miércoles, junio 30, 2010

El lío español

Tres cincuentonas comparten un chalet en Miami con la madre de una de ellas: una sureña coqueta, una italoamericana divorciada que da clases de literatura y una rubia y tierna aldeana de Minnesota. Se trata de la comedia The Golden Girls, o Los años dorados. En una ocasión la profesora pasa la noche en la sala de espera de un hospital, donde atienden a su madre. Su ex marido la acompaña, y al día siguiente ella les cuenta a sus amigas que piensa volver a casarse con él. La miran despavoridas: "¿Cómo puedes pensar en algo así, después de todo lo que te hizo?". "Es que ayer me mostró una parte muy hermosa de su ser", les explica. Y la de Minnesota la mira consternada y perpleja: "¿Ahí, en la sala de espera?".

Es lo que preguntaríamos si mañana leyéramos que un gobernante alemán aludiera a los judíos como "los asesinos de Cristo". ¿Ahí, en Alemania? No, no lo podríamos concebir. Que lo diga el pintoresco matón que se ha apropiado de un tórrido infierno tropical, vaya y pase. ¿Qué se le va a hacer si sus émulos ganan elecciones en casi todo el vecindario? En los arrabales de la civilización prospera una chusma indolente y brutal cuyos líderes se pueden permitir alentar esas pasiones, incluso sin peligro de que se vuelvan una amenaza para los judíos: sus únicas víctimas son los pobres pobladores de la región.

"¿Ahí, en España?", es lo que se puede preguntar respecto de las maravillas del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. No es lo mismo que haya demagogos inescrupulosos buscando la guerra civil en países como Venezuela, Bolivia o Nicaragua a que eso pase en España. ¿La razón? España ya vivió eso, con el precio de un sufrimiento indecible, inconcebible para la mayoría de los hispanoamericanos: una buena parte de la población muerta, presa, exiliada, y el resto pasando décadas enteras de hambruna, represión y oscurantismo. Y era hasta hace poco un país del primer mundo.

La historia de España es incomunicable para los colombianos porque los que llegan a enterarse de algo lo hacen a través de la universidad, y todo su "conocimiento" consiste en la recitación de lugares comunes patéticos. Por ejemplo, ¿existe un solo estudiante o profesor que no conciba la situación española como una lucha de los franquistas y los (social-)demócratas? ¿Cómo es que algo tan penosamente ridículo llega a hacerse casi unánime en un medio que pretende ser "académico"? Es como un hecho fatal que la gente que tiene en su títulación la mayor y a menudo la única honra no pueda aceptar que sus conocimientos son de un nivel ínfimo y más que información son opinión sectaria y fanatizada. Lo inadmisible es que esas vulnerabilidades deban tapar la verdad.

Podríamos empezar por la idea de resucitar la guerra civil. En un artículo de noviembre de 2008 sobre el intento del juez Baltasar Garzón de adelantar un proceso contra el franquismo, Fernando Savater señala:
Lo que en un comienzo fue el razonable intento de satisfacer a quienes buscan los restos de sus seres queridos ejecutados para darles digna sepultura, pasó luego a una especie de revival de la vieja discordia fratricida para imponer a posteriori la salomónica justicia que no se hizo en su día: no ya desenterrar los muertos de la Guerra Civil, sino desenterrar a la propia Guerra Civil para que ahora por fin ganen los buenos.
En esa frase se puede resumir el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero: desenterrar la guerra civil. Mantener la ficción de que el Partido Popular, que habría ganado las elecciones de no ser por el atentado terrorista del 11 de marzo de 2004, es sólo un remanente franquista. Al respecto, en el mismo artículo se lee:
Nos dicen que la derecha no reconoce sus vínculos genealógicos con el franquismo; bueno, ¿y la izquierda? ¿Aireamos de nuevo la lista de líderes políticos, catedráticos, periodistas, etcétera, con un pasado azul que tú bordaste en rojo ayer? Todos ellos fueron franquistas (o combatieron el franquismo "desde dentro", es decir, con cargos franquistas) en la época más dura del régimen: se fueron curando luego, qué cosas. Por no hablar de quienes heredan sus modos en la imposición lingüística (nuevas versiones autonómicas del "hable usted en cristiano" imperial) o sencillamente en el mangoneo de favores o de ostracismos desde cargos públicos, de tanta raigambre dictatorial.
Eso por no decir que prácticamente todos los personajes importantes perseguidos por el franquismo o que configuraron una oposición clara a la dictadura son hoy acérrimos críticos del zapaterismo. Salvo, claro está, los que representaban algo peor que el franquismo, como el nonagenario líder del Partido Comunista Español, Santiago Carrillo, al que Ceausescu le regaló un Cadillac en los setenta, y que es responsable de una masacre monstruosa cometida en tiempos de la guerra civil. Bueno, ese personaje es homenajeado por el gobierno de Zapatero, y aun incluido entre "los buenos" por sus portavoces. Sería muy raro que criticara a un gobierno como ése.

El juego de Zapatero consiste, exactamente como el de Chávez, en la "demonización" del adversario político, al que se persigue a todas horas desde la formidable máquina de propaganda de la radio y la televisión públicas y los demás medios, sobornados con cantidades ingentes del erario: buena parte del déficit público se ha gastado en toda clase de anuncios pagados por el gobierno en los medios, a la mejor manera de un régimen comunista. La única diferencia es que no hay límites a las ganancias de los favoritos del régimen. Para dar una idea de la unanimidad de la prensa española a favor de Zapatero hay que pensar en la que exhibe la prensa colombiana en contra del gobierno de Uribe.

A ese "efecto Goldstein" se añade la continua provocación: dado que España es un país con una fuerte tradición católica, las medidas que promueve el gobierno tratan de constituir agravio para la población conservadora: matrimonio homosexual, ampliación de los supuestos del aborto, ley de "violencia de género" que constituye una aberración jurídica (con "delito de autor", al mejor estilo nazi), etc. De ese modo, los partidarios del gobierno andan siempre "movilizados" por causas ajenas a lo que debería ser la función de aquél. Y la sociedad dividida entre "antiguos" y "modernos" que llegan lo antes posible al futuro, que se presenta sólo como disolución y pérdida de responsabilidad.

Durante el siglo XIX en España se dieron procesos más bien desconocidos en Hispanoamérica. Las regiones próximas a Francia experimentaron un proceso de industrialización y enriquecimiento que las hizo más poderosas que el resto, al tiempo que el régimen político se basaba en el "caciquismo", en el dominio de las regiones por parte de camarillas de poder. Tras la catástrofe de 1898, en que el viejo imperio se desmoronó del todo, la gente tradicionalista de esas regiones se planteó la separación de España, siguiendo los intereses de las elites locales. Fue la alianza entre los nacionalistas catalanes y vascos y los partidos de la izquierda lo que dio lugar a la guerra civil: a los que querían destruir las leyes les convenía aliarse con los que querían descuartizar el país. Esa alianza está en la base del gobierno de Zapatero: para aprobar las leyes necesita el apoyo de los nacionalistas catalanes y vascos, y para obtener ese apoyo no vacila en alentar sus reivindicaciones, que siempre conducen a la separación de España (buena parte de los dirigentes de la sección catalana del PSOE son abiertamente independentistas).

En aras del entendimiento con esos sectores de maneras e ideología fascistas, Zapatero intentó negociar la paz con ETA en un proceso que recuerda al de Pastrana con las FARC, con colaboración para la fuga incluida. Dicho proceso reanimó a la banda terrorista, bastante alicaída en 2oo4, y no sirvió en absoluto para su desmovilización.

Es importante insistir en la falacia de la oposición "franquismo versus izquierda". Si se piensa en la reciente admisión a trámite de varias querellas por prevaricación contra el juez Baltasar Garzón, una de las mejores explicaciones del asunto que he encontrado es este escrito del ex presidente (por el PSOE) de la Comunidad de Madrid, Joaquín Leguina. Y sin ir más lejos, el magistrado que presentó la querella es uno de los fundadores de una asociación de jueces progresistas. Del mismo modo, Hermann Tertsch, uno de los intelectuales que con más firmeza denuncia al gobierno, al que califica de "secta", fue durante veinte años director de la sección de opinión del diario El País.

En política internacional, el gobierno español es un campeón de las tesis chavistas, aliado de Ahmadineyad y otros políticos violentos y valedor del régimen cubano en Europa. La adhesión completa al eje bolivariano ha sido una constante en la conducta del ministro de Exteriores Miguel Ángel Moratinos. El hecho de que un régimen como el cubano (nadie entiende nada de Cuba mientras no conozca la historia de Orlando Zapata) se vuelva el juez de la democracia y el respeto a los derechos humanos en Honduras, es muestra de esa perversidad: de que el gobierno español es parte esencial del eje bolivariano y si exhibe mejores modales es sólo porque España no es un país tan primitivo como los que han caído en manos del chavismo, por no hablar del poder que de por sí tiene en la escena internacional (y que hace al gobierno relativamente menos dependiente de Chávez).

En ese contexto es sencillamente grotesco que aparezcan escritos como la última columna de Mauricio Vargas, según la cual el gobierno español mostró "miedo" a Chávez. No tendría ningunas ganas de contrariarlo. Ciertamente, Zapatero y Moratinos no hacen público ningún apoyo a las FARC, pero es porque las FARC ya están vencidas a ojos de los observadores internacionales, que no saben hasta qué punto conspiran para reanimarlas los medios, las universidades, los jueces y los intelectuales en Colombia.

El comunicado conjunto emitido por ambos gobiernos respecto de la colaboración de Venezuela con las FARC y ETA es una muestra de esa complicidad. Y de algo peor: del cinismo que sólo pueden compartir unos criminales. Claro que en Colombia no se nota el grado monstruoso de la mentira porque en Colombia es el tono corriente de la prensa.

Cada día que pasa el gobierno de Mister Bean hunde a España en Hispanoamérica. Las perspectivas de la economía española son bastante parecidas a las de la economía venezolana, mientras que la separación de Cataluña ya se da por hecha en muchos ambientes. ¡Qué curioso! No la condenan los franquistas sino los perseguidos por el franquismo. Los franquistas, toda una casta de miserables, están con Zapatero.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 10 de marzo de 2010.)

viernes, junio 25, 2010

Elección a tres vueltas

Van pasando los días y se va diluyendo la resaca del fallo de la Corte Constitucional que frenó el proyecto de segunda reelección. Casi que nadie se acuerda de que en escasos diez días hay elecciones y que éstas decidirán el futuro del país casi tanto como las presidenciales, pues de no haber sólidas mayorías parlamentarias que representen a las mayorías sociales que defienden la democracia el próximo gobierno no podrá sacar adelante sus proyectos de ley, ni habrá modo de contener la rebelión de los jueces, últimamente ocultada por la prensa (ya se volvió norma que no haya fiscal, y que las relaciones de ciertos políticos con las FARC, demostradas por los computadores de Raúl Reyes, no constituyan delito).

La escasa importancia que se da a estas elecciones, y la proporción de abstención, previsiblemente más alta que en las presidenciales, hace dudar del sentido de que existan instituciones parlamentarias, con los tremendos costos que plantean y la obstrucción a la acción de cualquier gobierno, obstrucción que no procede de la defensa de valores o intereses legítimos sino de la necesidad de los congresistas y senadores de recibir recursos para "aceitar" sus maquinarias. Toda vez que a nadie se le ocurre suprimir el Congreso, la inanidad de su existencia hace pensar en la posible conveniencia de optar por el sistema parlamentario: al menos habría menos elecciones, y los elegidos tendrían alguna responsabilidad ante los ciudadanos de sus circunscripciones. Pero eso demandaría una nueva constitución, proyecto que no interesa a nadie porque parece como un cálculo a muy largo plazo, y los políticos sólo piensan en objetivos inmediatos.

En todo caso valdría la pena que la gente se tomara en serio la elección: cada abstencionista ayuda a los que compran y venden votos y también a las minorías que pretenden cambiar el rumbo que ha seguido el país en los últimos ocho años, y ese cambio sólo puede significar la renuncia a la firmeza con que se ha combatido a las bandas terroristas promovidas desde Venezuela y Cuba. Nadie debe dudarlo, lo que se elige es SÓLO la continuidad del gobierno o el retorno al Caguán, pues, para armar la posible mayoría, todo candidato alternativo a los uribistas necesitará del apoyo de las clientelas que reinaron durante los años noventa, así como de la izquierda democrática, es decir, de la parte urbana y desarmada, como Lucky Luciano, de la trama comunista. Y mientras que los ciudadanos honrados se distraen o se dejan manipular por la prensa, para la que sólo existen los candidatos del bando antiuribista, los socios de las guerrillas no vacilan en recurrir a todos los medios imaginables para elegir a los suyos.

El resultado de las elecciones parlamentarias será la verdadera encuesta que muestre hasta qué punto las campañas de la prensa han dado resultado: una alta abstención daría ventaja a las minorías, sumamente organizadas y activas pues a fin de cuentas los privilegios obtenidos gracias al poder político son su medio de vida. Para eso ocultan las propuestas de los candidatos al Congreso y promueven usando todas las artimañas imaginables a los candidatos ligados a los dueños de los medios. Un triunfo relativo de los candidatos de la oposición anunciaría una lucha reñida por la presidencia, pues tanto Chávez como Santodomingo, las FARC, los López y los demás "Electores" se animarían a invertir grandes cantidades en propaganda y compra de votos a favor de alguien que pudiera disputar la presidencia al candidato continuista, amén de encargar "acciones" que sirvieran para que los propagandistas hicieran cundir la "frustración" por la plata perdida en "la guerra".

Pero además de eso las elecciones de marzo son una primera vuelta por las particularidades de la consulta sobre la candidatura del Partido Conservador. El hecho de que sea un partido minoritario, y de que el bando chavista esté en clara minoría en la sociedad, hace que la candidata Noemí Sanín se vuelva su mayor esperanza, sobre todo después de la campaña de propaganda negra con que han intentado destruir al ex ministro Arias con el pretexto del programa Agro Ingreso Seguro.

Al ser una consulta abierta, los militantes del Polo Democrático y las maquinarias del samperismo —que a fin de cuentas eligen alcalde en Bogotá y seguramente lo volverán a elegir en 2011 a pesar del desastre que han sido los dos gobiernos de esa facción— votarán por la señora Sanín, con la esperanza de que en una hipotética segunda vuelta —que los medios dan por descontada, convencidos de que pueden crear la realidad— sea capaz de agrupar a todos los poderes fácticos del viejo país y añadir algún iluso para volver a los tiempos felices del Caguán.

Es muy diciente de esa intención que la mentada señora sea descrita por la prensa como "uribista". Seguramente se refieren a que es aliada de Juan Gabriel Uribe, el director de El Nuevo Siglo, un "periódico" que compite con Semana y El Espectador en la misión de reproducir la propaganda de Anncol y las razones del terrorismo. El hecho de que semejante personaje sea el jefe de campaña de la candidata deja ver una alianza con la parte más podrida del conservatismo, la que "dirigió" el país entre 1998 y 2002, liderada por el inefable Andrés Pastrana, que todavía reivindica los "logros" de su proceso de paz con las FARC.

Es decir, la elección en apariencia secundaria de un candidato del conservatismo se vuelve un pulso entre continuidad y retroceso al Caguán, y la disciplina y activismo de los chavistas y demás malhechores amenaza con desfigurar la elección, pese a que la inmensa mayoría de las personas de talante conservador están con el presidente y con el ex ministro que puja por la candidatura. Y valdría la pena que los votantes hicieran un poco de memoria: ¿qué hacía Noemí Sanín en el Caguán prometiendo acuerdos y reconocimiento a Tirofijo? ¿Cómo es que aceptó la embajada en España después de decir que Álvaro Uribe era el candidato de los paramilitares?

Es que para promover su carrera necesita el apoyo de esos personajes (se podría rastrear cualquier crítica a la ex embajadora que hayan expresado los beneficiados de su generosidad), pero para ofrecerles prebendas necesita un puesto importante.

Eso es lo que representa esa señora y lo que, en caso de descuido, saldrá como representación de los conservadores en las elecciones de mayo. Y nadie debe engañarse: se trata de una gran alianza por el secuestro, que contará con ingentes recursos de Chávez y con el favor de las FARC. Pues el odio enfermizo de Pastrana y su camarilla hacia Uribe no es casual ni fruto de las lamentables vanidades personales de esos próceres. En tal caso se habrían distanciado de los continuadores de la alianza con las FARC, como Álvaro Leyva, Víctor G. Ricardo o Lázaro Vivero Paniza, cosa que nunca han hecho. Sencillamente, al igual que las demás camarillas que "gobernaron" el país durante los noventa, necesitan a las FARC y a sus socios políticos para armar una mayoría que les abra las puertas a los grandes negocios y a los grandes lujos pagados con dinero público. Ya son casi como la Anapo fundada por el antiguo campeón del anticomunismo y protegido de EE UU Gustavo Rojas Pinilla y hoy parte integrante del "Frente Popular" con que el PCC intenta abrirle camino a sus tropas hacia el poder.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 3 de marzo de 2010.)

domingo, junio 20, 2010

El país amordazado

En estos días vi en la televisión una serie de películas caseras hechas por personas que viajaron desde Norteamérica a Europa, sobre todo a Alemania, en los años treinta. Todavía no se sabía hasta dónde sería capaz de llegar Hitler, y no se tenía la menor experiencia reciente de algo como el Holocausto. Y cuando uno piensa en esa época le resulta muy llamativa la forma en que los hechos van envolviendo a la gente y la locura colectiva se dispara hasta alcanzar las cotas de la década siguiente.

Algo parecido es leer la prensa colombiana o noticias sobre Colombia: la distancia surte el mismo efecto, uno se pregunta cómo puede estar ocurriendo lo que ocurre, cómo pueden estar los "periodistas" y políticos de oposición en el juego en que están, y es difícil hallar explicación. ¿Qué no habrían hecho muchas personas si pudieran trasladarse con la máquina del tiempo para advertir a los alemanes de la desgracia que les preparaba su gobierno? Ciertamente, a esas personas no las habrían escuchado.

Es lo que pasa con Colombia: ¿cuándo se darán cuenta de que la complicidad de las ONG, incluidas las internacionales, con las bandas terroristas no se refuta proclamando los pretextos de su actividad? No, no se dan cuenta porque de momento siguen llegando grandes recursos gracias a los cuales los cientos de "observatorios para la paz" permiten proveer sueldos de ministros a sus creadores, y siguen saliendo recursos de universidades y fundaciones europeas y norteamericanas para que los correspondientes vividores disfruten de los menús de los hoteles de lujo y prueben la vida diplomática con que soñaron cuando se volvieron revolucionarios. Son como los promotores de un espectáculo de horror que ofrece halago y consuelo a las clases intelectuales del Primer Mundo, huérfanas de la revolución y el socialismo. (Sobre eso es muy recomendable este escrito de Félix de Azúa)

Esa ceguera, y sería muy injusto comparar al país de Brahms y Mahler con el de Carlos Vives y Shakira, es especialmente manifiesta cuando se piensa en la inverosímil campaña de llanto por la revista Cambio. ¿Es que creen que podrán imponer la verdad al mundo del futuro y hacer creer a la gente algo tan ridículo?

Supongo que todo el mundo conoce el chiste del que le dice a un amigo en un sitio muy concurrido: "Cuánto apuestas a que soy capaz de darle una palmada en la cabeza a ese calvo". Es difícil para el aficionado a apostar resistirse, sobre todo la tercera vez, cuando ya no están en el mismo sitio: ¿hasta dónde será capaz de llegar el otro? Es lo mismo que pasa con los "periodistas" colombianos: ¿qué límite de desfachatez frenará a estos ganadores absolutos del Libro Guiness de los Récords?

Si uno lee las páginas de opinión de El Tiempo de las últimas dos semanas se encuentra todos los días al menos un artículo, y con frecuencia más, dedicado al tema, que es de lejos el que más alusiones ha ocasionado en la prensa. Parece que en el país no hubiera nada más importante. ¡La indignación por la censura es tan clamorosa, tan dolida, tan aguda y justa, que se impone sobre la misma censura en el mismo medio vendido al vil metal que traicionó el sueño de un periodismo de investigación objetivo, ecuánime y riguroso! Y ante algo tan hermoso todavía hay quien dice que Colombia es un muladar.

Es exactamente como si un grupo de manifestantes se plantara en la avenida Jiménez con pancartas pidiendo que los dejaran salir a la calle. Censurados en la práctica están los que no colaboran con ese horrísono unísono, aunque el término ("censurados") es un absurdo porque la censura es otra cosa.

¿Hasta dónde serán capaces de llegar? De momento la gente como que vacila, como que sospecha que podría haber presiones para que cambiaran la revista y que ése podría ser el motivo del cierre. Como si mañana Hugo Chávez se presenta en un convento declarando que es una novicia que fue a visitar a su familia el fin de semana.

Obviamente yo no sé si alguien presionó a los dueños de la CEET para que cambiaran la revista. En gracia de discusión podría aceptar que eso hubiera ocurrido. ¿Qué tiene eso que ver con la censura de prensa? Es seguro que hay relaciones económicas entre los medios y el gobierno. ¿Por qué va el gobierno a pagar la propaganda de sus más encarnizados enemigos? Ya es un escándalo inverosímil que en Colombia hayan matado a cientos de miles de personas después de las campañas de adoctrinamiento de las universidades con recursos públicos. Eso ha sido posible porque a esas personas nadie las defendía, pero el gobierno es perfectamente capaz de evitar que lo destruyan con calumnias.

Lo interesante es esto: ¿qué clase de gente es capaz de exigirle a una empresa que pague sueldos de muchísimos millones a los editores de una revista que no da ganancias, que pierda su dinero en aras de abstracciones tras las que sólo se enmascaran los intereses de esos dolientes del quijotismo millonario? ¿Cómo es que el señor Pardo no abre un blog gratuito y publica ahí toda la verdad silenciada?

Como con los alemanes de los años treinta, los estudiantes y doctores jóvenes se suman a creencias ridículas como ésa (sus padres y hermanos mayores se entusiasmaron con Lenin y el Che Guevara y sólo son, comparados con alias Alfonso Cano, más cobardes, más torpes y más frívolos). Y la pregunta que conviene hacer es ésta: ¿cómo puede haber medios de prensa que no son rentables y sin embargo se mantienen?

Ése podría ser el caso de El Espectador durante buena parte del tiempo en que ha sido propiedad de Santodomingo. La respuesta es simple: porque esos medios hacen propaganda del partido o del gobierno que favorecerá por otros medios al dueño. La idea de que los dueños de la CEET cierran ese medio de propaganda para favorecer sus opciones al tercer canal sólo es síntoma de que la camarilla de Rodrigo Pardo y Martha Catalina Daniels no parece tener muchas esperanzas de gobernar en los próximos años.

Eso sí, la rabia de los censurados seguirá. Hay gente que no tiene vergüenza: ¡son los mismos que recitan día tras día la increíble propaganda legitimadora de las guerrillas y gracias a los crímenes se aparean en los mejores hoteles con la flor y nata del gremio de vividores de los países ricos! ¿Cómo podemos hacer oídos sordos al clamor de tan admirables personas?

(Publicado en el blog Atrabilioso el 24 de febrero de 2010.)

miércoles, junio 16, 2010

Exenciones fiscales y "enfermedad holandesa"

Es de verdad difícil hacerse a una idea de lo que ocurre con la economía colombiana leyendo la prensa, pues el nivel de manipulación es tan fuerte que sólo quedan satisfechos los previamente convencidos: esa clase de personas, la absoluta mayoría de las clases altas, al menos de las que leen la prensa, que siempre están descontentas con todos los gobiernos y con todo lo que haga cualquier gobierno, salvo que sea una dictadura llena de inspiración, de oratoria, de adalides todopoderosos que "remedian" con suspiros y vocales alargadas lo que en otro medio se remedia trabajando. El modelo de esos adalides es Fidel Castro, del que surgieron varios cientos de clones en las universidades colombianas, clones que tienen mucho que ver con la violencia de las últimas décadas.

Esa disposición tan especial, ese descontento íntimo, esa ansia de borrachera (no otra cosa son las revoluciones que tanto clamor despiertan en el medio "intelectual" del país, tanto la cubana como la "Revolución cultural" china que acompañó a una de las peores hambrunas de que se tenga noticia, como la camboyana) va unida a cierta incapacidad de entender los números y seguir la lógica. ¡Los académicos, doctores, pensantes, sabios, literatos, artistas y demás próceres de la patria consiguen en su descontento resolver la cuadratura del círculo! Al mismo tiempo se quejan de que los salarios son muy bajos, de que hay una altísima tasa de desempleo y de informalidad, de que hay empresas y de que, obviamente, los servicios nunca son como los que ellos se merecen.

Con frecuencia los descontentos que aparecen en la prensa son viejos defensores de los gobiernos maravillosos que tanto hicieron por el país entre 1982 y 2002. En el espeluznante unísono de mentiras y estridencias que es la "prensa" colombiana uno encuentra una constante: ¡las cosas estaban mucho mejor antes de 2002! Y la convicción con que hablan esas personas deja ver algo muy claro: ¡que para ellos las cosas estaban mucho mejor!

Cuando se trata de la salud, hacen una algarabía increíble: quieren que la atención sanitaria sea universal, gratuita y completa y al mismo tiempo defienden la increíble "acción de tutela", que es la atención completa y gratuita para los que tienen "palanca" con algún juez desaprensivo, valga la redundancia, obviamente a costa de los demás. ¿Cuántas veces ha mencionado un solo comentarista los datos concretos de cobertura del servicio? Después de muchas críticas de todo tipo, en las que extrañamente se critica al gobierno por asistencialista y al mismo tiempo por no cumplir las órdenes de la Corte Constitucional, uno no llega a saber cuál es la cobertura del servicio. Excepcionalmente un comentarista honrado, Saúl Hernández, nos explica por ejemplo que la cobertura se ha extendido del 60 % al 90 % de la población desde 2002.

El peligro de que a partir de este año el país esté gobernado por alguien relacionado con esos personajes de la prensa es mayúsculo. Es tan evidente que están resueltos a mentir para complacer a un público fanatizado e ignorante, que los gobiernos de Samper y Pastrana serán recordados como una época feliz de buen gobierno si se permite a los candidatos de la prensa "gobernar".

Un buen ejemplo de esa carencia de argumentos es todo lo relacionado con las exenciones fiscales a las empresas, los pactos de estabilidad, las zonas francas, el programa Agro Ingreso Seguro y todo lo que en la propaganda del gobierno se llama "confianza inversionista". ¡La mayoría de los que lo comentan, incluso catedráticos de economía, hacen cuentas de los impuestos que se han dejado de cobrar, como si la inversión se hubiera dado sin la rebaja fiscal! No les interesa: no saben qué es la vergüenza ni sienten el menor respeto por sus lectores (con razón, por lo demás, pues esos lectores suelen tener título universitario y por lo general son sólo psicópatas fanatizados).

Pues bien, un ex ministro de Minas y Energía, Carlos Caballero Argáez, publicó el sábado pasado una columna en la que advierte de las perspectivas de la economía colombiana en la década que comienza. Considera que la expansión de la explotación de minas y yacimientos de combustibles podría dar lugar a la llamada "enfermedad holandesa" (que los demás sectores de la economía se deprimen como resultado de la revaluación de la moneda y del flujo de dinero procedente de esos rubros). A lo mejor tiene razón, a lo mejor ese peligro acecha.

Lo que pasa es que ante tal peligro, ¿qué ocurriría si las empresas colombianas no tuvieran incentivos para invertir, los agricultores para dotarse de sistemas de regadío y los hoteleros para construir alojamientos? Colombia podría tener un colapso productivo como el que ha sufrido Venezuela, pero entonces los críticos culparán al gobierno de no haber previsto el problema, siendo que precisamente lo ha afrontado con las medidas que más convienen: las que aseguran la presencia del inversor, de la planta física de una fábrica, de la infraestructura productiva...

Lo que pasa es que la parte atávica de la sociedad nunca ha pensado en trabajar ni en producir ni en garantizar el bienestar de la gente: ¡bastan los decretos y las palabras estremecedoras, las sonoras anáforas (figura retórica consistente en empezar cada frase de la misma manera que la anterior) , los cinco minutos de odio contra Goldstein y la gran epopeya del bochinche!

Y es que la Colombia atávica sólo es la barbarie.


(Publicado en el blog Atrabilioso el 16 de febrero de 2010.)

miércoles, junio 09, 2010

La creación del sentido común

En una existencia anterior yo tuve que ser un severo maestro de escuela. La prueba es que siento unas ganas tremendas de darle un tirón de orejas a cada persona que cree en la transmigración de las almas: que su individualidad la comparte con alguien con quien no comparte genes, circunstancias, condición ni época. Pero tampoco es para tanto: ¡hay que respetar las creencias de la gente! Lo que da rabia es que esa "creencia", tal como ocurre con el horóscopo, sólo sirve para denunciar la levedad e ignorancia de quien la proclama (como ocurre con los tatuajes, los piercings y los nombres novedosos, que sirven sólo para delatar la baja condición social de quienes los usan). No conozco el primer caso de alguien que rehúse yacer con una individua porque sea de signo "Libra", ni menos el primero que tenga un gesto desprendido o una conducta exigente consigo mismo que corresponda a su existencia anterior. Es decir, entre nosotros nadie cree realmente en la "reencarnación", quienes manifiestan que creen sólo quieren tener de qué hablar o darse importancia.

Pero en otros contextos lo que habría parecido imposible o disparatado sería poner en duda tal evidencia. Por ejemplo, en India durante varios milenios. Y no hay que ir muy lejos para encontrar certezas parecidas, como la de que un acto perverso que no esté registrado en las leyes o no llegue a conocimiento de nadie será castigado de todos modos, cosa que todavía creen la mayoría de los colombianos, incluidos los que hablan de "reencarnación". Sencillamente, el individuo crece en una sociedad en la que tales concepciones son tan obvias como el oxígeno en el aire: todo el mundo las comparte y sobre todo las proclaman los más venerados y sabios. El escepticismo requeriría un espíritu crítico y un volumen de información que no existen "de por sí".

Claro que la creencia en la transmigración de las almas tampoco es natural: alguna vez fue un invento interesado de los sacerdotes, siempre amenazados por la indocilidad de sus súbditos, a los que la muerte no disuadía suficientemente de rebelarse. Hacía falta un sufrimiento del que no fuera tan fácil librarse. La forma en que tal absurdo llego a hacerse creencia común es lo interesante, lo que dice mucho de la capacidad de la casta sacerdotal para forzar la realidad hasta hacerla pasar por el embudo y obtener un material controlable.

En los últimos siglos esa tarea la llevan a cabo los medios de comunicación de masas. Verdad es que éstos nacieron en el contexto de ascenso social de la clase burguesa en Europa y siempre los acompañó el rechazo a la censura (que impondrían los amos anteriores, el Antiguo Régimen o la Iglesia), pero en Colombia, por el orden de apartheid reinante en la época en que surgieron, han cumplido más cabalmente ese papel de adoctrinamiento. Eso, ligado a la tradición contrarreformista de rechazo a la crítica, define los rasgos del periodismo en Colombia: casi no hay transmisión de datos, sólo de consignas y opiniones interesadas. La noticia de la mujer bomba no aparece, pero cualquier rumor que afecte a los intereses de la gavilla de figurones que tratan de volver al Caguán da ocasión a ríos de tinta.

Y entonces opera el mecanismo por el cual la gente de India creía unánimemente en la transmigración de las almas: todas las personas a las que se podría preguntar lo confirmarían. Lo mismo ocurre con el conflicto entre los grupos que dominaron la política colombiana en las últimas décadas del siglo XX y el gobierno. Cuatro de cinco columnistas de la edición impresa de Semana son violentamente hostiles a un gobierno que en líneas generales es apoyado por cuatro de cada cinco colombianos. Otro tanto se puede decir de El Espectador, donde, aparte, la mediocridad de la mayoría de los columnistas los hace parecer verdaderos clones pagados para repetir una propaganda que les entregan ya redactada (se supone que los leen sus allegados, que a su vez es la única opinión que leen y se la apropian como su verdad personal y la proclaman convencidísimos ante quien quiera escucharlos). La proporción se reduce un poco en El Tiempo, pero sin que los portavoces más o menos abiertos de las bandas terroristas (como León Valencia o Lázaro Vivero Paniza) dejen de aparecer como guías del bando de la ley.

El espectáculo de los medios en Colombia es en fin ése: el intento de crear una realidad que no se sustenta más que en la multiplicidad de firmas que la reproducen. Los decretos de emergencia social que recientemente lanzó el gobierno se consideran un tremendo fracaso gracias a la multiplicidad de testigos que lo confirman desde sus tribunas (por no hablar de los sectores interesados en continuar con la situación anterior, en que se siguieran despilfarrando recursos para enriquecerlos a ellos). Lo de pagar a estudiantes para que colaboren con la policía en la investigación del delito fue motivo de varias decenas de diatribas en las que por una extraña manía aparecía siempre la Stasi alemana (no importa que lo firmaran los mismos defensores del régimen cubano, que tanto copia a la Stasi).

La lista de falsedades y disparates de la prensa colombiana es extensa. ¿Cuántas personas de las que escriben en la prensa ponen en duda que Piedad Córdoba trabaje por los secuestrados? ¿Y que Iván Cepeda Castro sea un defensor de las víctimas del "conflicto" (y no más bien un creador de víctimas)? ¿Y que el finadito Héctor Abad Gómez fuera un defensor de la democracia, como si no fuera un líder importante del partido de las FARC? (El hecho de que Vargas Llosa elogie a su hijo y la hagiografía que éste escribe no borra la realidad de que el hombre derivaba poder político de las masacres y secuestros que cometían los niños y rústicos de la tropa en aras de su carrera política.) Pero siempre se está en una tremenda soledad denunciando lo evidente: en realidad, la disposición con que esos miserables mienten tanto y con la que sus clientelas interesadas se dejan engañar es la que determina los crímenes de tantas décadas en Colombia. Quienes los ordenan siempre cuentan con que los podrán presentar como una "necesidad histórica". No es raro que los grandes beneficiarios del tráfico de drogas, de la corrupción política y de la industria del secuestro (sin la cual sería muy difícil ofrecer "argumentos" convincentes para comprar clientelas con sueldos diez veces superiores al promedio y pensiones a los cuarenta años), se presenten como una raza de quijotes ansiosos de mejorar este mundo y corregir tanta desigualdad.

Dentro de esa orgía de mentiras divulgadas con la más increíble desfachatez destaca, al menos por su cercanía en el tiempo, lo que se ha dicho del cambio de orientación de la revista Cambio. Sin el menor pudor aparece en lasillavacia.com un informe según el cual dicha revista fue transformada por sus dueños porque se dedicaba al periodismo de investigación, ¡cosa que consistía en divulgar los informes de la Corporación Nuevo Arco Iris! Más grotesco, y ya es mucho decir, es que el director de dicha revista aparezca como modelo de periodista valeroso y sensato.

Si en Colombia hubiera periodismo de investigación —y no sólo burda propaganda de los intereses que están detrás de las bandas terroristas— alguien se habría tomado el trabajo de publicar todo lo referente a las declaraciones de alias Rasguño sobre el asesinato de Álvaro Gómez. ¿Cómo se le va a pedir que publique un informe semejante al señor Pardo que, como ministro del gobierno de Samper, es más bien probablemente uno de los que encargó ese magnicidio? No hay ningún problema, siempre y cuando se corresponda a la doctrina castrista de Enrique Santos Calderón o Roberto Pombo, o a los intereses de Julio Mario Santodomingo, se puede pasar de secuestrar y matar gente a dar lecciones de moral (como León Valencia) o de alentar masacres a defender la democracia (como Alfredo Molano).

Si el problema fuera de presiones del gobierno y no de rentabilidad del citado medio, ¿por qué no la publican con otro nombre y con los mismos "periodistas"? Habría un problema de libertad de prensa si las autoridades les impidieran hacerlo. Si los dueños dejan de publicar un medio que deja pérdidas para disgustar menos al gobierno tal vez sea sólo porque la perspectiva de obtener grandes ventajas, como las que obtuvieron los medios de Santodomingo durante el gobierno del citado hampón, se vea más bien remota, dadas las expectativas electorales. El tono en que habla la gavilla de asesinos de guante blanco que dicta la norma en esos medios hace pensar que nociones como las de "libertad de prensa" ya las han traducido a "obligación de los demás a ayudarles a masacrar gente y a pagar la misión". O mejor dicho, a encargar al servicio doméstico que lo haga, tal como ocurría cuando Andrés Pastrana lo autorizó, sin que extrañamente les doliera entonces el sacrificio de la Constitución que tanto dicen defender.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 11 de febrero de 2010)

domingo, junio 06, 2010

La más violenta mentira de Agitprop

De todas las enseñanzas que dejó a los propagandistas Josef Goebbels la que más se aplica en Colombia es que una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad. Un periódico como El Espectador tiene varias decenas de columnistas, unos dos tercios de los cuales parecen recibir consignas sobre los temas que deben tratar, a veces más bien recibir los artículos escritos para que les añadan algún chascarrillo de propia cosecha y así publicarlos.

Y los demás medios importantes de la capital hacen exactamente lo mismo. La propuesta de pagar a los estudiantes de Medellín para que denuncien cualquier actividad de bandas criminales ha dado lugar a varios cientos de diatribas clamando por la decencia y el civismo, exactamente de los mismos que exigen que el gobierno premie las actividades de las guerrillas. Pero lo mismo se podría decir de los "falsos positivos", que según esos profesionales de la mentira afectan a varios miles de víctimas, las cuales extrañamente son sólo cifras en la prensa, salvo alguna decena de casos sobre los que se hace todo el ruido posible.

Otro tema típico son los asesinatos de "sindicalistas", tema que sirvió de pretexto a Obama y Nancy Pelosi para frenar el trámite del TLC con Colombia, ofreciendo a sus votantes una doble mentira: la de presentarse como protectores de víctimas de persecución política, siendo que no hay tal, y de paso asegurarse de que no hubiera relaciones comerciales fluidas con Colombia, con lo cual se salvarían puestos de trabajo en EE UU, cosa que también es mentira. Más bien al contrario, el comercio favorecería la creación de puestos de trabajo allá, pues las exportaciones colombianas están protegidas por el tratado de preferencias andinas. 

 La historia de la violencia contra los sindicalistas es paradigma de la mala fe de los propagandistas de la prensa colombiana y de su afinidad más que manifiesta con las tramas de la izquierda democrática, es decir del chavismo, es decir, de las bandas terroristas. Una investigación del CEDE de la Universidad de los Andes arrojó resultados que de ser conocidos por los ciudadanos estadounidenses dejarían muy mal parados a los políticos del Partido Demócrata que "se dejan engañar" para "vender" la falacia que mueve a sus votantes a apoyarlos. 

Si (tal como cuenta Santiago Montenegro) la tasa de homicidios en Colombia en 2008 era de 35 por 100.000 habitantes mientras que la de afiliados a sindicatos era de 5 por cada 100.000, la queja que tendría sentido presentar al gobierno colombiano sería por la desprotección que sufren los no afiliados a sindicatos. La causa de que los homicidios que sufren personas afiliadas a sindicatos sea tan llamativamente inferior a la de los demás tiene que ver con la condición social de esas personas: en su gran mayoría son empleados estatales que viven en barrios acomodados de las grandes ciudades y se han beneficiado del poder acumulado durante muchas décadas por el Partido Comunista gracias a su formidable organización y a sus recursos de presión. Las circunstancias en que una persona está expuesta a que la maten son más bien extrañas para esa minoría de la sociedad.

Pero lo interesante es recordar que el informe citado del CEDE de la U. de Los Andes, basándose en una investigación exhaustiva, llega a la conclusión de que no hay en Colombia una persecución sistemática ni dirigida contra las organizaciones sindicales. En el resumen de dicho informe se lee:

En particular, el artículo muestra que la violencia anti-sindical en Colombia ha caído de manera sostenida durante los últimos siete años. Adicionalmente, usamos una base de datos tipo panel para estudiar los determinantes de la violencia anti-sindical en Colombia, haciendo especial énfasis en probar la hipótesis según la cual la mayor actividad sindical causa mayor violencia anti-sindical. Usando diferentes fuentes de datos, estrategias de estimación y períodos de tiempo, no encontramos ninguna evidencia estadística en favor de esta hipótesis. Los resultados de este artículo sugieren que, en promedio, la violencia contra sindicalistas en Colombia no es sistemática ni dirigida.

Pero nada de eso interesa a los sindicalistas, del mismo modo en que la inmensa mayoría de las atrocidades de las bandas terroristas no merecen la menor atención de la prensa colombiana. En un informe sobre la situación de los sindicalistas en el mundo, publicado en la página de una organización sindical internacional, se lee:

A nivel mundial en 2008, al menos 76 sindicalistas fueron asesinados como resultado de sus acciones en defensa de los derechos de los trabajadores. América Latina sigue siendo el continente más mortífero para los sindicalistas, con 66 asesinatos en 2008. En Colombia, 49 sindicalistas perdieron la vida (de los que 16 eran dirigentes sindicales, incluyendo cuatro mujeres), lo que representa un incremento del 25% respecto a 2007. También mataron a sindicalistas en Guatemala (9), Honduras (3) y Venezuela (4) entre otros países. En Asia, se registraron al menos seis asesinatos (Nepal y Filipinas), tres en África (Nigeria, Túnez y Zimbabwe) y uno en Oriente Medio (Iraq).

Es decir, que dos tercios de los homicidios de "sindicalistas" en todo el mundo tuvieron lugar en Colombia. Es difícil saber si los redactores del informe eran conscientes de la mentira que propagan los activistas del chavismo, pero lo cierto es que dicen que esas personas murieron por sus actividades sindicales, cosa que es manifiestamente falsa. Un elemento importante de esa mixtificación es el que atañe al término sindicalista. Para el caso se alude a "personas afiliadas a sindicatos", pero todo el mundo entiende que se trata de activistas sindicales. 

La prensa colombiana, cuyos dueños lo son también de las bandas de asesinos ligadas al chavismo, no tiene el menor pudor en presentar sistemáticamente esos datos como ciertos. Y en el medio es raro el que se interesa por descubrir la mentira de esos datos. Si en el mundo el promedio mundial de homicidios anuales por cada 100.000 habitantes es de 7.6 y si la tasa fuera la misma para los afiliados a sindicatos (unos 166 millones según la Wikipedia), en un año no habría habido 76 muertes de "sindicalistas", sino más de doce mil.

Lo que pasa es que nadie se pone a considerar si la víctima de un homicidio pasional o de un atraco estaba afiliada a un sindicato. Sólo para los fines de la insurgencia, es decir, de los dueños de la prensa y de muchos otros integrantes de la vasta conjura de la que la insurgencia es sólo el servicio doméstico, se cuentan esos crímenes como relevantes políticamente en Colombia. No importa que los asesinos sean socios de los denunciantes y que las víctimas sean uribistas, como denunciaba José Obdulio Gaviria que ocurrió con el profesor Jaime Bazante

Pero en fin: las mentiras de esta gente son tan atroces y la disposición con que las propagan es tan repugnante y despreciable que uno sólo puede registrar la mentira, convencido de que aquellos que la propagan SABEN bien que los crímenes de la tropa de niños y rústicos sólo tienen por objeto asegurarles rentas y poder a ellos. (Publicado en el blog Atrabilioso el 3 de febrero de 2010.)