su política de seguridad todo se vale, incluso los ¨falsos positivos,¨ expresión eufemística usada para no llamar por su nombre, atroces asesinatos cometidos por miembros de la fuerza pública, para merecer ascensos y gabelas dentro de la institución. Y saber que al responsable político directo de semejantes atrocidades lo designaron algunos medios periodísticos ¨el personaje del año¨ y sus conmilitones esperan que renuncie para ungirlo como aspirante a la Presidencia de la República, si su jefe absoluto da por satisfecha su insaciable ¨libido imperandi.¨
No habían terminado de lavarse las manos de lo que hacen las FARC cuando ya estaban proclamando su "autoridad indiscutible" ¡para atribuir al gobierno la intención de los crímenes atribuidos a militares corrompidos! ¿Qué sentirán los seguidores de este prócer ante tales acusaciones? Todo lo que hace falta es entender que en Colombia hay miles de personas dispuestas a recitar eso sin el menor pudor para entender por qué ha habido tantas atrocidades. La gente con tal de estar cerca del que usa términos como "libido imperandi" está dispuesta a repetir cualquier mentira.
Nos tocó en suerte, o mejor, nos cupo la desventura de enfrentar un proyecto político inteligente y coherentemente dirigido a consolidar un statu quo injusto, inequitativo y excluyente, previa anestesia de los damnificados, que en su gran mayoría aun le prestan apoyo porque ha prometido quien lo encarna, poner término a un viejo conflicto (cuya existencia niega), que por la crueldad que reviste, se ha convertido en la prioridad primera de la opinión nacional. La guerrilla, digámoslo con claridad, con sus secuestros, genocidios y demás crímenes universalmente repudiados, ha abonado el terreno donde hoy florece un gobierno narcisista y mesiánico que por eso mismo necesita de ella para perpetuarse.
Como ya he dicho, esta lumbrera sólo exhibe cierta destreza para usar términos sonoros. Su puntuación no le permitiría entrar al bachillerato en un país decente. Aquí sigue la crítica a la guerrilla, según el viejo cuento de que es lo mismo que Uribe.
Qué razones, si no, podrían explicar su visible molestia por el empeño heroico de Piedad Córdoba y demás ¨Colombianas y colombianos por la paz¨ que se han propuesto tercamente la liberación segura de las personas secuestradas en poder de la guerrilla. Prefiere la ¨operación jaque¨ con sus riesgos y truculenta estrategia, porque puede invocarla en provecho de su prestigio y consiguiente afianzamiento en el poder, constitutivo de su interés primario.
El genio elabora sus discursos con la prosa de una sentencia, pero al final vuelve lo mismo: Piedad Córdoba no es una propagandista de las FARC, sino una heroína que se empeña en buscar la libertad de los secuestrados. Creo que cuando se cuidaba de condenar a las FARC el triste capitán de las huestes universitarias era menos penoso.
[...]
5. Consecuencia de todo lo anteriormente señalado, tiene que ser una política de verdadera seguridad ciudadana que, ratificando el derecho y el deber del Estado de ejercer la fuerza que por definición es monopolio suyo y de no cejar en su empeño de combatir a los grupos armados al margen de la ley y a todos los violentos, ostente autoridad política y moral por su respeto escrupuloso a los Derechos Humanos, para reducir a quienes persistan en su renuencia a incorporarse a la vida civil, sometiéndolos al imperio del derecho, pero simultáneamente creando espacios idóneos para buscar soluciones políticas al conflicto.
A alguna hora tenía que asomar: en lugar de tanto adjetivo, ¿por qué no acuerdan pedir a las FARC y al ELN que se acojan a la Ley de Justicia y Paz? Porque en medio de todo esperan todavía "soluciones políticas al conflicto", es decir, el premio de los crímenes. Las retóricas condenas a las guerrillas sólo reflejan los avances de una política a la que siempre se han opuesto en el PDA y no reemplazan esa necesaria renuncia a las pretensiones de abolir la democracia negociando las leyes con una banda de asesinos, y más bien parecen tan serias como sus deseos de renunciar a todo protagonismo:
[...]
Ante este auditorio que recoge la suprema instancia de dirección del Partido me permito reiterar una tesis a la que adhiero con toda convicción: En una democracia el Estado tiene que renovar sus gobernantes y los partidos tienen que renovar sus cuadros. Yo ya he cumplido, bien o mal, mi ciclo dentro del Polo Democrático Alternativo. Alguien debe relevarme en la Presidencia y otra persona distinta de mí debe asumir la candidatura del Partido en las próximas elecciones presidenciales. Por fortuna, es amplia la lista de dirigentes idóneos para enarbolar con dignidad nuestra bandera, y muchos líderes hay, deseosos, además, de cumplir esa tarea.

Alejado de esas responsabilidades, ratificaré mi lealtad al Partido cumpliendo el rol que las bases del Polo y las instancias competentes me asignen, que espero sea el que más anhelo, el de soldado sin galones.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 11 de marzo de 2009)

jueves, octubre 15, 2009

Los rojos contra los azules

Una de las formas más seguras de perder el tiempo y aburrirse en una discusión es emprenderla sin tener claras las propias premisas y sin que los demás las conozcan. Por eso quiero empezar por señalar mi convicción de que los grandes medios de prensa bogotanos son como una potente maquinaria de propaganda que favorece los intereses de ciertos clanes políticos enfrentados con el actual gobierno y marcadamente proclives a sacar provecho de una negociación política con las bandas terroristas, como lo demostraron hasta la saciedad durante la negociación del gobierno de Pastrana con las FARC y como lo demuestran día tras día en el sesgo perverso de sus noticias y comentarios.

Eso es tan evidente que una noticia como ésta no apareció en el diario El Tiempo, el más importante de Colombia. Pero decir eso en Colombia es arriesgarse a que lo miren a uno como a un loco: ¡la mayoría de los lectores no se han dado cuenta de que la gran prensa es hostil al gobierno! Creo que ese dato define al país, y define las discusiones que se pueden emprender: ¿de qué se puede hablar con quienes creen que esos medios defienden al gobierno?

A los demás nos conviene prestar atención al sentido de esa propaganda, pues no es improbable que en algún momento encuentren un recurso que les funcione, a pesar de tantos años de calumnias, silencios y mentiras. De no ser por cierta tosquedad, cierto penoso provincianismo y cierta arrogancia (propia de quienes están acostumbrados a ser oídos y observados por la empleada de servicio), se podría decir que esos medios siguen los consejos de Josef Goebbels, sobre todo aquel de que una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad.

Todos los días lee uno varios artículos en que se denuncia que el presidente haya llamado a los dirigentes del PDA "guerrilleros de civil", ¿es que no son socios de las FARC? Sólo gracias a la intimidación se puede ocultar algo que reconoce hasta Gustavo Petro. Otro caballito de batalla es el señalamiento a la Corte Suprema de Justicia como "el último refugio del terrorismo": ¿es que se puede concebir una sola persona honrada e informada que ponga en duda que se trata de una caterva de prevaricadores con manifiestas afinidades con los terroristas y con evidente interés en defenderlos? Durante meses el nutrido coro de sicofantas pagados generosamente puso el grito en el cielo porque el presidente llamara "Bloque intelectual de las FARC" a los temibles "Colombianos por la Paz", encargados de cobrar ciertos secuestros en especie: en forma de legitimación de la banda asesina y gran demostración de su poder. Tal vez habría que protestar por la inexactitud: como intelectuales hace falta añadirles el "tropicales", y no es que sean de las FARC, sino que las FARC son de ellos.

Atendiendo a esa propaganda es muy llamativo el interés que tienen en presentar al actual gobierno como uno de conservadores o "restauracionistas", con la nada oculta esperanza de buscar lealtades entre personas de tradición "liberal" y dadas a estar del lado del "progreso", de lo "nuevo", lo "moderno", etc. Es verdad que el gobierno les ayuda con actitudes confesionales o con pretensiones intolerantes (como la de prohibir la dosis personal de drogas), pero ese cuento es una mentira, otro recurso de propaganda.

¿Por qué se reconoce que un país es bárbaro? Porque no se sabe cuáles son las leyes que rigen. En términos conceptuales Colombia es un país bárbaro: las palabras no significan lo mismo para todos y la mayoría rehúye el sentido del diccionario. Por ejemplo, ¿qué es liberal?
6. Partidario de la libertad individual y social en lo político y de la iniciativa privada en lo económico. U. t. c. s.
7. Que pertenece a un partido político de este nombre. U. t. c. s.
La verdad es que la acepción 7 es antitética con la 6, al menos en Colombia: ¿o alguien creería que la senadora "liberal" Piedad Córdoba es partidaria de la iniciativa privada? Todo eso es muy llamativo porque además de la confusión que hay entre esos conceptos está el anglicismo "liberal", término que en EE UU se usa para aludir a los "progres", a la izquierda, y que para nuestros doctores resulta irresistible, pues el diccionario resulta "antiguo", "godo", "retrógrado", al igual que la noción que se tiene del término en español.

La noción de lo que es "liberal" se presta a muchas confusiones, pero en el contexto de mala fe de los grupos sociales dominantes en Colombia esos malentendidos sirven, como ya he explicado arriba, para atraer a las personas que se sienten "ideológicamente" afines al "liberalismo", con la resuelta intención de engañar.

Al interesado se le debería recomendar la serie de tres artículos que escribió Jon Juaristi sobre el liberalismo, en los que, basándose en los escritos de Benedetto Croce, se concluye que el fascismo sólo es una forma del socialismo (evolución evidente en el primer fascismo, el italiano) y que el "liberal fascism" (es decir, "fascismo de izquierda") no es más que un nuevo formato del absolutismo. Vale la pena citar una frase del texto de Juaristi.
Porque de eso, en efecto, se trata. De absolutismo, una categoría que pasó de la historia al pensamiento político liberal como sustrato común de toda forma de tiranía. El liberalismo no es ni ha sido más que antiabsolutismo.
También se sobreentiende liberalismo como el discurso ideológico de la burguesía triunfante en el siglo XIX, particularmente en Gran Bretaña y Estados Unidos. Una forma de pensar que se resumía en el famoso Laissez faire, laissez passer. Dicha visión también está en el origen del liberalismo colombiano, pero la evolución histórica ha conducido a la práctica identidad de "liberales" y "bolivarianos" (pues dentro del Partido Liberal no hay nadie que proponga expulsar a Piedad Córdoba, ni nada parecido).

Resumiendo un poco el galimatías derivado de la noción de liberalismo se puede concluir que el sentido de ese término en Colombia es exactamente "antiliberalismo". Por ejemplo, muchas personas consideran que el reelegido presidente del PDA es un liberal. Así lo describe Antonio Caballero:
Es un liberal, y lo godos lo tachan de liberal para descalificarlo como candidato de la izquierda: como si la idea de libertad no fuera el fundamento y la raíz de todo pensamiento de izquierda. Hace algunos años se publicó una recopilación de sus más importantes sentencias (y salvamentos de voto) como magistrado de la Corte Constitucional, bajo el título revelador de Herejías constitucionales. Son, en efecto, no en la teoría pero sí en la práctica constitucional colombiana, obra de hereje. En temas tan variados como el delito político, la eutanasia, el honor militar, la libertad de opinión, el debido proceso, el incesto o la violencia en los programas de televisión, el pensamiento de Gaviria es de una impecable coherencia, que va hilada por el respeto por el derecho y la defensa de la libertad.
Es lo que siempre hay que decir, que Colombia es el mundo al revés: en ninguna parte se admitiría que la noción del "delito político" sea liberal, y tal vez no haya nada más opuesto al liberalismo que el "derecho" a hacer primar la violencia sobre la voluntad libre de los ciudadanos, pero en Colombia se proclama eso tranquilamente. No obstante, para mucha gente hay otros aspectos de la conducta del siniestro Cobramasacres del Frac que se relacionan con valores liberales.

El caso de la dosis personal de drogas es típico: la izquierda de origen marxista pretende desde hace tiempo una confrontación en los países católicos entre el Estado y la Iglesia, aspiración que procede de la tradición totalitaria, que convertía el Estado en una nueva religión. Dentro de ese conflicto es típico que se busquen apoyos entre los grupos que se rebelan contra la tradición moral y religiosa, como las abortistas o el colectivo LGBT (lo más amplio posible, que son voticos). En este caso las libertades se transforman en otros "derechos" que requieren protectores. Y eso mientras se consigue el poder, pues ¿cuántas drogas pueden consumir los cubanos? Tal vez en Colombia no se conozca, pero esa búsqueda de apoyos es una constante de la izquierda guevarista en todas partes.

Esa predisposición a asociar las nociones de "liberal" y "moderno", siempre en contraste con los "godos" y la Iglesia conduce al adoctrinamiento y a la militancia estatal en materia moral, cosa que ya es una forma de absolutismo y lo contrario de la noción de "liberalismo". Si la libertad de abortar es "liberal", alguien como Ceausescu lo sería. Es decir, la defensa de la dosis personal en personajes como Carlos Gaviria es un recurso en la guerra contra la Iglesia, no algo guiado por el respeto a la libertad individual.

La confusión entre liberalismo y socialismo se refuerza en Colombia en dos vertientes. Por una parte, el siglo XX encontró a Colombia sin ningún sector político que enarbolara las banderas del entonces pujante socialismo, y fue el Partido Liberal, siempre dividido y durante décadas en la oposición, el que buscó apoyos entre las mayorías de jóvenes y desposeídos con una retórica socialista, tendencia que llegó al extremo con un típico imitador de Perón, a su vez un imitador de Mussolini: Jorge Eliécer Gaitán. Por otra parte, los clanes políticos "liberales", siguiendo una vieja tradición de las colonias españolas, encontraron la forma de mantener rentas copiosas del Estado: la profesión de jurista se hizo característica de los patricios "liberales". El mismo Gaitán era un abogado famoso. El Derecho era el terreno en el que el clero estatal imponía su liturgia y ampliaba su poderío, pero el precio de eso ha sido siempre la expansión del poder y de la nómina estatal.

De ahí que la continuidad que buscan esos clanes, que a fin de cuentas son los fundadores de El Tiempo, El Espectador y Semana, entre el viejo Partido Liberal y la actual oposición de chavistas, estalinistas, demagogos y caciques dueños de maquinarias tiene algún sentido. Pero sólo como continuidad de la degeneración de la noción de "liberalismo" en Colombia. Un proceso en el que el aspecto de cleptocracia es sólo el más evidente y más desagradable para los colombianos convencionales, pero no el más peligroso. El problema es que la guerra contra los "godos" (y por la dosis personal) la emprenden como parte de un frente dominado por los chavistas y su fuerza de choque, con algún que otro adorno judicial basado en el sueño de decretar la felicidad, tarea antiliberal donde las haya.
(Publicado en el blog Atrabilioso el 4 de marzo de 2009.)

domingo, octubre 11, 2009

El Polo Democrático en Zugzwang


Zugzwang
Esta complicada e intraducible palabra alemana se emplea en la jerga del ajedrez para aludir a la situación en que un jugador pierde por tener que jugar, en la que cualquier jugada que haga tendrá consecuencias funestas para él. Es lo que le pasa al PDA una vez que supera electoralmente al "liberalismo" y cuenta con el respaldo obsesivo de la prensa, de las clases altas, de la internacional "progre" y del chavismo que gobierna en la mayor parte de Hispanoamérica. Ya es el paradigma de la oposición pero no puede ni soñar con competir por el poder con el uribismo, pues ni puede plantear la desmovilización de las bandas terroristas ni conseguir que éstas recuperen el dominio perdido y le abran el camino hacia el poder. Cada gesto que hacen en una dirección, de apoyo o de rechazo a los crímenes de la tropa, les hace perder coherencia y respaldo, bien de la militancia que sigue soñando con la revolución o con la negociación política que proveería los ministerios y embajadas sin riesgos, bien de las clientelas externas y de los ciudadanos proclives a dejarse seducir por el canto de sirena del fracasado socialismo, que no quieren verse arrastrados a una guerra civil muy difícil de ganar.

Los tres clanes
En la autocomplaciente visión de Gustavo Petro, en el PDA hay tres facciones: una de "izquierda tradicional", dirigida por Robledo y Gaviria, otra clientelista, dirigida por el actual alcalde de Bogotá, y otra razonable y moderna, encarnada en el mismo Petro y en Luis E. Garzón. No faltan quienes atribuyen las diferencias a las ambiciones personales de sus dirigentes y aun quienes creen que se trata de una actitud diferente ante las guerrillas. A mi modo de ver ambas visiones son equivocadas, las ambiciones personales corresponden a la realidad más prosaica e inmediata, los que sólo piensan en su protagonismo sin atender a las posibilidades reales tampoco llegan a dirigir nada. Cualquier ambicioso preferiría un ministerio vitalicio a una presidencia incierta, y el origen de las desavenencias, tanto de ambiciones como de estrategia, procede del tremendo retroceso de las guerrillas en los últimos años: con un apego tan cerrado a los presupuestos ideológicos totalitarios como el de la "izquierda tradicional" no hay esperanzas de ganar votos, y Petro espera que los militantes lo entiendan y abandonen a la actual dirección, y lo apoyen a él, claro.

Ni contigo ni sin ti
Pero abandonar a su suerte a las guerrillas es imposible: ¿de dónde procede la popularidad de Uribe? De su firme combate contra esas bandas. Quien apoya ese combate deja de estar en la oposición y de ser solidario con las fuerzas presentes en el PDA, por mucho que comparta el programa estalinista o chavista más rígido. Nunca lo ha hecho nadie del PDA: Navarro las considera necesarias, pues afirma que no habrá solución al "conflicto" sin previa reforma agraria (es sólo invertir los términos: la guerrilla es un síntoma de la falta de reforma agraria y un agente de esa noble aspiración); Garzón considera necesaria la negociación política, pues no es cosa de andarse matando por la cantidad de cámaras o de miembros de éstas (a tal punto llega el ingenio de estos sofistas al servicio de la industria del crimen). De hecho, cualquiera que respalde vagamente la labor del gobierno impidiendo masacres y secuestros es señalado como "uribista" por las huestes del PDA. No es el gobierno quien crea esa dicotomía uribismo-guerrillas. Eso lo hace ante todo el PDA. Pero nadie abandona a las guerrillas en el PDA porque tendría en contra al partido, y sin embargo la ambigüedad respecto a esas bandas echa a perder todas sus posibilidades electorales. Es lo malo de esta democracia electoral...

En Carnaval
El artículo de Gustavo Petro enlazado arriba expresa ese conflicto del PDA, y naturalmente lo soluciona con el arte de los políticos tropicales: la "labia", la habilidad para encubrir con retruécanos y silencios calculados el verdadero discurso: el principal agente de Chávez en Colombia, hasta que lo reemplazó Piedad Córdoba, aprovecha que es época de Carnaval y aparece con un disfraz llamativo que a lo mejor engaña a alguno. Pero no hay tal: las guerrillas surgieron del interés del PCC de tomar el poder "combinando todas las formas de lucha" y desde el momento en que fracasó la negociación emprendida por Belisario Betancur todo el problema ha sido encubrir con diversos nombres esa política. La "solución política negociada del conflicto social y armado" es un ejemplo. Vale la pena detenerse un poco en lo que dice el senador Petro, porque sólo se trata de una agudización del ingenio:
Tercero, como consecuencia, la política de paz del Partido nace de reconocer que la paz es un derecho de los ciudadanos, vulnerado por los actores del conflicto armado. Por tal razón, defiende el proceso de paz como un derecho de la ciudadanía, que hace del ciudadano, y no del sujeto armado, el protagonista central de dicho proceso. La Paz se alcanzará entonces de un Acuerdo Nacional de los ciudadanos, a través de sus fuerzas sociales y políticas, que concierte profundas reformas democráticas para quitarle oxígeno a la violencia, efectuadas ellas por un gobierno de amplia convergencia democrática. Por esta vía, los actores armados ilegales se debilitarán y penderán de su aceptación de negociaciones serias y cortas para salir definitivamente de la guerra, o de su derrota militar.
¿Qué era lo que se buscaba con la "combinación de todas las formas de lucha"? Tomar el poder. Ahora se pone antes la toma del poder para "quitarle oxígeno a la violencia". ¿Qué ha cambiado? Que el gobierno que haría el prodigio sería "de amplia convergencia democrática", como el que había en la República Popular de Polonia o como la coalición que respalda a Chávez. Ah, y que las guerrillas no negociarían directamente sino que lo haría Gustavo Petro por ellas. La cuestión de la derrota y desmovilización de las guerrillas como condición de la democracia no se le ocurre, pues no tendría nada que hacer en el PDA. Por eso la exclusividad constitucional de la fuerza por parte de las instituciones legítimas se hace dependiente del triunfo electoral del PDA. Hasta entonces las guerrillas serían necesarias. ¿O es que dice otra cosa? (Bueno, ¿quiénes son "los actores del conflicto armado"? Según el grado de adhesión al socialismo de Petro se piensa en los paramilitares y guerrilleros o en los militares y guerrilleros: las fuerzas armadas hegemónicas y legítimas según la Constitución serían las que obedezcan a Petro. Las actuales vulneran los ciudadanos, pues son "actores del conflicto".)

La guerra y la política
Una de las cosas curiosas de Colombia es que la tendencia a negar el carácter político de las guerrillas es típico de quienes creen estar en contra de ellas: se intenta negar la relación de esas bandas con la sociedad tal vez porque así las propias certezas quedan a salvo, pero la única fuerza verdadera de los terroristas es precisamente que la gente tiene esas certezas. Es raro el que no se escandaliza cuando se le dice que el PDA y las FARC son lo mismo. El hecho de que el partido de "izquierda democrática" jamás le haya formulado el menor reproche a la satrapía cubana o a regímenes como el nicaragüense, cuyo presidente elogia a las FARC, no disuade a esas personas. A fin de cuentas, el crimen consiste para ellos en tener cara de indio, zapatos rotos y mellas en la dentadura. Pero las guerrillas son sólo un instrumento de esas personas, la tropa, tal como las SS eran la fuerza de choque del partido nazi. Si la derrota de las guerrillas les asegurara el acceso al poder no vacilarían en buscarla, pero eso es un absurdo: aspiran a lo mismo que las guerrillas y si éstas fueran sometidas la izquierda democrática quedaría debilitada.

Militancia y clientela
Bueno, ya que se habla de las rarezas de Colombia no está de más señalar esa combinación de fanatismo y cleptocracia que ha sido la izquierda urbana. Cualquier persona de otra parte que se enterara de la coexistencia en una misma persona del sueño leninista ("de cada cual según su capacidad, a cada cual según su necesidad") con los privilegios más escandalosos (Luis Eduardo Garzón se ganaba en los noventa, como presidente de la CUT, el equivalente a unos 50 salarios mínimos) se sorprendería. Los colombianos no: durante siglos los poderosos, los antepasados de los pensadores, profesores y juristas de la izquierda democrática, sometían a los indígenas a trabajo forzado y sin paga en aras de su salvación, dentro del contexto de la religión del amor. Los robos increíbles de la "izquierda democrática", su coincidencia absoluta con la banda de Ernesto Samper y con muchas otras redes de ladrones, son sólo la continuación de la forma de vida de los poderosos tradicionales. Por eso no hay verdaderamente ningún contraste entre clientelistas y comunistas antediluvianos, ni entre socialistas respetuosos de la democracia y terroristas: fue el poder de las bandas de asesinos lo que permitió crear la clientela y apropiarse de toda clase de entidades públicas, asegurarse sueldos y pensiones escandalosos en comparación con los de los demás colombianos y hasta imponer una Constitución totalitaria. ¿Que ambas, clientela y guerrilla, servían para tomarse el poder? Claro. Pero ¿qué mejor negocio?

El veranillo de San Miguel
Leo con asco y desprecio una columna de Héctor Abad Faciolince que parece un autorretrato, pero está claramente orientada a halagar por comparación a sus lectores, esa clase de justicieros colombianos que viven pendientes de su estrato y odian a muerte a los que aparecen en las páginas sociales de la prensa, que por mezquinas razones nunca les hacen caso a ellos. Me quedo pensando que el arte de los escritores y columnistas es el halago, muchas veces velado, y de ahí llego a una idea abrumadora: ¡qué difícil es aceptar la propia insignificancia y el atraso del medio en que uno vive! Cuando uno va a un pueblo remoto y miserable siempre encuentra a alguien que vive convencido de que habita el centro del mundo y de que los habitantes de las grandes capitales deben de vivir llenos de envidia. Si ese afán de halago y esa arrogancia provinciana se perdieran en Colombia se entendería que el socialismo ya pasó, que fue un error terrible, no sólo la tiranía estalinista sino también las socialdemocracia, que tal vez sea lo que ha convertido a la Europa próspera de Adenauer y De Gaulle en una región irrelevante. En Iberoamérica todo eso suena extraño porque para el socialismo llegó como una especie de veranillo de San Miguel (unos días calurosos a finales de septiembre, cuando ya ha pasado el verano). ¿Quién se lo hará entender a los colombianos? El chavismo sólo es el viejo populismo, el que convirtió a la opulenta Argentina de la primera mitad del siglo XX en un país miserable. Su asociación con el comunismo, que convirtió a la opulenta Cuba de la primera mitad del siglo XX en un país archimiserable, no mejora nada. Como si al intoxicado con cocaína se le diera LSD.

Resistencia
Pero es un poco lo mismo: llámese como se llame, socialismo, populismo, cleptocracia, guerrilla, la llamada izquierda y su partido no son más que un ejercicio de resistencia de la vieja sociedad, de la sociedad preburguesa, de castas, que ha imperado durante casi toda la historia de Hispanoamérica. El PDA agrupa los restos del peor populismo y de la peor cleptocracia para integrar a Colombia en el "chavisferio", cuyo declive derivado de la baja de los precios de las materias primas y del empeoramiento de las condiciones de vida en los países que lo sufren se da por descontado. Bueno, como se da por descontado el fracaso de las guerrillas, pues ¿qué ocurriría si la gente eligiera un candidato del PDA en 2010? ¿Alguien cree que podrían hacer lo de Venezuela sin una resistencia resuelta de las víctimas? Soñar no cuesta nada, y a algunos, como los dirigentes del PDA, los sueños de los arribistas ilusos les generan rentas. Pero ahí se acaba todo.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 25 de febrero de 2008.)

martes, octubre 06, 2009

Ecologismos

El ecologismo es una de esas causas que no tienen enemigos. Es inconcebible que alguien crea que debe haber más contaminación o más acumulación de basura. Claro que cuando se hurga un poco en el sentido de todo lo que se dice resultan muchas cosas extrañas. Por ejemplo, que la mayoría de los ecologistas son personas de países ricos o de clases acomodadas de los países intermedios que se quejan de las desigualdades entre los países ricos y los pobres, ciertamente pensando que el nivel de consumo de la gente de los segundos es insuficiente: que deberían contaminar tanto como el resto.

Eso relativamente: la queja contra la pobreza de los pobres no excluye la condena del despilfarro y el exceso que rodea a la gente de los países ricos, despilfarro y exceso a los cuales la mayoría de los ecologistas no renuncian. Uno de los líderes de esa corriente moderna, el ex vicepresidente estadounidense Al Gore, se desplaza en jet privado. En Colombia el arquetípico representante del ecologismo es el poeta William Ospina, que reflexiona en el avión en que vuelve de India sobre el discreto encanto de los pobres de ese país.

Reflexionar sobre el ecologismo conduce a una dispersión muy difícil de eludir. Me ocuparé primero de esa particular incoherencia de los ecologistas: por lo general se trata de las personas menos dispuestas a reciclar, incluso en Colombia, donde sólo tienen que darle la orden correspondiente a la empleada doméstica. ¿A qué corresponde eso? A la necesidad generalizada de buena conciencia y autohalago. Fernando Savater decía hace años que el yogur del desayuno sabe mejor cuando uno piensa en lo mal que está el mundo, en los niños que no comerán nada en todo el día y en todos esos que no tienen la valiosa conciencia que tiene uno.

Eso se mezcla con otro fenómeno, ya señalado en su día por el pensador francés Jean-François Revel: que el ecologismo —como el feminismo, la defensa de los homosexuales, la ya en desuso protesta contra la energía nuclear, etc.— es una bandera de la que se apropiaron los comunistas al caer su proyecto: ya que no es posible decir que el capitalismo se hunde mientras el socialismo triunfa, queda la opción de culparlo del deterioro ambiental. El cinismo de todo eso es obsceno, pero en Colombia al menos es normal: los defensores de la dosis personal y del colectivo LGTB son los mismos defensores del régimen cubano; y los enemigos de la contaminación son los mismos partidarios de los que desecaron el mar de Aral y dejaron sin bosques buena parte de Europa central.

Todo eso falsea la cuestión de los problemas de contaminación y “desarrollo sostenible”. Los activistas del ecologismo no buscan que se reduzca la contaminación sino anunciar el Apocalipsis que está a punto de llegar por la persistencia de este sistema. El que dude de eso puede fijarse en las reacciones frente al cambio climático: lo corriente es desesperarse por imponer la noción de que es un producto de la actividad humana, pese a que muchísimos científicos lo niegan. ¿En qué se basan tantos personajes que claman por la atribución de la responsabilidad a la industria? Sólo en la resuelta complicidad de otros tan ignorantes como ellos y tan necesitados de formar parte de los enlightened. El mismo problema tiene mucha menos importancia que la posibilidad de acusar a los gobiernos del mundo, seguramente movidos por ideales menos altruistas que los críticos.

Para abordar esas cuestiones conviene estar atentos a los diversos contenidos manipuladores que hay en toda la propaganda. Con muchísima frecuencia el ecologismo tiende a ser nostalgia de sociedades primitivas, con el mismo anhelo de condenar el capitalismo y buscar adhesiones a la alternativa. El citado William Ospina es característico, y su condena de la civilización termina en la admiración y el respeto por Chávez, cosas que son sus verdaderas proezas. También el mucho más interesante poeta nicaragüense Ernesto Cardenal combina la defensa de los valores prehispánicos con la militancia en el sandinismo.

Mucho más frecuente es en otros contextos la asociación con valores religiosos o primitivos ocultos o poco razonados en personas que se creen “modernas” o ateas. Esa suplantación de la religión por supersticiones infantiles merecería un post. Pero respecto al ecologismo la cuestión es particularmente compleja: ¿la “naturaleza” o la Tierra son instancias superiores a la humanidad? Siguiendo el famoso alegato del jefe indio, ¿pertenece la tierra a los hombres o éstos a aquélla? El viejo esquema del pecado, la culpa, la deidad suprema y sus representantes en la Tierra y entre los hombres se reproduce casi cómicamente con los ecologistas.

El conjunto de creencias extrañas y de valores dudosos que tienen relación con todo eso es abrumador. Uno de los elementos sociales tradicionales que recogen los ecologistas y que encauzan a su vago sueño alternativo, aunque siempre coincidente con iniciativas generosas como el Foro Social Mundial y hostil a las empresas y bancos estadounidenses, es el miedo a la técnica, y el rencor de los que resultan relegados por ésta. La militancia en el amor a la naturaleza convierte a estas personas en parte de una nueva aristocracia. La rabia por todo eso que se le quita a lo que está por encima de nosotros se convierte en el blasón de quienes no tienen nada más que ostentar.

Y si bien abunda la actitud de quienes se desentienden por completo de todo, la verdad es que la solución a los problemas de que se ocupa el ecologismo es principalmente técnica: de desarrollo de tecnologías que permitan explotar mejor las energías limpias, de industrias que procesen la basura, probablemente con procedimientos automatizados más eficientes que los actuales, de estrategias de reforestación y de obtención de agua y de freno a la desertización… Un campo inmenso precisamente para la denostada industria y las denostadas empresas.

Y para todo eso ciertamente es necesaria una gran conciencia de los peligros que afrontamos, pero el revival romántico y más bien cursi de los colectivistas y nostálgicos de la prehistoria y adoradores de la Tierra o de la “naturaleza” y demás fauna antimoderna no es precisamente el camino. Es uno de los principales obstáculos, pues por puro amor a la Tierra colaboran con el despliegue bélico más impresionante que se ha dado desde la caída del comunismo.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 18 de febrero de 2009.)

viernes, octubre 02, 2009

Orwell en Colombia

El escritor británico George Orwell ha quedado como un clásico de la literatura y del análisis político del siglo XX por su atención al lenguaje y a las implicaciones de éste en la conducta de la sociedad. Su novela 1984, una ácida caricatura del régimen soviético, ha quedado como el retrato perfecto del totalitarismo y de la corrupción del lenguaje que permitió la dominación de la casta burocrática.

Aludir a un tema como ese en un blog colombiano parece algo que no va a interesar mucho a los lectores: lo predominante es la búsqueda de confirmación de las propias certezas y la pereza en fijarse en algo como el lenguaje. Pero sin salir de las rutinas mentales será imposible entender lo que ocurre, por ejemplo lo que hay en la cabeza de los terroristas o de quienes los apoyan. Todavía está en minoría quien diga que las guerrillas en Colombia son expresión de la cultura tradicional: quien más quien menos, todos encuentran culpables de todo tipo, entre los que el más socorrido y lamentable es el del narcotráfico, fenómeno que empezó a ser importante varias décadas después del surgimiento de las guerrillas y es más bien consecuencia de la ideología revolucionaria.

Tan en minoría como quien intenta explicar que las creencias supersticiosas de la mayoría de los colombianos son sobre todo rasgos del atraso. La superstición es un buen ejemplo, las nociones reemplazan en la mente los fetiches a los que se encendían velitas o los productos mágicos que despertaban la pasión por uno en otra persona. Buen ejemplo de eso es “revolucionario”. ¿Qué es “revolucionario”? Uno puede encontrarse como hablando a una asamblea de sordos si explica que “revolución” en términos políticos es sinónimo de “violencia”, y por lo general una cosa funesta para la gente a la que se pretende redimir.

Nada: el primitivo encontró que a la revolución y a lo revolucionario se podría adscribir todo lo deseable (como los racistas atribuyen a los negros todas las condiciones despreciables), y a partir de ahí encuentra lo revolucionario como amigo y lo contrarrevolucionario como enemigo, con lo que cualquier examen de las cosas es imposible. Mejor dicho, la persuasión es posible, siempre y cuando se use la retórica que encaja en la mente del primitivo. Para conseguir lo que uno quiere de él, adorna con adjetivos como “revolucionario” la pretensión.

Atender al lenguaje es importante porque no puede haber sociedades sin lenguaje. Y el lenguaje es tradición literaria, no surge de sí mismo sino del comercio de muchas generaciones humanas. El lenguaje corriente, sobre todo gracias a los medios, está lleno de figuras literarias que la gente no detecta y que son útiles a la persuasión, exactamente como el lenguaje falseado de los nazis y comunistas servía para llevar a los verdugos correspondientes a crueldades peores que las de los niños sicarios de la izquierda democrática en Colombia.

A mí me parece del máximo interés analizar el lenguaje de los amigos del terrorismo porque necesitamos entender lo que bulle en su cabeza. Ese lenguaje corrompido es obra de literatos más o menos hábiles y opera en esas mentes porque la cultura literaria del país es ínfima y la disposición a obtener recursos copiosos sin esfuerzo muy grande: lo mismo que se supone que motiva el tráfico de drogas está en la base del sindicalismo estatal. El maestro, el abogado de la Procuraduría, el profesor universitario, el médico del antiguo ICSS, el empleado judicial, el de la antigua Telecom o de Ecopetrol y de muchas otras entidades públicas resultaba a un tiempo favorecido por privilegios inconcebibles para los demás colombianos y a salvo de toda evaluación gracias a su adhesión a la causa “revolucionaria”.

¡Y además contaba con el halago, aparte de estar en el estrato 5 o 6 sin grandes esfuerzos, resultaba de la clase de personas justas y generosas que despreciaban a los yanquis y el neoliberalismo! Claro que sólo en la medida en que lo ignorara todo sobre economía, historia y aun literatura. Pero las exigencias del medio eran modestas, y la izquierda le ofrecía sus autores y sus obras, de modo que tampoco era (es) difícil sentirse de una élite intelectual.

Buen ejemplo de ese lenguaje es la palabra paz. ¿Qué es la paz? Cada vez que renunciamos a mirar el diccionario por la seguridad de que sabemos lo que es algo, estamos cayendo en sobreentendidos que nos impiden entender las cosas. ¿Cómo es que hay un grupo de intelectuales y personalidades que se llaman “Colombianos por la Paz”? Ciertamente, la mayoría de ellos esperan ascender socialmente gracias a las guerrillas y aun obtener rentas, pero ¿a qué aluden cuando hablan de paz?

Sin remedio hay que volver a hablar de literatura. De retórica. Sabemos que están a favor de las guerrillas y consideramos su lenguaje un recurso falaz. Pero ¿cómo esperan que alguien les crea? La verdad es que tienen partidarios, y esos partidarios les creen.

¿Cómo así que les creen? Basta con leer los comentarios de los estudiantes y empleados estatales en los foros de la prensa para comprobar que son muchos los que apoyan a esa gente. No la mayoría de los ciudadanos, ni muchísimo menos, pero la mayoría puede verse arrastrada por diversas perversiones del lenguaje y apoyando políticas que podrían perjudicarla. ¿Qué ocurrió con el “Mandato Ciudadano por la Paz” de 1997? Sus gestores lo convirtieron en un elemento de presión a favor de la negociación con las guerrillas, lo que reforzó la determinación de Pastrana de negociar las leyes y el poder con los terroristas. Del mismo modo, los amigos de la guerrilla intentaron convertir la movilización del año pasado en contra de las FARC en presión por el “intercambio humanitario”. No lo consiguieron, pero la obsesión por el secuestro, un síntoma de la guerra como las bombas o las minas o la extorsión, llevó a una nueva manipulación: la misma organización convocante terminó acompañando el show de las liberaciones de la semana pasada. ¿Qué es la paz? ¿Por qué esa panda de bellacos asumen encantados el nombre de “Colombianos por la Paz” que les asignan las FARC, organización a la que suelen hacer propaganda por diversos medios? (Por ejemplo, se puede oír lo que dice Jorge Enrique Botero de alias Raúl Reyes.) ¿A quién pretenden engañar?

Se llama sinécdoque y es una figura retórica que se usa continuamente, por ejemplo en expresiones como “la mano que mece la cuna”. En el contexto de la propaganda de El Espectador, la palabra paz sirve para aludir a “negociaciones de paz”. Los intelectuales a los que lidera Piedad Córdoba son los “colombianos por las negociaciones de paz”.

Y eso es muy interesante porque a fin de cuentas esos personajes cuentan con el apoyo expreso o tácito de toda la oposición política. ¿Cómo es que la mayoría de los periodistas e intelectuales, amén de muchos políticos, acompañan ese curioso desplazamiento de sentido? Porque esas negociaciones de paz les interesan. Los votantes de Samuel Moreno, al que Gustavo Petro le pregunta si está asociado con las FARC, sienten que es bueno que haya quien le reclame a las FARC dejar de secuestrar porque eso no les conviene y aleja una negociación política.

Ese anhelo de negociación lleva siempre a la cuestión que más incomoda a la gente que no está con la guerrilla: la de si ésta tiene apoyos políticos significativos en la sociedad. En mi opinión no hay ningún error más funesto que negar esos apoyos, que se evidencian en toda esa actitud. Los que esperan que finalmente a las FARC se las premie en el sentido de que el país se haga más socialista y se favorezca más a los proveedores de educación y salud y demás son varios millones de personas.

A las cuales la paz sin negociación, la paz derivada simplemente de que los que hacen la guerra desisten, no les interesa. No les gusta. ¿Puede haber paz sin justicia?, se preguntan. Uno puede suponer que de la negociación con unos criminales totalitarios no va a resultar ninguna justicia, pero ¿qué es la justicia? Ya el ejemplo de los países vecinos ha mostrado hasta qué punto hay vastos sectores de la población que se sienten agraviados por la vieja cleptocracia y esperan reemplazarla: ésa es la “justicia” para ellos.

Y cuando “paz” es “negociaciones de paz” nos encontramos con que esas negociaciones son el oxígeno que necesitan los terroristas totalitarios para recuperarse y emprender nuevas acciones criminales, como ha ocurrido en la última semana. Lo cual nos lleva de nuevo a Orwell y a la corrupción del lenguaje.

Uno de los lemas del Estado totalitario que describe en 1984 es “La paz es la guerra”. Los colombianos por la paz son los colombianos por la guerra, y el problema es que frente a una minoría inteligente y organizada, directamente heredera de los grupos que siempre han dominado el país, sólo hay una masa desorientada que cree que las FARC son una rebelión de bandidos rústicos con ideas pasadas de moda.
(Publicado en el blog Atrabilioso el 11 de febrero de 2009.)