jueves, marzo 29, 2012

El lamento pacifista


Solipsismo
A la gente ignorante la idea del idealismo extremo, que considera la realidad como una pura ilusión, le parece una pura idiotez. Y es que la ignorancia no es más que la suma de certezas producidas por la imposición de imágenes o moldes conceptuales presentes en la memoria sobre la percepción de los sentidos, tal como según Shánkara sobreponemos la imagen de una culebra a un trozo de cuerda y lo tomamos por tal. Sin la discusión que presentó Parménides a los filósofos que lo precedieron ("¿Cómo puede ser un no ser pensado?"), que conduce sin remedio a la cuestión de la ilusoriedad del mundo visible, sin duda la filosofía sería mucho más pobre. De hecho, de la cuestión de la imposibilidad del "no ser" surgió la reflexión que condujo a la teoría atómica: el primero que la formuló, Leucipo de Mileto era un discípulo de Parménides y Zenón que intentaba responder a sus maestros. Es muy curioso que esa misma idea esté presente tanto en la reflexión occidental como en la oriental, siendo la doctrina de la no-dualidad que exponía el citado Shánkara la corriente que predomina en la tradición hindú.

Tratándose del tema de este blog, la cuestión es muy importante no porque alguien pretenda discutir si los crímenes e injusticias existen realmente, sino porque para empezar a hablar de ellos hay que remover los prejuicios que se sobreimponen a la realidad. Al menos señalarlos y ponerlos en cuestión. Si uno mira la forma en que la mayoría de los colombianos conciben lo que ocurre, siempre hay tintes marcadísimos de mentiras inducidas por los medios y por la "educación", y son esas mentiras las que impiden una respuesta eficaz a la acción de los criminales.

A señalar esas mentiras y la forma en que operan, así como sus autores, he dedicado muchísimas entradas de este blog, y también muchísimos textos de Twitter con la etiqueta #TodoEstáEnTuMente. Quien quiera que se plantee la posibilidad de superar las desgracias de Colombia debería empezar por esa cuestión de la conciencia, de la hegemonía de las nociones impuestas por los criminales, de la resistencia a aceptar los hechos y en últimas del compromiso de sectores minoritarios en términos demográficos pero hegemónicos en términos institucionales y culturales con las bandas terroristas.

Los Colombianos por la Paz
Debido a la presión ideológica y a la propia confusión moral de la mayoría de la gente (no hay que olvidar que Pablo Escobar despertaba innumerables adhesiones, así como muchos de los asesinos que lo precedieron y lo siguieron), al final viene a resultar que los asesinatos y secuestros que cometen las FARC y el ELN son cosa de la marca de calzado que se les ve, pues sus jefes evidentes no le parecen criminales casi a nadie. Tal es el caso del ex presidente de la Corte Constitucional Carlos Gaviria, al que sólo le falta declarar que encarga crímenes. Pero también de al menos un tercio de los columnistas de la prensa bogotana y de muchos políticos del liberalismo y el Polo "Democrático". No incluyo a los profesores universitarios porque ya no podría decir "muchos" ni mucho menos "un tercio" sino prácticamente todos los que enseñan materias con incidencia ideológica o política.

Para que además del trabajo de adoctrinamiento los profesores pudieran hacer presión a favor de los terroristas, la ex senadora Piedad Córdoba reunió a los líderes del gremio y creó el grupo de Colombianos y Colombianas por la Paz. Cuando uno mira quiénes son los que firman, resultan en su gran mayoría profesores universitarios. Con toda certeza, entre los más de 155.000 firmantes están casi todos los que enseñan materias con incidencia ideológica, aparte de numerosos periodistas obviamente contratados por los grandes medios, y algunos sindicalistas, que derivan su poder tanto de la presión de sus copartidarios universitarios y periodísticos como de los "argumentos" de la tropa rústica.

Bueno, ¿por qué hablaba del solipsismo? Pues porque TODO lo que se escribe y se dice sobre el "conflicto" es ocioso mientras no se entienda que la guerrilla es la universidad. La absurda, pero generalizada, resistencia a aceptar esa obviedad hace pensar en alguien que dijera "las uñas del gato negro me arañaron" o "el dolor de verse engañado por su esposa confundió tanto a don Benito que terminó enredado en las trampas de las oficinas de sicarios". De hecho, el "cineasta" Lisandro Duque, previsiblemente columnista de El Espectador y antes compañero del finadito "Alfonso Cano" en la dirección de la Juventud Comunista, decía sobre la UP:
El espíritu de los camaradas perdió la ilusión de los fierros, y de la alianza con quienes los portan, desde cuando fracasó, de manera sangrienta, ese incauto experimento de un partido mixto de gente legal y vulnerable en las ciudades y gente armada e inmune en el monte, auspiciado en el 85 por el gobierno de Betancur a manera de transición hacia un “inminente” acuerdo de paz.
No hay que seguir leyendo esto (más bien el texto de Lisandro Duque), no hay que volver a pensar en ningún secuestrado ni en ninguna víctima de los crímenes mientras se siga delirando como un niño febril que ve el trozo de cuerda como una culebra. Nunca habrá ningún remedio si no se empieza por plantear eso, pero cada vez que yo le digo a un colombiano que lo más urgente es cerrar esos adoctrinaderos de asesinos me mira como si le propusiera asar a la madre (hace pocos años ponían la misma cara cuando se hablaba de combatir a las FARC). De hecho, un "trino" mío en Twitter con una verdad tan, tan diáfana como ésta es candidato a ser el peor de 2011 en Colombia:

Premio "Erika Fontalvo" al Peor Trino del Año #PTW2011 - Candidato Marzo (1). @ruiz_senior por:

Lisandro Duque habla de los "incautos" que encargaban masacres y cobraban sueldos de senadores (ahora lo hacen sus hijos, pero no dicen que encargan masacres y son presentados por la prensa como "defensores de derechos humanos"), mientras que por lo general los colombianos ignoran el origen de las guerrillas como pura infiltración soviética y cubana que encontró en los delfines del tipo de Alfonso López y Enrique Santos Calderón aliados imprescindibles, en las cohortes de lagartos organizadores aplicados, en el estudiantado la tropa originaria y en los líos de las tierras recientemente colonizadas a los asesinos que les harían el trabajo sucio. De hecho, el mismo vicepresidente, otro antiguo miembro del Comité Ejecutivo Central del Partido Comunista que ordenaba asesinatos de puro "incauto", va a decir que Fidel Castro es un gran amigo de la paz en Colombia, cosa que no ha encontrado rechazo en los uribistas, empezando por el propio ex presidente. La paz de que habla el "halloweenesco" ex sindicalista es la misma de que hablan los Colombianos por la Paz.

La corrupción del lenguaje es otro argumento a favor de la perspectiva solipsista: la culebra no nos atacará porque sólo es una cuerda, y la paz no se conseguirá mientras llamemos así a la guerra.

Declaración de los terroristas
De modo que invito al lector a mirar en su interior para comprobar que no está atribuyendo crímenes o hechos a personas que sólo son subalternos de los verdaderos criminales, y si no estará dispuesto a considerarlos "defensores de derechos humanos", "profesores universitarios" y muchas otras nociones parecidas. Con ocasión de la muerte de alias Alfonso Cano el grupo de la famosa ex senadora publicó una perla que merece toda nuestra atención:
Desde Colombianas y Colombianos por la Paz, expresamos con profunda preocupación, el destino inmediato y futuro para Colombia entera; el Gobierno Nacional está demostrando que al priorizar la confrontación armada sobre la salida política mediante el diálogo y la negociación, carece de una política verdadera de paz y que lo único que busca es mantener los privilegios y el lucro que obtiene mediante la guerra.
¿Cuántos son los asesinados por la banda terrorista en 2011? ¿Cientos? ¿Miles? La principal causa, como admite hasta un columnista como Mauricio Vargas, es la decisión del gobierno de "priorizar la salida política mediante el diálogo y la negociación". El gremio profesoral se queja porque los militares maten a un asesino pero justifican plenamente los asesinatos que éste cometía, ¿o alguien recuerda que algún profesor universitario, aunque no fuera firmante de la correspondencia del grupo de Piedad Córdoba (si bien casi no hay ninguno que no haya firmado) dijera ALGO de las dos decenas de militares asesinados en dos días?

Pero es mucho más: propaganda terrorista. Resulta que aplicar las leyes y contener a los terroristas conduce a que el gobierno mantenga privilegios y obtenga lucro. ¿Hay en la propaganda de las FARC algo comparable? ¿Quiénes son los asesinos? Yo no hago nada para que maten a los jefes de la planta de producción del terrorismo ni para que encarcelen a sus voceros, como la inverosímil Teodora, sino para protestar ante el daño psíquico, moral y cognitivo de la mayoría de los colombianos que les permite suponer que hay unos asesinos distintos a ese grupo de pacifistas. Dentro de poco culparán a las balas, que tienen el capricho de meterse en la piel de la gente.

Ese párrafo muestra con precisión qué es el pacifismo. Pero no el de ese grupo de vanguardia, sino el que predomina en la prensa colombiana. De hecho, la ex senadora fue nombrada personaje del año por El Espectador. Es que los dueños y ejecutivos de ese "periódico" forman parte de la mafia terrorista, igual que los de El Tiempo y Semana, medios en los que el tono de pacifismo es idéntico. De hecho, el locutor estrella de Caracol Radio, Darío Arizmendi, es miembro del grupo de Colombianos por la Paz.

Lo que exigen es que el gobierno ayude a matar soldados y policías sin ninguna respuesta. Lo hacen abiertamente, y es sin duda porque los dueños de la prensa, que son los que animan al grupo de Piedad Córdoba, se lucran de los crímenes terroristas y pretenden que sigan.
Es esta una ocasión propicia para recordarle al país y a la comunidad internacional, que antes que el presidente Juan Manuel Santos, en su discurso de posesión, ofreciera una puerta y una llave para la paz, ya lo habían hecho los principales dirigentes de las FARC–EP y del ELN; por lo que reclamamos a las partes enfrentadas en este prolongado conflicto, que se mantengan en sus respectivos ofrecimientos, que hagan honor a la palabra empeñada y que se decidan a abrir los diálogos de paz sin precondiciones, para detener el baño de sangre entre colombianos y que cree las condiciones fundamentales para una paz duradera y la construcción de la justicia social que reclama Colombia y sus gentes.
Siempre es la misma retórica, a la que están expuestos todos los que reciben clases en las universidades colombianas: se da por sentado que unas bandas de asesinos son equivalentes en términos de legitimidad a las instituciones que representan a los ciudadanos. ¿Habrá que seguir explicando que el baño de sangre se multiplicó en cuanto Santos prometió premiar los asesinatos de las bandas terroristas? Lo de "la palabra empeñada" hace pensar en alguna clase de negociación secreta.
Llamamos la atención sobre el riesgo inminente que se cierne sobre la vida de los militares y policías cautivos en poder de las FARC–EP, y de poblaciones campesinas e indígenas, de continuarse con la intensidad de los bombardeos y operaciones militares, que sin ningún miramiento de carácter humanitario descargan su plomo y sus bombas en el afán de obtener victorias militares a cualquier precio, en vastas regiones de la geografía nacional y que se han convertido en un drama humano para miles de colombianos y colombianas.
Nunca está claro si se trata de amenazar con represalias con los secuestrados o de instrucciones para los terroristas. Tras la fuga de Fernando Araújo Perdomo, el columnista de El Tiempo Lázaro Vivero Paniza, del grupo de Pastrana y Juan Gabriel Uribe, advirtió que eso no se quedaría así. Pocas semanas después fueron asesinados los diputados del Valle (en la columna enlazada arriba Mauricio Vargas señala al finadito Cano como determinador del asesinato).
Pedimos a la sociedad colombiana poner distancia de la euforia y del triunfalismo, en que se regodean los guerreristas con la muerte de un colombiano y que hoy como ayer levantan voces de “fin del fin” y reclaman más violencia oficial. Estos nefandos episodios ya los ha conocido Colombia, por lo cual lo más sensato es atemperar los espíritus y evitar los desbordamientos del entusiasmo o del pesimismo inmovilista.
"La muerte de un colombiano" es muestra de hasta qué punto ese grupo de profesores o asesinos (yo no encuentro la diferencia) admite el golpe que representa para su proyecto la muerte del jefe terrorista. Nótese el tono amenazante.
Reiteramos a Colombia toda y en particular a las partes del conflicto, nuestra disposición a continuar de manera incesante en la generación espacios de diálogo y negociación, así como propuestas tendientes a humanizar el conflicto y para convenir los términos de la paz con justicia social. Invitamos a la sociedad colombiana a no desfallecer, unificar las lecturas y sumar esfuerzos en torno a la salida política que necesita Colombia; para que así nos dispongamos a participar en las definiciones de ese país que anhelamos y en el que soñamos y decimos que podemos caber todos.
La llamada salida política es el motivo por el que se cometen los asesinatos y no puede haber ninguna otra salida que la democracia, es decir, el imperio de la ley, es decir, la aplicación de los códigos legales, la captura y juicio de todos los asesinos y sus cómplices. Las falacias de este párrafo constituyen el modelo de la propaganda terrorista que uno lee todos los días en la prensa. Es que los Colombianos y Colombianas por la Paz son los profesores universitarios que esperan que como promotores de crímenes puedan destacar para ser columnistas de El Tiempo o El Espectador, medios que apoyan al grupo de Piedad Córdoba en sus editoriales.
Finalmente, desde Colombianas y Colombianos por la Paz, consideramos que ya son demasiados los muertos en nuestra patria y que debe cesar el derramamiento de sangre; y por ello continuaremos trabajando por lograr la paz con justicia social y no la paz ofrecida desde el establecimiento que la concibe como la paz de los cementerios o el confinamiento en las cárceles; ya que lo único que se obtiene con esto es la prolongación incesante de la guerra.
Es decir, la doctrina de la prensa, del Polo Democrático, de los progresistas y del Partido Liberal: no que los asesinos dejen de matar, sino que se los reconozca como agentes de justicia.

Sin duda ocurren cosas fuera de la mente, pero ninguna tan importante como la tranquila convivencia de los colombianos acomodados con los criminales que firman esa correspondencia con los terroristas. Son los que se lucran de los crímenes, tienen un poder significativo en el Estado y aspiran a ocupar puestos de mando en la sociedad. Sin un rechazo resuelto a estos amplificadores de los editoriales de la prensa, será imposible que las bandas terroristas desistan.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 8 de noviembre de 2011.)