viernes, octubre 26, 2012

La dificultad del elogio


1. Solipsismo
El solipsismo es el idealismo filosófico extremo, la idea de que el mundo es ilusorio. Es muy interesante prestar atención a este concepto porque cada vez que uno habla con un colombiano o lee lo que un colombiano ha escrito se encuentra con el curioso fenómeno de que el colombiano cree que todo lo que ocurre está fuera de él, le llega como un azote o una bendición de fuera, mientras que su interior es perfecto. La obstinación mía en hablar del solipsismo corresponde a la denuncia de ese error: todo lo que ocurre en Colombia está en la cabeza de los colombianos. Si cambiara el enfoque de un grupo significativo de personas sería fácil orientar al país hacia la asimilación a la cultura de las democracias avanzadas. Baste un ejemplo lingüístico para explicarlo: a los miembros de comunidades amerindias se los llama "indígenas", pero esta palabra no tiene relación con "indios" que es como se los llamaba. "Indígena" es una temprana muestra de la condescendencia del "lenguaje políticamente correcto", el término corresponde a la idea de "engendrado allí" y aparece definido en el diccionario como "originario del país de que se trata". Para llamar a los indios con una palabra que se parece pero cuyo sentido no guarda relación, valdría igual "indigente" o "indigno". Pero es imposible que un solo colombiano se detenga a poner en duda que "indio" sea un insulto o que admita que "indígenas" somos todos. ¡Es tan apremiante la necesidad de mostrar "respeto" por los pobres indiecitos llamándolos "indígenas"! Lo mismo pasa con la idea de que las FARC no son guerrilla, no son revolucionarios, perdieron sus ideales, etc.: en la realidad sólo existen porque las apoyan muchos cientos de miles de colombianos; y porque comparten su proyecto político, si bien no sus actuaciones, muchos millones, y en esas protestas se detecta esa afinidad.

2. Izquierda
Yendo al tipo de nociones que llenan la cabeza de los colombianos, ya tenemos que las desgracias llegan de fuera en forma de "bandidos" rústicos que usan un discurso de "izquierda", pero que según la convicción general no tienen relación con la izquierda. ¿Qué es la izquierda? Bueno, los socialistas, los revolucionarios, etc. La izquierda en Colombia (y, a diferencia de la mayoría de los colombianos, conozco otros países) es absolutamente hegemónica en las universidades y no existe fuera de las universidades, como no sea en las bandas terroristas. Ningún problema: la universidad es la tarea de Colombia debido a que la fuerza de los revolucionarios, es decir, de la izquierda o movimiento estudiantil termina, imponiéndose por su superior organización y jerarquía al conjunto de la sociedad, sin hablar de que el contenido de la revolución es la obtención del derecho a la educación universal y que ese anhelo expresa las tradiciones del país. Si uno compara a Colombia con Corea del Sur, un país que tiene sólo unos millones de habitantes más, la expectativa de educación es de 14 años contra 17, mientras que la proporción del PIB dedicada a ese rubro es mucho más alta (4,8 contra 4,2) y el PIB per cápita es apenas una tercera parte. Conocí a un alemán que se quejaba de sus tradiciones: "Los franceses trabajan para vivir pero nosotros vivimos para trabajar". Los colombianos estudian para vivir y viven para estudiar. La cantidad de titulados universitarios tiene que ser bastante similar a la de Corea (pues allí muchísimos estudian carreras técnicas de nivel inferior y pesan en la definición del promedio de 17 años), pero la cantidad de patentes es centenares de veces inferior: la productividad de la educación se mide en la cantidad de diplomas, prácticamente todos los colombianos creen que faltan más diplomas, las personas que consiguen su diploma son casi invariablemente de izquierda, o sea partidarias de la revolución, o sea, que quieren más educación para todos... Si llegan unos asesinos a destruir los oleoductos o a matar soldados, sólo es como cuando un cuerpo expuesto a la luz arroja sombra, las certezas compartidas por casi todos los colombianos son ese cuerpo que produce esa sombra.

3. Tradiciones
La izquierda expresa las tradiciones del país pero su hegemonía ideológica (patente en la prensa, por ejemplo) proviene de que ella misma es una tradición. El que estudia se vuelve de izquierda y eso es exactamente el mismo hecho de la calidad de sus conocimientos y la productividad de las instituciones de enseñanza. Tal como el país no produce manufacturas de calidad, ni muchísimo menos bienes culturales exportables, pero sí muchos diplomas, las universidades no producen patentes ni figuras intelectuales (el mismo alcalde de Bogotá, supuestamente doctorado en Salamanca, cosa de la que dudo, es incapaz de escribir una línea sin errores atroces de ortografía), pero a cambio sí genera un universo de personas de buen corazón que se ponen de lado de los "indígenas" y obviamente quieren más educación, más garantías para el derecho fundamental a la educación, además de que obviamente desprecian la ortografía. Algún consuelo habría de quedar. En ese orden de tradiciones, de prestigios, de vidas académicas llenas de reconocimiento y bien pagada ostentación intelectual, un escrito del inefable William Ospina llama al activismo de esos, grupos, cuya expansión ha ido creciendo a medida que se ensancha el gasto público y que se fortalecen las bandas terroristas y sus negocios. En ese conjunto de tradiciones tiene un lugar decisivo el respeto por Estanislao Zuleta. Su texto más conocido, "El elogio de la dificultad", discurso que pronunció en 1980 cuando recibió el doctorado Honoris causa por la Universidad del Valle, me llamó la atención por la gracia de sus conclusiones. Me pareció que permitía describir con precisión las limitaciones del personaje. Ni hablar de que sus supuestos herederos con su lealtad al Partido Comunista y a los regímenes totalitarios de la región ciertamente no lo entienden, o cínicamente lo manipulan en favor de sus rentas y su poder. El mundo que amaba Zuleta, el de Goethe y Beethoven, es exactamente lo contrario del de Chávez y las FARC, al que se debe la universidad colombiana actual.

4. Estanislao Zuleta
Es muy curioso que el prócer principal de la universidad colombiana no tuviera estudios universitarios, aunque parece ser una norma de la región: tampoco los tenían Gómez Dávila ni Borges. El caso es que Zuleta era un gran conocedor de los clásicos europeos y de diversos temas filosóficos. El grado de su erudición no es algo que yo pueda evaluar, aunque su capacidad de seducción y su talento pedagógico son innegables. Su entusiasmo por el marxismo y el psicoanálisis es completamente anacrónico, muestra del atraso y aislamiento del medio colombiano: los intelectuales europeos de su generación estaban más bien denunciando esas dos modas, hoy completamente menospreciadas salvo en la región andina y en la menguante república austral. En el texto que comentaré se detecta una voluntad de hacer confluir la línea central de la filosofía europea con el marxismo, en un esfuerzo que ciertamente no ha encontrado ningún eco ni aprecio fuera de la región (a diferencia del ultramontano Gómez Dávila).

5. El elogio de la dificultad
El discurso consta sólo de 2000 palabras y no debería dar pereza leerlo a nadie. Empieza con una oposición que yo encuentro falsa entre dos ensueños de felicidad 

Una vida sin riesgos, sin lucha, sin búsqueda de superación y sin muerte. Y, por tanto, también sin carencias y sin deseo...
La valoración de la dificultad es un grave problema, por no hablar de la atribución de la "búsqueda de superación" a las carencias. ¿De modo que si uno tiene que optar entre vivir en la amable Italia o en la dura Groenlandia deberá escoger el segundo país? ¿Y el afán de superación surge de los riesgos y la lucha? Cosa más bien extraña, la Alemania del siglo XVIII era una región bastante tranquila y próspera, donde la vida más bien sonreía. Más adelante explicaré lo que tiene que ver con los anhelos de superación. Unos párrafos después la simplicidad de la oposición entre ensueños blandos y anhelos de superación aparece de nuevo:
En lugar de desear una relación humana inquietante, compleja y perdible, que estimule nuestra capacidad de luchar y nos obligue a cambiar, deseamos un idilio sin sombras y sin peligros, un nido de amor, y por lo tanto, en última instancia un retorno al huevo
No, nadie desea una relación humana inquietante, compleja y perdible. Si esas relaciones estimulan nuestra capacidad de luchar y nos obligan a cambiar, ello no es el resultado de que lo deseemos. Desear relaciones inquietantes, complejas y perdibles es como desear algún diagnóstico de neurosis, un anhelo de ser interesantes, una forma burda de vanidad: el esnobismo.

La mayor parte del discurso se dedica a denunciar las falacias y perversiones de la izquierda, a tal punto que la popularidad del autor entre los universitarios y comunistas, valga la redundancia, es un misterio, que yo atribuyo a la nula comprensión de lectura que ostentan:
Un síntoma inequívoco de la dominación de las ideologías proféticas y de los grupos que las generan o que someten a su lógica doctrinas que les fueron extrañas en su origen, es el descrédito en que cae el concepto de respeto. 
No se quiere saber nada del respeto, ni de la reciprocidad, ni de la vigencia de normas universales. [...] cuando se habla desde la verdad misma, cuando creemos que la verdad habla por nuestra boca; porque entonces el pensamiento del otro sólo puede ser error o mala fe; y el hecho mismo de su diferencia con nuestra verdad es prueba contundente de su falsedad, sin que se requiera ninguna otra. Nuestro saber es el mapa de la realidad y toda línea que se separe de él sólo puede ser imaginaria o algo peor: voluntariamente torcida por inconfesables intereses. 
Es exactamente lo que ocurre con las personas de "izquierda" o universitarias en Colombia. En los últimos doce años he propuesto en blogs y diversos medios discusiones a los pensadores de las universidades, que NUNCA han tenido un solo argumento sobre lo que escribo: cuando no son las amenazas son los insultos o las descalificaciones calumniosas, o bien las protestas por el anonimato o la extensión de los textos. Parece que Zuleta quisiera educar con su discurso señalando los rasgos de la universidad, pero a pesar de su esfuerzo el sicariato no aprendió nada, por mucho que se proclame heredero del profesor. 

Resumiendo esa parte del discurso se va viendo que el paraíso de Cucaña resulta ser todo el proyecto socialista, pero extrañamente Zuleta no saca esa conclusión, sin duda por la clase de lealtades que adquirió en su juventud y que recuerdan esa época para quien no es joven: la revolución se erigía como la salida espiritual frente a la degradación que se suponía que traía el consumismo. Es difícil leer eso sin sonreír con condescendencia y tristeza.
Pero lo que ocurre cuando sobreviene la gran desidealización no es generalmente que se aprenda a valorar positivamente lo que tan alegremente se había desechado, estimado sólo negativamente; lo que se produce entonces, casi siempre, es una verdadera ola de pesimismo, escepticismo y realismo cínico. Se olvida entonces que la crítica a una sociedad injusta, basada en la explotación y en la dominación de clase, era fundamentalmente correcta y que el combate por una organización social racional e igualitaria sigue siendo necesario y urgente. A la desidealización sucede el arribismo individualista que además piensa que ha superado toda moral por el sólo hecho de que ha abandonado toda esperanza de una vida cualitativamente superior. 
La frase que pongo en negrita permite ver hasta qué punto las rutinas de la militancia universitaria cegaban a Zuleta, como a tantas personas ingenuas que "interpretan" todo lo que leen de modo que lo que es contrario a sus convicciones resulta figurado, metafórico, etc. ¿Qué querría decir Goethe con lo de que "prefería la injusticia al desorden"? ¿No era un miembro de la clase dominante de una sociedad mucho más injusta que la de 1980? ¿Alguien que no sea un imbécil sicario de los que reinan en las universidades colombianas se lo puede imaginar abogando por una organización social racional e igualitaria? ¿Qué será el "arribismo individualista"? En el mundo estrecho en que vivía Zuleta se aludiría al afán mezquino de formar parte de la gente rica o prestante del país al precio de la indignidad, pero ¿puede haber mejor ejemplo de "arribismo individualista" que el propio Goethe, consejero aúlico del príncipe de Weimar y personaje poderoso que se indignó ante la Revolución francesa? ¿No era todo el romanticismo el afloramiento de un tipo de individualismo complejo y extremadamente remoto a los sueños de la cómica militancia comunista del trópico? ¿Desde cuándo esos sueños de "organizaciónn social racional e igualitaria" corresponden a una "vida cualitativamente superior". El encontrar "igualitario" como sinónimo de "superior" es como la materialización del disparate de concebir un Goethe demócrata y socialista.
En el carnaval de miseria y derroche propios del capitalismo tardío se oye a la vez lejana y urgente la voz de Goethe y Marx que nos convocaron a un trabajo creador, difícil, capaz de situar al individuo concreto a la altura de las conquistas de la humanidad.
Ya he señalado el horror que le produjo a Goethe la Revolución francesa. Si hubiera conocido a Marx y sus tremendos proyectos nos habría convocado a llamar a la policía. Ni hablar de la indignación por la miseria y el derroche propios del capitalismo tardío, retórica con la que un señor que sí conocía a los clásicos terminó sirviendo al destino sanguinario y degradante de la universidad colombiana.

Y por fin llegó al último párrafo, en el que la confusión adquiere ribetes a la vez monstruosos y cómicos:

Pero en medio del pesimismo de nuestra época se sigue desarrollando el pensamiento histórico, el psicoanálisis, la antropología, el marxismo, el arte y la literatura. En medio del pesimismo de nuestra época surge la lucha de los proletarios que ya saben que un trabajo insensato no se paga con nada, ni con automóviles ni con televisores; surge la rebelión magnífica de las mujeres que no aceptan una situación de inferioridad a cambio de halagos y protecciones; surge la insurrección desesperada de los jóvenes que no pueden aceptar el destino que se les ha fabricado.
"El pesimismo de nuestra época" sólo se puede aludir a la pérdida de fe en el marxismo, que ya había hecho de las suyas en Rusia y aun en China y anunciaba su fin. Es verdad que Zuleta desde mucho antes denunciaba el "socialismo realmente existente", pero ¡qué raro que el marxismo haya desaparecido como referente intelectual en todo el mundo desarrollado! La fama de los "nuevos filósofos" de los años ochenta fue que demostraron que Marx era estalinista, pero Zuleta estaba lejísimos de concebirlo. La rebelión de los proletarios contra el trabajo insensato es una necedad que echa a perder la lucidez de otras frases del texto. La insurrección desesperada de los jóvenes contra el destino fabricado (por las multinacionales) es un tema mucho más productivo, pero requiere el verdadero final del discurso:
Este enfoque nuevo nos permite decir como Fausto: 
"También esta noche, tierra, permaneciste firme. Y ahora renaces de nuevo a mi alrededor. Y alientas otra vez en mí la aspiración de luchar sin descanso
por una altísima existencia".
La rebelión de los jóvenes llevaba al menos quince años en 1980 y en el mundo desarrollado era sobre todo una asimilación del estilo de vida estadounidense: una moda ligada a un fenómeno de ese país. En Estados Unidos era la resistencia, explicable en cualquier caso, a ir a la guerra de Vietnam. Bueno, que no ir a la guerra sea "la aspiración a luchar sin descanso por una altísima existencia" es sencillamente monstruoso. Lo que la Antigüedad habría considerado elevado sería precisamente el valor de morir haciendo la guerra. La deserción como camino de superación habría hecho llorar de lástima a Goethe, ni hablar del resto de la lucha consistente en dejarse el pelo largo, vestir ropa informal y fumar marihuana. La doctrina colombiana diría que los jóvenes estadounidenses no tendrían por qué ir a morir en Vietnam por los intereses "imperialistas", ¡suerte que no se les ocurrió en 1942! La rebelión juvenil fue la causa de la derrota estadounidense en Vietnam, de las atroces consecuencias que eso trajo para los vietnamitas y del genocidio de Camboya. Relacionar tal hecho con una "altísima existencia" corresponde a las altísimas exigencias de los profesores universitarios colombianos que ayer estuvieron homenajeando a Chávez, pero verdaderamente es una ridiculez.

En Colombia la rebelión juvenil tuvo una materialización mucho más fértil en la Juco, con la que sin duda tuvo que lidiar Zuleta: en lugar de ser administradores de empresas, contadores o ingenieros, los jóvenes imbuidos por el  nuevo enfoque se dedicaron a tirarles piedras a los policías, a amedrentar a los transeúntes y con el tiempo a secuestrar gente o a lucrarse de los secuestros que cometían otros.

Las "ideas" de ese párrafo invalidan toda la lucidez que pudo desplegar Zuleta antes. La "altísima existencia" por la que se propone luchar Fausto es una felicidad ciertamente opuesta al ensueño blando de los perezosos y tontos, pero más aún a la moda de perder la guerra para bailar y divertirse. Es ese agón en que vivían los cientos de Estados alemanes de la época, que tantos logros alcanzó en el terreno de la música. Su esencia no es otra cosa que el trabajo y la formalidad extremos, patentes en la clase de educación que tuvieron en la más temprana infancia Mozart y Beethoven (el Renacimiento italiano fue parecido, lleno de esfuerzos sobrehumanos por el reconocimiento y el poder). Esa felicidad la define Nietzsche como un aumento de la fuerza y la explica Ortega y Gasset como la aspiración al "mando". Ese aumento de la fuerza, de la salud, del vigor, del poder y aun del dominio es radicalmente opuesto al anhelo de una organización social justa, babosada de la que viven con rentas altísimas miles de charlatanes que aparte de recitar esas monsergas no tienen ni remota idea de nada.

Las rebeliones obrera, juvenil y feminista son opuestas a esa clase de aspiración: llevan en sí tanto el igualitarismo (obviamente hostil a todo esfuerzo de autosuperación) como el estatismo, amenaza que tal vez entrevió Goethe en la Revolución francesa pero que sólo adquiriría dimensiones monstruosas mucho después de su muerte. La posibilidad de que la gente de un país ahora aprenda a tocar instrumentos musicales, conozca a fondo a los clásicos y se interese por las artes más que la de 1980 es inversamente proporcional al impacto que tuvieron esas rebeliones. Más equivocado no podía estar Zuleta, más vulgar no podía ser su intento de cuadratura del círculo. Lo que endurece y genera superación no es la moda igualitaria sino la admiración por lo que es no igualitario, por lo que es superior: algo que explica Rilke en el poema tal vez más famoso del siglo XX en Europa y Norteamérica, referido al "Torso arcaico de Apolo".
... pues ahí no hay una parte que no te mire,
tienes que cambiar tu vida.
(Publicado en el blog Atrabilioso el 25 de julio de 2012.)