miércoles, septiembre 15, 2010

"Falsos positivos" y falsos culpables

Cuando se empezó a hablar de "falsos positivos" se trataba de una serie de crímenes que se atribuían a agentes de inteligencia del ejército y no tenían nada que ver con ejecuciones extrajudiciales. Era la habitual campaña de la prensa bogotana contra el gobierno de Uribe. Supuestamente, unas bombas en el Centro Comercial Caracas, en un garaje en el barrio Venecia y en un parqueadero en la zona de Normandía formaban parte de esa serie de crímenes. La labor del Ministerio de la Verdad se complementaba con la del senador y ahora candidato Gustavo Petro, a cuyas manos siempre llegaban y tal vez siguen llegando los montajes destinados a desbaratar lo que ha intentado hacer el gobierno, tarea en la que colaboran la Corte Suprema de Justicia, las infaltables ONG de paz y derechos humanos y los políticos de oposición. Las denuncias de Rafael García y ahora el obsceno "editorial" de Juan Gossaín forman parte del mismo estilo de cosas.

Antes de seguir debo aclarar que no pretendo hacer periodismo de investigación ni aportar ningún dato definitivo sobre los crímenes de uno y otro tipo, sino continuar la entrada de Jaime Restrepo sobre la propaganda negra. Cuando se escriba la historia del "uribato" y del período que lo precedió, las hemerotecas darán cuenta de muchas decenas de conjuras de ese tipo. Incluso puede que se encuentre demasiada similitud entre los fines de ciertas noticias y de ciertos escritos de opinión con los intereses de las bandas terroristas o del régimen venezolano.

Pero la expresión "falsos positivos" la empezó a usar la prensa después para aludir a los jóvenes de Soacha asesinados para ser presentados como bajas enemigas. ¿Cuántos colombianos saben que esos crímenes ocurren desde 1984 y que no tienen relación con recompensas ofrecidas por una directiva ministerial, tal como señala Saúl Hernández? Muy pocos, porque el bombardeo de propaganda malintencionada es incesante. ¿O algún lector habrá leído en alguna parte que no eran asesinatos ordenados por el ex ministro Juan Manuel Santos? La mayoría de las noticias de la prensa lo dicen, y la campaña de Santos ha sido poco eficaz explicando a la gente que se trata en últimas de una calumnia miserable destinada precisamente a sacar provecho del dolor de las víctimas para impedir que se siga golpeando a las bandas terroristas que ahora amenazan en alianza con el ejército venezolano.

La campaña, en la que, siguiendo un protocolo ya habitual, colaboran los socios de Mancuso (Giorgio Sale es sólo un intermediario) que ocupan el poder judicial y los propagandistas del chavismo (o valedores de Piedad Córdoba, porque defender directamente a Chávez es más difícil), ha determinado un frenazo brutal al avance militar contra las FARC, a tal punto que muchos critican a Santos precisamente por la determinación con que reconoció que existía ese viejo problema y destituyó a muchos militares que podrían estar involucrados.

En una entrevista de marzo de este año, el candidato Santos señala:
En Colombia, cerca de 2.000 jóvenes fueron asesinados por el Ejército para después hacerlos pasar por guerrilleros abatidos en combate. ¿Qué responsabilidad le cabe a usted, como ex ministro de Defensa, y al presidente Uribe por esos crímenes?

Me gusta su pregunta. Voy a aclarar lo siguiente: quienes tomamos las decisiones que acabaron con ese problema fuimos el presidente Uribe, el comandante de las Fuerzas Militares y yo, como ministro de Defensa. Los falsos positivos vienen desde 1984. Cuando nos dimos cuenta de la magnitud del problema, tomamos la decisión de cortar con eso. Desde noviembre de 2008 sólo ha habido dos denuncias. Recalque que este Gobierno, y yo como ministro de Defensa, puso en práctica en la Fuerza Pública una política de Derechos Humanos que ha sido señalada por la ONU como ejemplo para el mundo. El Gobierno actuó con toda determinación para corregir y acabar con un problema realmente horripilante. Fuimos los primeros en apoyar el proceso judicial para que se condenara a los culpables. Cerca de 200 militares están enjuiciados o en prisión.
La cuestión importante es ésta: unas personas encargan a otras una misión (combatir a la guerrilla), pero las segundas en lugar de hacerlo se dedican a cometer crímenes. Bueno, otros crímenes, porque no perseguir a la guerrilla ya es un crimen en quienes se ganan un sueldo por ello. Pero ¿quiénes resultan agraviados? ¡Los enemigos de los que ordenan combatir a la guerrilla, los mismos que siempre han querido impedir que se haga nada para impedir las masacres y secuestros! Es una lógica tan baja y perversa que no relacionarla con las bandas criminales mismas es pura frivolidad (como ese personaje de Borges que no entendía que el perro de las tres visto de frente fuera el mismo "perro" de las tres y cuarto visto de perfil). Pero hay algo mejor, ¿quiénes resultan culpables de esos crímenes? ¡Pues los que ordenaron a los asesinos combatir a la guerrilla!

Ya sé que dirán que el ministro tiene a su cargo vigilar lo que hagan sus subalternos, pero entonces hay que meterse en otra digresión. Es que sin la profunda falta de honradez de los colombianos ordinarios no habría ni guerrilla, ni militares que asesinan inocentes, ni jueces trabajando para Chávez, ni campañas inverosímiles de calumnias. Cuando un colombiano comprende que la gente de los países avanzados lo mira con recelo y desdén tiene que acordarse de la clase de gentuza que caracteriza al país. ¿Qué pasa con los ministros de Defensa que ha habido desde 1984? Seguro que muchos colaboran en la campaña. Pero ¿qué puede hacer el ministro para evitar que en zonas selváticas se cometan atrocidades semejantes? Sólo apresurarse a impedir que sigan ocurriendo y buscar que se castigue a los responsables

Eso fue lo que hizo Juan Manuel Santos. Pero la campaña de calumnias no cesa. El ex columnista y representante electo a la Cámara Iván Cepeda Castro, que no vacila en proclamarse heredero del sueño de cambio de su padre, el inspirador del Frente Manuel Cepeda Vargas, no vacilaba en decir que tales asesinatos eran órdenes del gobierno. En la tarea continuó el inefable Felipe Zuleta, tratando de sacar provecho del dolor de las víctimas para ajustar cuentas, a punta de calumnias y demagogia, con quienes supuestamente lo han agraviado en su medio social. (En el video aparece Ernesto Samper como protector de las víctimas.)

La acusación al gobierno por esos hechos es una de las bases de la "ola verde", y la inmensa mayoría de los comentarios que se publican en la prensa en relación con el tema insisten en dicha calumnia. Pero también los columnistas, por ejemplo el rector de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, José Fernando Isaza:
El rechazo a la cultura del atajo y al todo vale propuesto por Mockus traerá mayores niveles de bienestar que la política de más de lo mismo, que incluye asesinatos de inocentes y el uso de los organismos de seguridad del Estado para perseguir la oposición.
No es raro que sea en esa "universidad" donde estudiaba Nicolás Castro, el que intentaba matar a Jerónimo Uribe. Es lo que enseñan. ¿De modo que los asesinatos de inocentes formaban parte de una "política"? ¿Lo dice o no lo dice? ¿Y qué interés tendría para el gobierno esa política?

Si no todo vale, lo que menos puede valer es ese lenguaje incendiario y calumnioso de un rector que no sabe distinguir entre "infligir" e "infringir". Pero es que la decencia de Mockus y su gente es una exigencia a los demás. Realmente es difícil encontrar hampones más indecentes. El mismo Mockus emprendió una campaña junto con el ex ministro Rudolf Hommes (el encargado de transmitir las amenazas de Chávez) y la ex columnista Claudia López, vocera del antiuribismo más sesgado e "investigadora" calumniosa, para sacar provecho del dolor de las víctimas de esos crímenes, como si éstos no hubieran encontrado en todo momento el rechazo de toda la sociedad.

Dicha campaña contaba con la certeza de que la presión de la propaganda haría que tales crímenes se volvieran una acusación al gobierno. De ahí su aspecto inocuo y comedido. Pero basta interesarse un poco, por ejemplo ver la página web oficial de la campaña para encontrarse con Petro o con Iván Cepeda.

Y es que ese tono inocuo es en realidad de un agresividad idéntica al gesto de echarle un vaso de agua a alguien: "La vida humana es sagrada", recitada a todas horas, viene a ser como si en algún restaurante le aclararan a cada cliente que entra: "No está bien visto hurgarse la nariz y comerse su contenido". ¿Es que alguien pone en duda que la vida humana es sagrada? La gente equívoca, que cree que el problema con Chávez es de "personalidades", va humillando a los demás con la absurda acusación de estar de parte del asesinato. Ninguna indecencia es tan indecente como esa "decencia".

En el momento central de la campaña, los magistrados amigos de los criminales como Mancuso, socio de Giorgio Sale, buscan protagonismo procesando a Sabas Pretelt por un supuesto delito que todos ellos han cometido muchas veces, o procesando al general Yanine por hechos de hace 28 años, ahora convertidos en crímenes contra la humanidad, y respecto de los cuales todos los procedimientos del derecho fallan, porque muchos testigos han muerto y los documentos pueden haber sido convenientemente manipulados.

¿A quién cree el lector que intentan favorecer con ese ruido?

(Publicado en el blog Atrabilioso el 19 de mayo de 2010)