martes, noviembre 26, 2013

Los frutos del centralismo democrático

Disensiones en el "Uribe Centro Democrático"
Las agresiones entre dirigentes del uribismo por las listas al Senado y después por la selección del candidato suben de tono día a día y generan entre los activistas y seguidores toda clase de inquinas y maledicencias. En mi opinión más que de la perversidad o deslealtad de uno u otro dirigente se trata de la cultura política local y de los valores que la definen. Intentaré comentar los rasgos de esa cultura y los efectos que tienen sobre el destino del país.

Guerra de camarillas
La carta en que Óscar Iván Zuluaga le pide a José Obdulio Gaviria que renuncie a estar en la lista cerrada al Senado no obedece, claro está, al pretexto que alega (Fernando Londoño también remite a los malos modales en las respuestas a Pastrana, personaje que siendo expresidente debería sustentar sus acusaciones y no basar sus agresiones en que alguien es primo de otro: deja ver que hasta los presidentes del país son patanes de patio de prisión). Se trata de un forcejeo por el poder entre diversas camarillas ("roscas"), que intentan desplazarse mutuamente y entretejen toda clase de intrigas que dejan muy mal las lealtades y patriotismos que invocan sin cesar.

"Centralismo democrático"
La resuelta hostilidad que encuentra José Obdulio Gaviria también tiene relación con su estilo de dictador al interior de las organizaciones de que forma parte, cosa de la que ya se hablaba cuando era asesor presidencial. Todo eso tiene que ver con la inexistencia de órganos de decisión sólidos y de estructuras organizativas definidas, pero también con la trayectoria personal e intelectual de Gaviria, que según lo que aparece en la prensa se formó en los grupos de izquierda radical de los años setenta. Es decir, en la cultura del leninismo que siempre determina las dictaduras internas que definían a todos los partidos comunistas y que se conocen como "Centralismo democrático".

Historia y vida
Esa trayectoria tiene mucho interés porque podría explicar muchas cosas del uribismo, y aun de la historia colombiana reciente. Por ejemplo, ¿es verdad que tenía relación con el Partido Comunista de Colombia Marxista-Leninista? La única parte de este partido maoísta que contaba era el EPL. Según leí en KienyKe ahí debería haber conocido al joven Diego Murillo, que llegaría a ser alias Don Berna (la revolución es el comienzo del crimen, la carrera de un gran capo mafioso es como el paraíso en la Tierra para un revolucionario). Pero es que él mismo reconoce que al final de los setenta formaba parte del movimiento Firmes, que era el brazo legal del M-19. Muy curioso: en el libro Razones de vida Vera Grabe cuenta esto: 
Los mágicos (mafiosos) nos ayudaban y nos cuidaban. Era más bien una relación de ellos hacia nosotros: nos ayudaban pero jamás pedían un favor a cambio … Nos prestaban sus casas y fincas, espacios cómodos, con billar, piscina, jardines, televisores y salones gigantes, dónde hacíamos las reuniones de la dirigencia M-19-EPL en Antioquia. Nos ayudaron a trasladar y curar a compañeros heridos que venían del Valle” (citado por Mauricio Rubio.)
De modo que había algún tipo de conexión entre el M-19 y el EPL y por tanto entre sus aparatos políticos, es decir, entre el PCC-ML y el movimiento Firmes. Muy interesante.

La facción del movimiento Firmes de Gaviria terminó en el "Sector Democrático", que era entonces la disidencia del Partido Liberal que dirigía Uribe. Eso era a mediados de los ochenta y de entonces viene la relación política de ambos personajes. Del "Sector Democrático" Uribe pasó al "Poder Popular", de Ernesto Samper. Como líder político que aspira a cargos, sus miras siempre han tendido a ser de corto plazo y por eso, para poner un ejemplo, cuando el escándalo de los "narcocasetes" defendió a Samper.

La visión estratégica corría más bien por cuenta de Gaviria, que, al ser su jefe la cabeza del bando antiterrorista para las elecciones de 2002, le dio alguna elaboración teórica al discurso y se dispuso a desbaratar las falacias de la prensa terrorista, como la del "delito político".

Límites de la ideología
Como asesor, Gaviria aportaba ideas más modernas que las puramente godas de un Fernando Londoño y que sin duda fueron muy importantes para articular en términos ideológicos el respaldo popular a Uribe. Pero al ser sus nociones aprendidas en el marxismo también determinó el rumbo funesto que llevaría el país tras su segundo triunfo en 2006. A pesar del éxito clamoroso del primer gobierno y del apoyo popular masivo, no se pensó nunca en convocar una Constituyente que deshiciera el engendro de 1991. Eso tenía que ver con que el propio Uribe había apoyado dicho proceso, tal como después había sido ponente de una ley que confirmaba la impunidad del M-19. Ese cambio en la ley fundamental debería haber sido el punto central del programa de un Partido de la Libertad que permitiera organizar la respuesta a la conjura terrorista. Me sorprendió releer un escrito mío de 2004 en el que ya planteaba la necesidad de una Constituyente. Los uribistas no han visto todavía esa necesidad.

Cultura democrática
La noción de democracia ya es complicada en cualquier parte, mucho más en Colombia, donde todo código flaquea y nadie quiere usar las palabras siguiendo el sentido del diccionario: un señor en Twitter llegó a afirmar tranquilamente que las leyes de Núremberg y el despojo de los judíos eran "democráticos" porque se supone que los aprobaba la mayoría. Para la inmensa mayoría de los uribistas ese mismo criterio permite suponer que la reelección vitalicia de Uribe habría sido también perfectamente democrática (se certificaba por el triunfo en las urnas, como los tenían Porfirio Díaz, Stroessner o Somoza). ¿Qué es democrático? Lo contrario al terrorismo totalitario. Todavía es rarísimo el que concibe otra solución que no sea el retorno de Uribe a la presidencia. Los estrategas del uribismo no estaban para corregir eso porque su formación era maoísta, de ahí que Gaviria sacara del sombrero la perla del "Estado de opinión" y que ante la "hecatombe" que podría sobrevenir en 2010 no tuvieran mejor idea que buscar otra reelección de Uribe, como si las cortes surgidas del 91 no fueran manifiestamente afines a los terroristas (el candidato del Partido Comunista en 2006, Carlos Gaviria Díaz, había sido presidente de la Corte Constitucional). La coherencia entre las proclamas democráticas y el anhelo de reelección vitalicia corresponde a esas nociones burdas de democracia, pero también a la lógica del gato de Cheshire: es democrática porque surge de los demócratas, que es como se llaman ellos (a pesar de no ser del "Polo Democrático").

Noción de democracia
La democracia en el lenguaje político moderno es el régimen que impera en los países de Europa occidental y Norteamérica, siempre a partir del ejemplo de Estados Unidos, que también inspiró la Revolución francesa. En los países de Hispanoamérica siempre se ha tendido al poder concentrado en un hombre, siguiendo una tradición que Octavio Paz atribuye a un legado árabe. Tras crisis violentas con amenazas comunistas surgen sectores mayoritarios que se identifican con programas drásticos y regímenes concentrados en un líder: eso fueron los seguidores de Franco, de Pinochet y de Fujimori. Eso mismo son la mayoría de los uribistas pero se niegan a reconocerlo. La clave está en que el estratega del uribismo y su think tank no son demócratas, no buscan un régimen como el de las democracias sino el poder a toda costa, y por eso no pensaron en un partido cabal (Alfredo Cristiani lo sacó de una organización de trayectoria criminal). Es decir, en una asociación de ciudadanos que cotizan una cantidad al mes, adhieren a un programa, a un ideario y a unos estatutos y reconocen unos órganos de dirección. Más sencillo les parecía, al igual que hicieron Fujimori y Chávez, multiplicar la presencia del líder en la televisión y fomentar una especie de "culto de la personalidad", para el que estaban bastante predispuestos por las lecturas juveniles del Libro rojo.

De fracaso en fracaso
Esa lógica daría sus frutos: como de alguna parte había que sacar congresistas, ¿qué mejor que aliarse con la clase política de siempre y crear un partido clientelista y de componendas? A fin de cuentas todo parecía ir bien contando con el poder ejecutivo. A ninguno se le ocurrió preguntar qué sería la Unidad Nacional que pregonaba el nuevo partido, ni recelar de la trayectoria del muñidor. Así, la mayoría que rechazaba a las FARC y a los políticos ligados a los gobiernos de las décadas anteriores terminó votando por personajes que hoy en día son casi unánimemente socios del terrorismo. Como no existe la crítica sino el servilismo y a menudo el interés mezquino de acceder a puestos, a nadie se le ha ocurrido pensar que podría haberse hecho algo mal. La mayoría que se oponía al terrorismo totalitario fue llevada por esos líderes a elegir a toda la vieja hampa de la política, sin que se haya oído la primera voz que dude de que se les sale a deber a esos líderes. (De nuevo, parece que el promotor de Juan Manuel Santos dentro del gobierno de Uribe era el mismo José Obdulio Gaviria.)

El hombre que pone los votos
Ese vacío de identidad fue particularmente visible durante las elecciones de 2011, cuando en lugar de oponerse al "nuevo rumbo" de Santos, Uribe acompañó a "su" partido en las elecciones, aplicado a la tarea de demostrarles a los congresistas y al gobierno que era él quien ponía los votos. Si se hubiera presentado a la Alcaldía de Bogotá probablemente habría ganado y resultaría más difícil para Santos contar con todo el poder del segundo cargo del país en manos de una de sus fichas. Pero al menos debería haber un candidato que siguiera las directrices de un partido. No lo hubo: Peñalosa había estado el año anterior contribuyendo a las calumnias de la campaña de Mockus, y a Santos y el Foro de Sao Paulo (es decir, a los terroristas y Chávez) les bastó promover otras campañas que permitieran dispersar los votos de rechazo al PDA para hacer elegir a Petro. Tampoco funcionó la bendición del Gran Timonel en Medellín, y entre tanto se lo vio haciendo campaña por el hijo de Roy Barreras y muchos otros personajes del PSUN. A nadie se le ocurrió que se podría haber cuestionado el santismo, para la mayoría de lambones bastaba con que lo decidiera el Gran Timonel para que estuviera bien, y obviamente se le salió a deber y no se podía pensar que algo se podría haber hecho mal. Si no reinaran la deshonestidad y el servilismo, alguien podría reconocer que Santos estaba ya claramente aliado con las FARC y que se proponía premiarlas. Oponerse a tal infamia no estaba en las cuentas del Gran Timonel ni de su estratega ni de ninguno de los que aspiran a sucederlo. Mucho menos van a pensar en mostrar al mundo la relación entre el poder judicial, las bandas terroristas y el gobierno de Santos que se evidencia en la impunidad de Sigifredo López, personaje convertido por los medios en héroe al que los líderes uribistas siempre han visto como posible aliado, lo mismo que al vicepresidente que va a agradecerle a Fidel Castro en nombre de Colombia su aporte a la "paz".

Deriva letal
Lo mismo se puede decir de toda la deriva posterior: ¿está el uribismo a favor o en contra de la negociación de La Habana? Casi todos los precandidatos la aplaudieron y en algunos casos le encontraron defectos, consistentes claramente en que no les dieron un puesto. Naturalmente nadie piensa en crear un partido cabal sino que el nuevo embeleco se llama "Centro Democrático", cosa concebida con el genial propósito de negar que sean la extrema derecha (parece que la inclusión de un asesino del M-19 en las listas al Senado tiene el mismo objetivo de "adecentar" las listas, Colombia es el Reino del Revés). La idea de lanzar varios precandidatos podría ser también idea de Gaviria, esta vez para negar que el candidato es el que decida Uribe (como si alguien se propusiera votar por alguien que el Gran Timonel no aprobara, como si tuviera prohibido apoyar a algún candidato). El resultado es que por los cálculos que sean se terminó favoreciendo al primo de Santos, personaje que apoyó el Caguán hasta el final y que se entusiasmó con la negociación de La Habana. Es el candidato del citado Gaviria, y los medios no tardaron en darle un protagonismo incesante gracias al cual ganaría cualquier consulta: a fin de cuentas fue el que contrató al Grupo de Memoria Histórica y encargó el infame informe. Una cosa es que no sea culpable de lo que hacen sus primos, otra cosa que se empeñe en llevarlos a la prisión en la que deben estar.

La generación siguiente
No se sabe si Santos y las FARC conseguirán su objetivo o si habrá una respuesta de la mayoría de los colombianos, lo que sí es seguro es que no puede haber democracia donde no hay demócratas. Las probabilidades de triunfo electoral de un candidato uribista (todas las demás opciones son disfraces de la conjura terrorista) me parecen escasas, dada la confusión de sus discursos y valores. La creación de un Partido de la Libertad parece tarea de la generación siguiente, pero debe empezar por la siquiera vaga noción de que el asesinato no debe ser la forma correcta de hacer carrera política (los uribistas comparten eso y aplauden a Everth Bustamante, a tal punto que uno me pidió en Twitter muestras de que hubiera delinquido después de dejar la "insurgencia"). El uribismo es un fruto combinado de las viejas tradiciones clientelistas y de las doctrinas leninistas, y aun si triunfara sería incapaz de fundar una verdadera democracia.

(Publicado en el blog País Bizarro el 16 de octubre de 2013.)

viernes, noviembre 22, 2013

Colombia sí se parece a Sudáfrica

En un artículo reciente sobre la negociación de La Habana, Sergio Araújo afirma (respecto a un visitante sudafricano que predica el pacifismo):
Sus palabras, ejemplarizantes, develan como nuestro “sueño de paz” padece de una incorrecta formulación pues se procura entender el fenómeno con parámetros convencionales, haciendo paralelismos imposibles con Sudáfrica, Irlanda, y otras naciones; por eso los apóstoles de paz que vienen a darnos valiosos testimonios, como Lapsley, Desmond Tutu, y tantos otros, cuyas visitas agradecemos, traen un mensaje que genera admiración, pero no identidad en esa población que opina en las encuestas.

La razón está en que Sudáfrica e Irlanda, por ejemplo, sufrieron penosos años de confrontación por una división verdadera, y significativa en términos porcentuales, entre grandes segmentos poblacionales definidos; en el primer caso por intolerancia racial, y en el segundo por hondas confrontaciones religiosas. Así las cosas, las palabras tolerancia y aceptación, podían desembocar en perdón, verdad, reconciliación y convivencia.
Todo en Colombia acusa ese nivel de superficialidad. ¿Cuáles eran o son las "hondas confrontaciones religiosas" que dividían o dividen a los norirlandeses? Siempre es así, uno tiene que vivir explicando que Alá no es una entidad diferente de Dios ni tampoco de God ni de Gott ni de Dieu, o que Batista o Sihanouk no eran radicales anticomunistas. ¿Unos norirlandeses odiaban o combatían a otros por no participar del culto mariano o por no creer en la teoría de la predestinación? ¿No les perdonaban el amor al papa o la consideración de Lutero o Calvino como herejes? Es impresionante.

La causa de la confrontación en Irlanda del Norte era el anhelo de la minoría aborigen, étnicamente afín a la mayoría de los habitantes de la República de Irlanda, de separar al país del Reino Unido e integrarlo en la república (que ocupa la mayor parte de la isla y se independizó de la corona británica a comienzos del siglo XX). Había un bando republicano y otro lealista, expresión de grupos étnicos distintos, uno de cuyos rasgos era la religión (la mayoría de los norirlandeses protestantes son afines étnicamente a los escoceses y sus antepasados emigraron a Irlanda después de la Edad Media, bajo el dominio británico). En absoluto una cuestión de odios religiosos, los protestantes en la república de Irlanda jamás encuentran ninguna hostilidad causada por sus creencias.

Esa misma fractura étnica definía el conflicto en Sudáfrica y ciertamente no tenía ninguna relación con intolerancia racial. Sencillamente, el grupo mayoritario de los descendientes de invasores europeos era dueño del Estado y pretendía excluir del gobierno y sobre todo del disfrute de las rentas fabulosas de las minas del país a la mayoría de la población negra. Es decir, el Apartheid  no era un proyecto derivado de teorías racistas sino un programa para asegurar a los dueños tradicionales del Estado el control político y las rentas. Al respecto no está de más citar lo que dice Franz Oppenheimer sobre la esencia del Estado.
El Estado, totalmente en su génesis, esencialmente y casi totalmente durante las primeras etapas de su existencia, es una institución social, forzada por un grupo victorioso de hombres sobre un grupo derrotado, con el único propósito de regular el dominio del grupo de los vencedores sobre el de los vencidos, y de resguardarse contra la rebelión interior y el ataque desde el exterior. Teleológicamente, esta dominación no tenía otro propósito que la explotación económica de los vencidos por parte de los vencedores.
Y es una definición que corresponde con toda precisión tanto a Irlanda como a Sudáfrica (y que coincide además con la teoría marxista). El Estado sirve a los intereses de los descendientes de los conquistadores, la etnia dominante, y surge una oposición que intenta destruir ese orden, en Irlanda con base en la reivindicación de la unidad de la isla, en Sudáfrica con base en las aspiraciones de la mayoría negra. El origen del Estado es el mismo en Colombia, como no podría ser menos, y el núcleo del conflicto también. De ahí que la confrontación sea tan "verdadera y significativa" como en esos casos. La idea de que las diferencias religiosas lleven a matarse por motivos reales y los intereses económicos son motivos ficticios ya forma parte de un mundo de irrealidad.

En el párrafo siguiente, Araújo considera lo que hace diferente a Colombia:
En Colombia no es así, aquí somos el mismo tutti frutti racial, somos mayoritariamente cristianos, y las consignas raciales y religiosas en todo caso no generan las pasiones que producen violencia. Como si fuera poco, nuestro marco legal fomenta la tolerancia, y protege casi excesivamente las minorías.
Se puede decir que la exuberancia reproductiva de los conquistadores produjo una mayoría de población mestiza en la que es imposible sacar a partir de rasgos físicos a un grupo étnico dominante, y aun puede que hubiera menos mezcla con aborígenes o negros en grupos que no se pueden definir como "etnia dominante", como podría ocurrir con los antioqueños respecto de los bogotanos. El problema aquí es la definición, esta vez sí racista, de lo que conforma los grupos étnicos. Es decir, un aspirante a un cargo en Sudáfrica podría tener ventajas por el mero hecho de ser blanco, pero si su familia fuera la de un ministro su ventaja sería mayor. En Colombia ocurre lo mismo: el grupo étnico (es decir, de familias y clanes) que ocupaba los cargos públicos en el periodo colonial no se distingue por el color de la piel, pero eso no quiere decir que haya igualdad de oportunidades para todos.

Toda la historia republicana en Colombia, por el mero hecho de la expansión del modelo liberal estadounidense, es ese forcejeo entre la resistencia del orden de castas colonial y la asimilación a la democracia. El conflicto con las guerrillas es sólo la continuación: el magno esfuerzo de las castas dominantes por congelar el orden jerárquico y excluir toda forma de competencia. Antes de explayarme sobre eso, sobre lo que he publicado decenas de entradas de este blog, sigo con el escrito de Sergio Araújo.
Nuestro problema es diferente, aquí, la guerrilla pasó de reivindicar –hace 50 años- una pequeña franja campesina sin ideología distinta a su necesidad de subsistencia viable, e hizo una metamorfosis hasta someterla e incluirla en un esquema de guerra de guerrillas sin esperanza de triunfo.
Hay que presuponer la honradez del señor Araújo, pero lo que escribió en ese párrafo es rotundamente falso: la guerrilla de las FARC es sólo el Partido Comunista en el campo. Décadas antes de llamarse FARC seguían la ideología comunista y formaban parte de la estrategia de ese partido. Al respecto se puede leer por ejemplo este párrafo del dirigente comunista Álvaro Delgado:
La resolución del Comité Central que el 22 de octubre de 1949 ordenó a su militancia la formación de comités de autodefensa allí donde fuera necesario para enfrentar la violencia latifundista planteó “al proletariado y al pueblo la necesidad de defenderse, replicando a la violencia de los bandidos fascistoides con la violencia organizada de las masas” (Estudios Marxistas, 1975, No. 10, p. 5). La autodefensa campesina no es despliegue de violencia contra los enemigos sino resistencia organizada contra la violencia oficial. La temprana cercanía del partido con las formas de lucha ilegales –impuesta por los gobiernos represivos bajo los cuales se desarrolló– lo convirtió en víctima principal de las persecuciones entre los grupos políticos nacionales.
Acerca de la esperanza de triunfo, no estaría mal que el interesado leyera este esclarecedor escrito de Carlos Romero Sánchez. O esta respuesta del líder estudiantil alias Andrés París:
PL: ¿Piensa que una Colombia en Paz será posible? 
Es posible, y una Colombia en paz es parte y paso de un proceso mucho más amplio de transformación hacia el socialismo en nuestro país.
De momento la esperanza de triunfo es bastante fundada: ya no una posibilidad sino un hecho consumado: los colombianos aceptaron que se premiara el crimen, ya ocurrió en 1991, esta vez se han asegurado el éxito y todo lo que ocurrirá será sólo el acostumbramiento a algo que ya ocurrió. Unos párrafos más abajo asegura Araújo.
Pero, sin duda, aquí no hay una división poblacional violenta. No hay una confrontación racial, religiosa, y ni siquiera ideológica, y apenas quizá un descontento oscilante entre segmentos socioeconómicos que en efecto viven en condiciones que requieren atención urgente y patrocinio estatal para su desarrollo.
¿Quién va a oponer dudas ante lo que se proclama "sin duda"? ¿No hay una confrontación ideológica? ¿Hay tal vez alguna afinidad entre la gente que quiere una sociedad democrática y la que vomita odio todos los días contra Uribe?

Esta cuestión sería la más importante si no hubiera otra, íntimamente relacionada: la de si se puede pensar o discutir. Es completamente imposible discutir con los colombianos o tratar de acercarse a la verdad. Toda duda sobre las certezas sobreentendidas en ese párrafo se entiende como "ganas de joder". ¿Qué son las FARC? ¿Representan a alguien? ¿Hay alguna responsabilidad de quienes las apoyan? Yo creo que las personas que establecen alguna relación entre los terroristas y quienes los promueven son apenas unas decenas, los demás parten del supuesto de que surgieron sin ideología defendiendo a unos cuantos campesinos pobres y después son puros "bandidos" sin ideología.

Esa cuestión de la prohibición de pensar merece muchas reflexiones, pero de momento conviene atender a la representatividad de las FARC: ¿qué defiende hoy en día Ernesto Samper Pizano y la gente que lo acompaña, como Piedad Córdoba, su hermano Daniel, María Emma Mejía, Alfonso Gómez Méndez, Amylkar Acosta, Sigifredo López y demás angelinos? La benevolencia con que Sergio Araújo ve a Samper explica esa afirmación de que no hay un conflicto ideológico. La profunda indigencia intelectual y moral de la mayoría explica que no se pueda discutir sobre eso.

Araújo lo dice claramente:
Si nos aventuramos a los números, quizá entenderíamos que la guerrilla no es ni representa el 1% de la población. Así las cosas, ¿tiene sentido sentarse a “refundar la patria” con quienes no representan mas que eso, y quizá mucho de ello solo a la fuerza?
Es decir, las universidades son ajenas a la guerrilla, al igual que Fecode, que la CUT, que la MANE, que los grupos políticos PDA, PCC, Marcha Patriótica, Progresistas, Verdes, etc. ¿Lo dice o no lo dice?

Otros creemos lo contrario. Los uribistas son seres humanos tan enternecedores que creen ambas cosas. No les plantea ningún problema, todo lo que sea evaluar la realidad más allá de sus proclamas de lealtad al Gran Timonel produce respuestas como las que darían los niños discutiendo teorías psicológicas.

Para acabar con las citas del escrito de Araújo tengo que aclarar que ese argumento de la no representatividad de las FARC es falaz: en el País Vasco los portavoces abiertos de ETA obtenían a menudo más del 15% de los votos, eso no podría legitimar una negociación, tampoco si fuera el triple. Las instituciones democráticas no se negocian con criminales, sea cual sea la representatividad que ostenten. En el caso sudafricano el régimen no era democrático, en el irlandés sólo se abrió el camino para la desmovilización.

En Twitter le expliqué al señor Araújo que en mi opinión sí existe una extrema afinidad entre el régimen de Apartheid sudafricano y el que impera en Colombia, y que las FARC sí representan a una franja de población; me contestó esto:

El origen de las guerrillas comunistas es la Guerra Fría y el esfuerzo de los comunistas, copiosamente incentivados por los soviéticos, por reproducir en las selvas colombianas (y en las de Indochina, Indonesia y muchas otras regiones) la experiencia exitosa de la "guerra popular prolongada" que llevó al poder al comunismo en China. Su gran refuerzo fue el éxito de la Revolución cubana, que generó formidables corrientes a favor en todo el continente.

Lo que al parecer nadie se pregunta es quiénes crearon esas guerrillas y de dónde procedían. La historia registrada sobre el M-19 es muy elocuente:
Por esos primeros días de diciembre Enrique Santos desarrolló una amplia discusión con Jaime Bateman Cayón, cuyo grupo también se disponía a lanzar el M-19, prácticamente al tiempo que se lanzaría el primer número de Alternativa (el “Eme” el 17 de enero de 1974 y Alternativa el 18 de febrero). Juntos encontraron una gran afinidad entre los dos proyectos, pues coincidían en la necesidad de generar formas de comunicación política superiores al sectarismo, el dogmatismo y la hiperideologización que caracterizaba a la izquierda de la época. 
A partir de ahí el M-19 participó en la vida de Alternativa periodísticamente y, en algunos periodos, económica y administrativamente. Pero la participación del M-19 fue mucho más allá. De la fundación de Alternativa hicieron parte personajes que durante 1974 se convirtieron en militantes de primera línea en la organización subversiva, entre ellos, Carlos Duplat, que se encargó de organizar en los primeros números el diseño y maquetación de la revista y Carlos Vidales —el hijo del poeta Luis Vidales—, que acababa de escapar de Chile luego del golpe militar, y que asumió como redactor y fiscal de la publicación. Asimismo, Carlos Sánchez, redactor y fotógrafo; Sebastián Arias, redactor; y Nelson Osorio, escritor y redactor; ya eran militantes del “Eme” cuando surgió Alternativa. Según estas cuentas, además del diálogo entre Bateman y Santos, el hecho era que, por así decirlo, la mitad del equipo de Alternativa en 1974 era del M-19; aunque algunos de ellos ni lo sabían, por el grado de compartimentación que existía.
El comunismo fue la elección casi unánime de los profesores y estudiantes universitarios de los años sesenta y setenta. ¿Tiene eso alguna explicación? Lo tragicómico es que todo el mundo en Colombia cree que los que más saben son los más tontos (sinceramente y a la vez tristemente, creo que soy el único que lo duda). ¿Por qué el grupo social más rico se identifica con un discurso de resentimiento que predica la distribución de la riqueza entre los pobres? No recuerdo casi a ningún colombiano que quiera encontrarle una explicación racional a eso. Y es sencilla: de lo que se trata es de la protección del rango y las rentas de los grupos superiores de la vieja sociedad, amenazados por el ascenso de cualquiera que acumule dinero o mérito. Desde el mismo mundo de las sectas estudiantiles y la "épica del bochinche" se nota el predominio "natural" de los privilegiados sociales, que están a salvo de cualquier competencia gracias a las camarillas que los protegen. Las cúpulas de todos los grupos radicales estaban formadas por personas de origen social muy alto que esperaban acceder a cargos de poder, por jóvenes que fueran.

Lo "exótico" de esa explicación sólo habla de la escasa información que maneja el señor Araújo: fue lo mismo en toda Hispanoamérica. Por eso Octavio Paz, a quien no parece haber leído mucho, señala que el autoritarismo de la izquierda mexicana es expresión de una "modernidad inauténtica", mientras que Guillermo Cabrera Infante señala que la Revolución significó el ascenso de la minoría blanca urbana, que en una sociedad de libre empresa estaba en desventaja y gracias a las expropiaciones accedió a rentas y lujos que no habría obtenido en condiciones de competencia. Eso mismo se puede decir de Centroamérica, con las universidades de jesuitas dirigiendo la revolución.

Lo fascinante en Colombia es que la "izquierda" impuso su programa en 1991 y desde entonces todos los gobiernos están sometidos a la letra de la Constitución impuesta y sobre todo a las autoridades surgidas de entonces: las altas cortes (prácticamente todos los magistrados que se retiran y opinan sobre política son defensores de Piedad Córdoba). El resultado, para que se deje de dudar sobre la identidad entre la llamada izquierda y las castas superiores de la vieja sociedad, es que entre 1991 y 2002 el coeficiente de Gini pasó de 51,3 a 60,7, el efecto natural de la acción de tutela y la multiplicación del gasto público impuesta por esa constitución (sólo en Colombia es concebible que durante décadas haya habido personas que empezaban a cobrar pensión a los cuarenta años, o que la mitad de los empleados estatales esté en el primer decil de renta).

Es casi tedioso insistir en la identidad entre la izquierda y las clases altas, baste pensar en los lectores de Semana y en los discursos de sus columnistas. Más complicado es entender la rotunda identidad que hay entre los grupos comunistas y las guerrillas. Pero sólo por el freno que hay en las cabezas colombianas para encontrar en el terrorismo y el crimen organizado la esencia del país: ¡tiene que ser que los profesores de la Universidad de Los Andes, de la Javeriana, del Externado, de EAFIT, del Rosario, etc., entienden menos el mundo que el primer exaltado que descubrió que el terrorismo es malo!

Sencillamente, las bandas terroristas no serían nada sin el apoyo que reciben desde el poder judicial y desde instancias políticas. Aun con eso, no serían nada sin la disposición de los gobiernos y los políticos a sacar réditos de premiarlas con negociaciones de paz. Es decir, en el ascenso del programa comunista los crímenes son una pequeña parte que refuerza algo mucho más complejo que es el dominio del aparato estatal por las redes civiles del comunismo. Es verdad que éste es una "ideología foránea", pero su éxito consiste en encarnar los intereses de los grupos que siempre han sido dueños del Estado, exactamente igual que en la Sudáfrica del Apartheid.

Otra cosa es que alguien acepte eso: ¡hay que decidir si yo soy un chiflado con ocurrencias exóticas o si Uribe y Araújo son dos imbéciles! Ya es imposible encontrar a un solo colombiano que quiera admitir que las FARC no son simples traficantes de cocaína sino que tienen un programa político, no faltaría más sino suponer que Uribe no lo entendiera todo mucho mejor que Octavio Paz o que necesitara leerlo o siquiera leer algo. En la China de la Revolución cultural cualquier idea eficiente de un ingeniero era atribuida al presidente Mao, el uribismo, guiado por maoístas que no vacilaban en destruir la democracia para implantar una presidencia vitalicia, sigue con lo mismo y ciertamente cualquier preocupación por la verdadera naturaleza del terrorismo o por los motivos por los que unas políticas tan exitosas como las que se aplicaron durante la presidencia de Uribe encuentran tanto rechazo entre las clases altas e intelectuales es propia de locos: el motivo no puede ser otro que la inferior inteligencia de los miembros de esas clases comparada con la de los uribistas.

Con esos presupuestos cómicos y con esos designios opuestos a la democracia será imposible hacerle frente a la conjura terrorista. Como no hay valores claros no es en absoluto sorprendente que el uribismo esté por lo general apoyando la negociación de La Habana e intentando mejorarla, promoviendo al Senado a los asesinos del M-19 y a la presidencia al primo de Juan Manuel Santos, un personaje tan comprometido con la izquierda como él (fue quien contrató a los angelinos del Informe de Memoria Histórica). Es normal: el programa uribista no es más que los sueños de poder de una secta maoísta, la lagartería de personajes que no se distinguen mucho de Roy Barreras (con quien Uribe hacía componendas en una fecha tan reciente como febrero de 2012) y la manipulación de un efecto supersticioso muy parecido al que explotan los chavistas.

(Publicado en el blog País Bizarro el 9 de octubre de 2013.)

lunes, noviembre 18, 2013

¿Cómo ven la paz de Santos fuera de Colombia?


Como ya he explicado muchísimas veces, la monstruosa componenda de Santos con los terroristas funciona porque no hay oposición. Hoy por hoy el candidato con más opciones dentro del uribismo es un señor que declaró que Uribe habría firmado ese acuerdo y lo aplaudió. A la mejor manera "politiquera", casi todos los demás precandidatos acomodan sus eslóganes al estado de ánimo de la mayoría y finalmente nadie sabe qué harán cuando se firme el acuerdo de paz que conducirá a un referendo, a un cese al fuego y tal vez a la concesión del Nobel de la Paz a Santos. (También he explicado muchas veces el principio solipsista: es en la cabeza de cada persona donde termina estando todo, no se sabe si los precandidatos y candidatos uribistas al Senado apoyan o condenan la negociación, pero los activistas y votantes por lo general están sólo preparados para aplaudir lo que finalmente resuelvan aquéllos. El único dato claro es el consejo de Uribe de no cancelar los diálogos.)

En cambio, el gobierno y sus socios terroristas tienen grandes recursos de relaciones públicas y grandes maquinarias de propaganda. Así imponen sus nociones sin que nadie las cuestione. Paradigmático es el increíble mártir heredero Héctor Abad Faciolince, al que elogian Savater, Vargas Llosa y Enrique Krauze. ¿Nadie es capaz de preguntarles si ellos también creen que no es lo mismo matar para enriquecerse que matar para que la gente viva mejor, como proclama Carlos Gaviria, el compañero de activismo de Abad? No, nadie: mejor mostrar respeto por los juicios de tan importantes personas, aunque casualmente a Savater sí le presentaron la genialidad del Estado de Opinión (y también al príncipe Felipe, que además de no ser idiota tiene bastantes asesores capaces de entender las bellezas que inventan en Colombia).

Santos hace lo mismo y su componenda criminal ha sido respaldada por personas que deberían estar en contra, como el columnista del ABC Ramón Pérez Maura (todo aderezado con una increíble credulidad respecto de la propaganda antiuribista, tal vez por influencia de otro experto en esa clase de manejos: Andrés Pastrana).

Dentro de esa campaña, y muy oportunamente, aparece en El País, el órgano del grupo Prisa, dueño de Caracol Radio y socio de El Espectador, un artículo del exministro israelí Shlomo Ben Ami. Le pregunté por Twitter a Hermann Tertsch si se debería esperar mala fe de ese señor y me contestó que más bien tendía a equivocarse. Voy a comentar ese escrito para señalar las grandes mentiras que dice, dando por sentado que las cree por la presión de la propaganda del régimen.

Bastan el título y la entradilla:
Colombia y el precio de la paz 
Es una mala decisión terminar un conflicto pensando solo en el castigo de los culpables
¿Alguien está pensando "sólo" en el castigo de los culpables? Sería sencillísimo: Santos propone un referendo gracias al cual los miembros de las FARC desisten de ir en contra de los resultados de las elecciones, se disuelven, entregan las armas, informan sobre las rutas del tráfico de cocaína y sobre la situación de las minas, entregan a todos los niños reclutados y devuelven el dinero que hayan obtenido secuestrando y extorsionando a los colombianos, y a cambio de eso se promueve la impunidad para todos. Toda oposición resultaría muy minoritaria en Colombia. Claro que está la CPI, pero toda la negociación sobre el campo, las leyes, etc., no tendría sentido.

De modo que es una mentira brutal, en cierto modo reforzada por la falacia uribista de la "paz sin impunidad". La impunidad es sencillamente un nivel absurdo de cuestionamiento, no se puede discutir con alguien las leyes de un país y a la vez su castigo por transgredirlas. Si se comprometieran a respetarlas y desistieran de abolirlas, tendría sentido hablar de castigo o perdón. Lo que negocia Santos es sencillamente la claudicación total del Estado y si el señor Ben Ami no es capaz de verlo, ¿cómo pudo ser ministro de Exteriores de Israel? ¿Cómo puede escribir sobre el tema en la prensa?

Ya en el título acepta un sobreentendido perverso: un régimen democrático puede aceptar discutir sus bases con una organización terrorista, por lo demás ligada de muchas maneras con Al Qaeda y otras. ¿Es posible concebir algo así sin incentivos o maquinaciones infames? Cuesta creerlo.
La relación entre paz y justicia es desde hace mucho tiempo tema de un arduo y conflictivo debate. Algunos dicen que el afán de justicia puede ser un obstáculo en la búsqueda de soluciones a los conflictos, mientras que otros (entre quienes se cuenta Fatou Bensouda, fiscal general del Tribunal Penal Internacional) afirman que la justicia es una precondición de la paz. Esta cuestión debería ser objeto de una cuidadosa consideración de parte del presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, en momentos en que dirige las conversaciones de paz más prometedoras que haya habido en su país, tras cinco décadas de conflicto brutal con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
La historia de las FARC es la historia de las negociaciones de paz. Se formaron en medio de la efervescencia revolucionaria de los sesenta como brazo armado del Partido Comunista y tuvieron una presencia mínima, y aun sólo unos cuantos cientos de miembros, hasta que en 1982 el presidente Belisario Betancur se alió con ellas para buscar un nuevo bipartidismo. Gracias al cese al fuego expandieron la industria de la extorsión a muchas otras regiones, así como el control sobre la industria de la cocaína. Tras varios años de concesiones "prometedoras", el gobierno comprobó que no hacían más que escalar cada vez más sus pretensiones. Exactamente ocurrió lo mismo con todos los gobiernos posteriores: cuanto más se buscó acordar la paz más expandieron su poder, que llegó a su punto más alto gracias a la cesión de un territorio del tamaño del doble de Israel. Cada vez que hay negociaciones de paz los terroristas multiplican su poder. Este gráfico puede ilustrar lo que digo.

¿Ignora el señor Ben Ami que eso ocurre porque se los legitima y alienta al someter las leyes a su dictado?

¿No será por la confesión dominante en su país por lo que para el señor Ben Ami no es ejemplar lo que dijo el papa alemán en un discurso ante el parlamento de ese país?
Quita el derecho y, entonces, ¿qué distingue el Estado de una gran banda de bandidos?, dijo en cierta ocasión San Agustín. Nosotros, los alemanes, sabemos por experiencia que estas palabras no son una mera quimera. Hemos experimentado cómo el poder se separó del derecho, se enfrentó al derecho; cómo se ha pisoteado el derecho, de manera que el Estado se convirtió en el instrumento para la destrucción del derecho.
Si el señor Ben Ami tuviera alguna noción de Colombia sabría que EXACTAMENTE eso es lo que ocurre en la Colombia de hoy, donde el fiscal general de la nación proclama que el "derecho fundamental a la paz" prima sobre el derecho de las víctimas al castigo de los criminales. A lo mejor podría explicarnos de qué clase de pacifistas surge esa idea fascinante de que un "derecho a la paz" se materializa en el éxito de quienes no dejan en paz a los demás sino que los secuestran y masacran.

Las conversaciones de paz son prometedoras para los asesinos, que ahora tendrán muchos más recursos para matar (a lo mejor con otra marca, pues gracias a las negociaciones de "paz" de los ochenta el Partido Comunista quedó impune y se dedicó a trabajar legalmente para cobrar los crímenes de su brazo armado, sin que el M-19 haya hecho otra cosa o SEA otra cosa). Por torpeza o frivolidad el señor Ben Ami contribuye a la multiplicación del crimen.
Un modelo ideal de aplicación de justicia post-conflicto puede hallarse en los juicios de Núremberg, celebrados tras la rendición incondicional de la Alemania Nazi en la Segunda Guerra Mundial. Pero cuando se trata de conflictos que terminan sin vencedores ni vencidos, la tarea del pacificador es mucho más compleja, ya que en estos casos, lo que está en juego puede obligar a elegir entre la reconciliación y la búsqueda de responsabilidades.
¿Ha terminado el "conflicto colombiano"? ¿Terminará gracias a la negociación de Santos? ¿Son igual de legítimos ambos bandos? ¿Cómo es que no hay vencedores ni vencidos?

Las FARC estaban en trance de desaparecer cuando llegó Santos al poder. Los mapas en que se registra su presencia en esa época se reducen a pequeñas áreas en las regiones fronterizas de Ecuador y Venezuela. Sencillamente no hay vencedores ni vencidos porque el jefe de los vencedores se puso de parte de los vencidos, cuyo máximo jefe es a fin de cuentas su hermano mayor. Otra burda mentira. Otra contribución a la propaganda del terrorismo.

[Suprimo dos párrafos que no añaden nada porque tratan de la cuestión de la impunidad que aclaré arriba: todo es mentira, no van a pedir perdón sino a ser los dueños del país y ahora mismo tienen a su servicio al poder judicial y a casi todo el Estado, gracias a las grandes fortunas de sus negocios criminales. La mayoría de los colombianos los dejaríamos impunes.]
Claro que ofrecer una vía de escape a criminales de guerra y violadores de los derechos humanos puede ser doloroso, pero a veces la posibilidad de terminar el sufrimiento de la población civil puede más que una búsqueda principista de justicia. ¿Quién se opondría hoy a una amnistía al presidente de Siria, Bashar Al Assad, si esta sirviera para terminar la brutal guerra civil que ya causó más de 100.000 muertes y creó casi dos millones de refugiados (entre ellos, un millón de niños) en apenas dos años?
Eso de "terminar el sufrimiento de la población civil" es exactamente el argumento del secuestrador: podría suprimirse el derecho penal para terminar el sufrimiento y el riesgo de los encargados de capturar a los delincuentes. Pero sobre todo en Colombia no va a terminar nada porque lo que hará Santos será entregar a los terroristas nueve millones de hectáreas de terreno que dedicarán a producir cocaína y a entrenar combatientes, además del control que tendrán del resto del país gracias al dinero acumulado con el crimen y a las armas, que usarán sin atribuirse las acciones.
Tal es, precisamente, el dilema al que se enfrenta ahora Santos. Las infinitas atrocidades cometidas por las FARC hacen difícil de aceptar la idea de dejarlas sin castigo. Pero a nadie beneficia prolongar un conflicto que ya produjo más de 200.000 muertes y alrededor de cinco millones de desplazados.
El dilema al que se enfrenta Santos es cómo hacer para que los colombianos aprueben una infamia que es para empezar la abolición de la democracia: nadie le pidió que hiciera eso y prometió otra cosa. Y la forma en que se multiplicarán los asesinatos es premiando a los asesinos, que en el supuesto muy dudoso de que desistieran tendrían ya el ejemplo de un país que compra la paz (poniendo a quien se la vende en mejores condiciones para volvérsela a vender, como dijo Montesquieu, que es exactamente lo que pasa con el Partido Comunista y el M-19).

¿A nadie beneficia prolongar un conflicto? Por favor: el "conflicto" comporta la obtención de decenas de miles de millones de dólares de la cocaína, la extorsión y la minería ilegal y sólo se contiene aplicando las leyes. La burda idea de que las promesas de Santos y sus socios terroristas son automáticamente realidades es digna del más deshonesto propagandista.
El motivo original del conflicto en Colombia quedó resuelto con el reciente logro de un acuerdo de reforma agraria, de modo que ahora la cuestión de la justicia transicional será lo que determine el éxito del proceso de paz. Si conferir impunidad a los perpetradores de crímenes de lesa humanidad (por más moralmente reprobables que sean) puede servir para poner fin al conflicto y proteger de daño a las posibles víctimas futuras, tal vez dicho resultado justifique sacrificar el objetivo de justicia plena para las víctimas pasadas.
¿El motivo original del conflicto? Se trataba de los planes de la Komintern y del forcejeo de los diversos clanes patricios por los puestos públicos. La idea de que con el acuerdo agrario con los terroristas "quedó resuelto" el motivo original es grotesca: sólo se ha multiplicado el poder comunista en el campo y eso asegura muchas más violencias. La idea general de conceder impunidad para proteger a las posibles víctimas futuras se podría aplicar a todo el derecho penal (dejarían de morir policías capturando asesinos), pero sobre todo es monstruosa ante la realidad colombiana.
En vez de lanzarse a vencer a los insurgentes como fuera, Santos eligió el camino políticamente más difícil: la búsqueda de un acuerdo negociado. Esto es señal de que está dispuesto a hacer lo que sea necesario para proteger de más violencia a las comunidades rurales que tanto la han sufrido.
Además de mentir, este hombre no sabe nada de Colombia. ¿El camino políticamente más difícil? ¿Cuánta hostilidad tenía Uribe en la prensa y en el poder judicial y cuánta tiene Santos? ¿Cuánta resistencia en el legislativo? ¿Premiar el crimen y aliarse con los criminales es el camino políticamente más difícil? No se puede creer tanta perversidad. ¿Cómo es eso de "vencer a los insurgentes como fuera"? ¿"Insurgentes"? ¿Con napalm o armas químicas? ¿Qué significa "como fuera"? ¿Degollando a todo el que apareciera? Sólo tenía que aplicar la ley mínimamente a unos psicópatas cuyas proezas hacen de todos los enemigos de Israel gente recta y respetable. Y que además estaban vencidos y en retirada: ni siquiera estaban expuestos a un castigo severo porque los planes de desmovilización permitían quedar impunes a muchos malhechores.

Las comunidades rurales sufren la violencia de esos psicópatas cada vez que los premian y les dan ventaja para expandir su imperio criminal. Esta vez será mucho peor.

[Otros dos párrafos con la misma idea de la posible impunidad.]
Puede ocurrir que el complejo contexto político de Colombia obligue a Santos a buscar fórmulas alternativas para conciliar la paz con la justicia; por ejemplo: reducción de penas, condenas a labores comunitarias, veredictos condicionales o asilo en otros países. Pero todas estas opciones (y mucho más una amnistía) deben estar supeditadas a que los insurgentes desmovilizados cooperen plenamente con los tribunales (lo cual incluye confesar todos los crímenes cometidos).
Supóngase que los terroristas quedan impunes, ricos, poderosos, con armas y dueños de la mitad del territorio, ¡aun sería una maravilla que confesaran todos los crímenes cometidos! ¿A cuántas niñas habrán violado? ¿A 10.000? ¿Cuántas violaciones se habrán cometido? ¿Cuántas mutilaciones? Eso nunca ocurrirá: nadie sabe nada de los secuestros de niños, asesinatos y demás atrocidades del M-19, cuyos líderes son hoy el verdadero poder en Colombia y dominan el poder judicial. El exministro israelí rezuma a la vez ignorancia y mala fe. Su promesa de que confesarán todos los crímenes cometidos NO PUEDE SER ingenua, no es posible desconocer el sesgo del poder judicial en Colombia, al menos para alguien que lee la prensa. Sólo aporta otra promesa a la infamia de Santos (que mucho me temo que proclamará en pocos días). 
Siguiendo este razonamiento, el líder de las FARC, Pablo Catatumbo, reconoció que las guerrillas provocaron “dolor” y ejercieron “crueldad”, y pidió una amnistía general que incluya tanto las violaciones de los derechos humanos cometidas por las FARC como las debidas a las fuerzas de seguridad estatales. Además, insistió en que un prerrequisito para la paz y la reconciliación nacional es que se identifique y compense a las víctimas.
¡Ahora se puede comparar algún delito de algún militar con la industria del crimen de las FARC! Y el hecho de que un jefe de esa industria diga que "provocaron dolor" (siempre se lo dicen a los padres de los niños secuestrados: ¡todo ocurre porque tienen que combatir el neoliberalismo!). Lo de identificar y compensar a las víctimas también tiene mucha gracia: el despojo a los colombianos a través de las maquinaciones judiciales es una industria casi tan rentable como la cocaína y la minería ilegal. ¿Quiénes son las víctimas? ¿Van a devolver el patrimonio a las 40.000 personas secuestradas? ¿Qué pasará con las decenas de miles de niños reclutados, muchos muertos, para enriquecer a gente del entorno del hermano mayor de Santos?
Cuando está en juego la solución de un conflicto, pensar solamente en castigar a los culpables suele ser mala decisión. El arzobispo Desmond Tutu, líder de la transición democrática sudafricana, describió una alternativa (la justicia restauradora) que hace hincapié en “crear puentes, reconstruir equilibrios perdidos y restaurar relaciones”. Esta idea de justicia, constructiva y orientada al futuro, también puede ayudar a Santos a garantizar el futuro pacífico y seguro que los colombianos se merecen.
Todo lo que hace Santos es multiplicar el poder de una banda criminal premiándola e inscribiendo a Colombia en el cartel de las repúblicas bolivarianas. No hay ninguna solución de ningún conflicto sino el acceso al poder de unos criminales. ¿Cuáles son los equilibrios perdidos que se van a reconstruir cuando las víctimas del secuestro son miserables y los secuestradores son potentados?

Creo que Hermann Tertsch está muy equivocado. El inocente es otro.



(Publicado en el blog País Bizarro el 25 de septiembre de 2013.)

viernes, noviembre 15, 2013

La otra unidad nacional


La "interacción" con colombianos siempre comporta que uno va a tener que hacer frente a la mala fe, a la bajeza y al primitivismo más inverosímiles. De modo que cualquier discusión sobre algo como la composición de la lista del Centro Democrático al Senado se resuelve con declaraciones como ésta:
Es una cuestión cultural, y todo lo que uno se encuentra continuamente en Colombia (y lo único sobre lo que vale la pena hablar y de lo que trata esta entrada), es la peculiaridad de la cultura local. Como yo he vivido muchísimos años fuera, siento verdadera sorpresa ante una declaración como ésa, pero los colombianos no. Ya he señalado esa relación especial que tienen con el diccionario. Aquí se ve otra cosa: la voluntad del jefe no se discute, no hace falta explicar por qué esta Everth Bustamante en esa lista ni por qué a pesar de su actuación como exjefe terrorista nada arrepentido se lo debe elegir. Como cantaba Daniel Santos, "si le gusta bien, y si no se va".

La cultura de Hispanoamérica, la idiosincrasia típica, es el fruto de la Contrarreforma y de la pasión española de esos siglos por arrasar con toda disidencia a punta de terror. España y sus colonias se distinguen del resto del mundo occidental porque no tuvieron Ilustración y por eso la crítica es algo que no se puede concebir, que irrita y desespera. (Todo esto lo explica obviamente mejor Octavio Paz.) En ningún país civilizado se respondería así ante las objeciones a los candidatos, pero decir que en ningún país civilizado se resuelve todo a partir de la lealtad al jefe es como decir que el agua moja. Esa disposición a entender es la misma civilización.

Cualquier intento de argumentar, y eso ocurre con casi todos los colombianos, conduce a conclusiones como ésta: 
Naturalmente, el señor Tello infiere que trabajo para Vargas Lleras y propongo no votar por la lista de Uribe. No es él, es Colombia: TODOS los uribistas con que he discutido me preguntan lo mismo: ¿cuál es su candidato? Les replico que uno que se oponga a la negociación de La Habana, eso les suena como sin sentido, como de otro planeta. "Entonces ¿te casarás con mi hermana?" "Me gusta mucho Brahms." Qué va a importar la negociación de La Habana, ¿uno va a ser leal o desleal a algo así? ¿Cuál es su hombre? ¿Qué candidato propone? Usted nos está engañando, está desinformando para favorecer a otro candidato.

Pero siempre se llega a lo incomunicable: es obvio que esa forma de razonar es de gentuza, pero cuando alguien no se da cuenta tampoco va a servir de nada explicárselo. Esos valores llegan a tal punto que durante la presidencia de Samper la popularidad de Serpa resistía a todas las pruebas de crímenes y mal gobierno: ¡todos valoraban su lealtad al presidente!

Pero existen las redes sociales y todo el mundo se puede expresar. Lo que pasa es que entre colombianos aflora enseguida la cultura universitaria: un grupo organizado arma un bochinche y los demás acuden a participar. A ver a quién hay que darle la "ensalada" correspondiente. Alguien se atreve a dudar de la idoneidad de un futuro senador que el jefe quiso incluir en la lista y entonces aflora la intimidación (eficacísima con gente que no piensa y al opinar sólo trata de agradar a los de arriba, cosa que define a casi todos los colombianos). Aparece alguien que desautoriza al discrepante y lo hace callar. Lo siguen otros, a menudo hombres caballerosos que se ponen del lado de las damas. Lo conmovedor de todo eso es, de nuevo, perdón por repetirlo, incomunicable.

Copio el primer tuit que publicó María Claudia Montoya sobre el tema:
Perdón por insistir en esa idea de lo incomunicable, pero es porque de lo que se trata es de la mentalidad de los colombianos. Como si alguien dice "Mi padre unas noches duerme con mi madre y otras noches duerme con mi hermana". Ustedes saltan angustiados: ¿QUÉ? Eso, ustedes vuelven a leer ese tuit y no se sorprenden ni se indignan. Es que son colombianos, una persona acostumbrada a la democracia sentiría la misma rabia de mi ejemplo.

De modo que la democracia no es el gobierno del pueblo sino uno en el que el ciudadano refrenda una de las opciones o presenta una lista. ¿Va uno a la Registraduría a ver cómo se hace? ¿O dado que desaprueba a un candidato vota por los peores? Eso sería escandaloso en un país democrático. En Colombia no: el sentido es "se calla", reforzado por la burla y el menosprecio.

Valga decir que la pariente de la santa es una persona bien relacionada que reacciona así ante las dudas o cuestionamientos de gente que con toda certeza está fuera de la jugada. Ése no es el mundo de la democracia sino el de la Inquisición. Ése es el espíritu que encarna con sus fervores católicos y patrióticos (de nuevo pienso en lo incomunicable: me cuento entre las personas que creen que Colombia debería asimilarse a las democracias de Europa y Norteamérica, para toda esta gente es el paraíso).

Antes de seguir con la lista uribista me detengo en las perlas de esa tuitera. Como ocurre SIEMPRE con esta clase de personas, la discusión pronto trata de la persona del otro:

"Destruir" es no aplaudir la designación de Everth Bustamante. Y eso, como ya expliqué arriba, por la desesperación con que las cabecitas contrarreformistas reaccionan ante la crítica. Discrepar es algo que no pueden concebir. Se obedece o se hace silencio. El que no está apoyando a Bustamante es porque colabora con Petro, eso no es de María Claudia Montoya sino de casi todos los uribistas. ¿Quién podría explicarles que el problema son ellos y no los demás? Como si un gobernante africano fuera a la ONU a proclamar su odio contra el virus del sida sin que a nadie se le ocurriera plantearse alguna respuesta médica. Me gustaría imaginarme que hay alguno que no piensa como ella. No lo creo.

De modo que ya soy destructor por llamar lambón a Tello (¿cómo definirían esa actitud arrogante de descalificar toda crítica?). Pero la ristra de descalificaciones es impresionante: soy intrigante y asesino...
soy resentido y parezco vieja chismosa y cizañera,
destilo rabia y veneno
soy obtuso y hasta chistoso
Y muchas más. Pero al buscar me encuentro con algo que también aflora siempre en las discusiones con los uribistas, y me aburro de mostrar las descalificaciones.
¿Alguien concibe posible alguna discrepancia o alguna discusión? Al final siempre se dice: "Déjeme pensar como yo quiera". Toda razón que se comunique es ociosa porque no son personas que conciban la verdad o la justicia, todo puede ser igualmente cierto o correcto porque cada uno tiene su opinión. Eso escandalizaría a cualquier persona recta tanto como el incesto de que hablé arriba.

Es desagradable que las discusiones no sean sobre las ideas o los hechos sino sobre las personas, pero no pretendo quejarme de los insultos y las descalificaciones, que fácilmente afloran en cualquier discusión acalorada, sino señalar otra encantadora endemia colombiana. ¡Después de todo lo que he citado, la tuitera resulta indignada porque la trato de idiota y le digo que es ridícula! ¡Así no se trata a una dama!

Otra vez, incomunicable, incomunicable. Conozco a miles de personas de Europa y Norteamérica, a nadie le parece que a las "damas" se las deba tratar de una forma distinta que a los "caballeros" (ese lenguaje parece de baños públicos). Claro que es feo insultar a la gente, pero responder con insultos a los insultos es lo normal.

Exageré diciendo que a nadie se le ocurre que se trate a las damas de una forma distinta a los caballeros: a los presidiarios y a la gente de los barrios bajos sí se les ocurre. Las agresiones verbales a los varones se remedian a golpes o a puñaladas, se supone que el "sexo débil" está en desventaja para "hacerse respetar" por esos medios y entonces es una vileza insultar a las "damas". Puede que una "dama" de un barrio de ésos que insulte a alguien invoque su sexo para protegerse de cualquier respuesta verbal a sus agresiones. Ése fue el motivo de otro escándalo, para que no quepa duda copio el tuit (aunque es fastidioso dedicarle tiempo a esas anécdotas):

De ahí la conclusión de que la estaba llamando "mujerzuela" (ya he explicado como sólo en los ambientes más degradados es posible sacar a colación el sexo para tener patente de corso para insultar).

Pero aparte de toda esa cuestión lo que ocurre es que Colombia está cayendo de forma fatal en manos del crimen organizado, de partidos que representan casi abiertamente a los secuestradores, asesinos y traficantes de cocaína, hoy dueños del país. ¿Existe una ciudadanía que se oponga a ese avance? ¿Qué debería representar esa ciudadanía? ¿Les parece que debería haber candidaturas de personas que no legitiman ni apoyan los crímenes?

Para cualquier persona de un país civilizado es casi una obviedad que debería haber un bando de la gente que no respalda a los criminales. Y la verdad es que la disposición con que los uribistas rehúyen la discusión recuerda a la que define a los partidarios de los partidos del crimen: un estilo cínico que prohíbe discrepar y un estrabismo moral que parece mentira.

Pero ese bando no puede ser el uribismo ni la lista del Centro Democrático porque sin que nadie quiera saber por qué resulta un candidato cuya carrera empezó secuestrando y asesinando, que no se ha apartado un ápice de la ideología del M-19 y por supuesto no va a contar nada sobre las proezas de su banda. Toda la pelea en Twitter venía de esa idea de que si a uno no le gusta puede votar por otros, cosa que ningún uribista cuestiona porque su constitución moral es colombiana.

De modo que el uribismo es ese bando de la decencia porque los uribistas quieren creerlo, no porque alguien conciba que tal cosa pueda existir. Para que no los tilden de extremistas o sectarios, o por otros motivos que a fin de cuentas nadie DEBE conocer, se incluye a un terrorista ascendido a político, impune, rico y con tremenda autoridad moral.

(Tengo que pedir excusas y ayuda: no he podido encontrar un video sobre un debate en televisión relacionado con las supuestas amenazas de "los Rastrojos" al PDA [curiosamente son socios de las FARC, que sin duda les encargan las amenazas consuetudinarias]. En ese video se ve a Everth Bustamante haciendo un despliegue de cinismo que avergonzaría a Petro y afirmando sin pudor que el PDA es una oposición democrática legítima. Es un video de este año y cualquier dato que aporte un lector que lo haya visto podría servir para encontrarlo.)

Lo que pasa es que algunos colombianos desaprobamos al M-19 y al gobierno que lo premió porque condenamos el terrorismo y los fines que persigue. Los uribistas no forman parte de esa clase de colombianos; es de lo que se trata, de bendecir al M-19 y el premio que obtuvo por sus atrocidades, no en balde Uribe fue el ponente de una ley que reforzaba la impunidad de la banda. Sólo son una bandería que sigue a un caudillo y pisotea a cualquiera que pueda encontrarle defectos, por eso TODOS los uribistas tienen una actitud ambigua ante la negociación de La Habana, ninguno se plantea que es un crimen. La desaprobación depende de la conveniencia de las cuentas del caudillo.

Pues al pensar en eso, en la ausencia de una lista formada sólo por personas que no matan ni secuestran, publiqué este tuit:
Y es verdad que hay un exceso retórico que molesta porque nadie quiere darse cuenta de que incluir a un líder del M-19 es bendecir a esa banda, a la negociación que la premió y a la Constitución que impusieron entonces; y que con tal personaje la figura de la lista de rechazo al crimen se disuelve, tal como una fiesta elegante se echa a perder si el anfitrión se emborracha y orina desde el balcón a los que se van.

Naturalmente eso se convirtió (por algo empecé explicando que con los colombianos siempre se encuentra la mala fe) en que estaba señalando a Paloma Valencia y los demás de la lista como secuestradores. Todo el problema de esa fastidiosa pelea es esa cultura de lambonería y "fulanismo", pero además está la cuestión que nadie quiere afrontar de si se aprueba la carrera de las bandas criminales o si se condena.

El M-19 es lo mismo que las FARC, o es algo diferente en la medida en que la Gestapo era algo diferente a las SS. Fue la banda que "coronó" la primera parte del plan. Lo que hacen los Santos ahora sólo es completar lo que se obtuvo con la Constitución de 1991.

Hace mucho tiempo que sé que los uribistas están en otro lado, en una especie de vago conservadurismo que los lleva a tomar el rumbo que convenga a su líder en el corto plazo sin preguntarse jamás si alguna vez supo adónde iba. Y es que en esa cultura de lambonería el éxito increíble de Santos como socio del terrorismo salva de toda responsabilidad al que lo hizo elegir.

Uribe cabalgó una corriente de hastío con el terrorismo y al cabo de ocho años hizo elegir al Congreso, al Senado y al gobierno actuales. Voté por él y le hice campaña en 2002 y 2006, lo defendí, en la medida de mis modestísimas posibilidades, contra las calumnias de los terroristas y sus socios y aun en 2010 ayudé a denunciar toda la maquinación perversa de la campaña de Mockus (algunos de esos escritos se cuentan entre los que más lectores tuvieron en Atrabilioso). No creo que le deba ninguna lealtad, sobre todo porque al aplaudir la candidatura que impone de un jefe terrorista estaría faltando a la lealtad a mis valores e ideas, cosa que no todo el mundo tiene.

La respuesta de estos uribistas refuerza mi convicción de que incluso si triunfaran seguirían siendo una solución falsa: al cabo de otra presidencia terminaría habiendo un Congreso y un gobierno formado por personajes como los que Uribe ayudó a elegir y que hoy son socios más o menos abiertos de Kidnapping Corporation. Allí donde no hay valores ni principios terminan imperando la codicia y el cálculo más mezquinos.

(Publicado en el blog País Bizarro el 23 de septiembre de 2013.)

martes, noviembre 12, 2013

Y entonces llegó la paz


Lo más fácil de encontrar en este mundo, sobre todo en Colombia, es ilusos. Por ejemplo, los que creen que Santos se levantará de la mesa de La Habana para buscar los votos uribistas por la reelección, o que el proceso fallará por la imposibilidad de obtener apoyo ciudadano, o que la Corte Constitucional no aceptará la impunidad aprobada en el Marco Jurídico para la Paz.

Esas ganas de entregarse a fantasías agradables afectan a la inmensa mayoría de los colombianos, desde los expertos como Alfredo Rangel hasta las mayorías que se dejan llevar a la "paz" que no es otra cosa que la instauración de un régimen como el cubano con algún maquillaje. Esto dice Rangel:
El Gobierno no tiene más opción que suspender esos diálogos en algún momento de su último año de gestión. Será imposible sostenerlos con un proceso electoral en marcha.
Respecto a la esperanza de que la providencia de la Corte Constitucional sobre el MJP "salve" al país de la caída en manos de los terroristas, baste prestar atención a lo que señala Saúl Hernández:
Tampoco nos convence mucho la rectificación hecha por la Corte Constitucional (CC) en el sentido de que los máximos responsables de las Farc, por la comisión de delitos de lesa humanidad, crímenes de guerra y genocidio, no podrán ser beneficiarios de la suspensión de pena, como se había planteado inicialmente al declarar exequible el Marco Jurídico para la Paz.

La verdad es que los mecanismos para pasarse esta decisión por la faja, están servidos. En primer lugar, el concepto de ‘máximos responsables’, que resulta un poco gaseoso, podría terminar siendo manipulado a favor de los cabecillas de las Farc, dejando incólumes a miembros del Secretariado y el Estado Mayor. Como antesala, no solo hemos sido testigos de la forma como la justicia ignora los casos de farcpolítica sino que hace poco el fiscal general Eduardo Montealegre, al imputar cargos por los ‘crímenes más graves del conflicto’, abrió cargos contra los principales jefes paramilitares, casi todos extraditados a los Estados Unidos (Salvatore Mancuso, Ernesto Báez, Ramiro Vanoy, Ramón Isaza, Diego Vecino, Hernán Giraldo, Miguel Ángel Mejía Múnera, Diego Fernando Murillo, Fredy Rendón Herrera e Iván Laverde Zapata, entre otros), mientras que los imputados de la guerrilla, dan risa: Elda Neyis Mosquera, alias ‘Karina’; Elí Mejía Mendoza, alias ‘Martín Sombra’; un tal Marco Fidel Giraldo, alias ‘Garrapata’, y otro fulano de nombre Olimpo Sánchez Caro, alias ‘Cristóbal’, del Ejército Revolucionario Guevarista. Es decir, puros chivitos expiatorios.

Pero, hay más. Resulta que la CC introdujo un elemento adicional como es que tales crímenes hayan sido cometidos “de manera sistemática”. Con ello veremos que hasta los peores crímenes de las Farc, por sistemáticos, metódicos y repetitivos que sean, terminarán siendo interpretados como hechos aislados y sus perpetradores serán absueltos. Además, ni siquiera es necesario hilar tan delgadito para descubrir el boquete por el que se va a colar la impunidad. Basta con señalar que la CC, al referirse a la ejecución de la pena, no está hablando exclusivamente de cárcel; incluso, tampoco está ciñéndose a una reclusión. Las alternativas son variadas, como casa por cárcel, prisiones especiales al estilo de La Catedral o reclusión abierta en lugares como las zonas de reserva campesina. También podría darse libertad vigilada con brazaletes electrónicos o, simplemente, libertad condicional. Y, como propuso el fiscal Montealegre, la pena podría consistir en algún tipo de trabajo social como el desminado humanitario.

Como si fuera poco, prohibir la suspensión total de la pena podría ser un mero saludo a la bandera por lo relativo al tiempo de las condenas, que podrían ser apenas de algunos meses y en ningún caso llegarían ni a los ocho años contemplados en la Ley de Justicia y Paz que, aplicada a los paramilitares, ha sido considerada por muchos como una burla a las víctimas.
Podría abrumar al lector con montones de citas de entusiastas que creen que la negociación fracasó o puede fracasar, pero lo más probable es que los conozcan. Nada de eso va a ocurrir. Por el contrario, cada día que pasa se confirma el plan de firmar la paz en un acto solemne el 11 de noviembre, como proclamaba un rumor que comenté hace varios meses, unos días después de que le den a Santos el Nobel de la Paz, cosa que podría ser ahora menos probable por los resultados de las últimas elecciones noruegas.

Todo lo que ha aparecido en la prensa en los últimos días lo confirma, pero sobre todo la entrevista de Santos a BlueRadio en la que confirma que habrá cese de hostilidades en cuanto se firme la paz. Las condiciones de ese cese y del plebiscito posterior ya lo explican todo, la entrega total del país al totalitarismo comunista según un plan de hace muchas décadas, tal como explica Carlos Romero Sánchez en este esclarecedor artículo.

De modo que ya no es lícito sorprenderse: el gobierno no se levantará de la mesa y la proclamación de los acuerdos podría ser inminente o retrasarse unas semanas, según la conveniencia del gobierno. Conviene prestar atención a esos acuerdos. Voy a comentar algunas frases de la entrevista de Santos a BluRadio.
Inmediatamente lleguemos a unos acuerdos, hay un cese al fuego, inmediato, y entramos en la tercera fase, la de la implementación. Y uno de los pasos fundamentales (de esa etapa) es que el pueblo colombiano va a poder manifestarse sobre esos acuerdos, va a poder refrendarlos.
¿En qué consistirá exactamente el cese al fuego? Ya hay una experiencia muy precisa con los diálogos de Belisario Betancur. ¿Va a cesar la extorsión? Por el contrario, se expandirá porque los guerrilleros ya no tendrán que ponerles emboscadas a los soldados ni esconderse de ellos. Como no son idiotas, no dirán que están extorsionando, cosa que no aliviará mucho la situación de las víctimas. La extorsión se atribuirá a la "delincuencia común". Lo mismo ocurrirá con los demás negocios ilícitos de los terroristas. La idea de que el pueblo colombiano va a poder manifestarse sobre esos acuerdos hace pensar en la posibilidad de que Santos concibiera no hacerlo: de puro buena gente va a permitir que se refrenden.

Pero claro que los terroristas NUNCA entregarán las armas, tampoco después de que se refrende la componenda, de lo que hablan es de "dejación de armas", como explica Carlos Romero Sánchez. Pero el referendo, que también comenté en abril, será literalmente un atraco: la población elegirá: o se somete a lo acordado por el gobierno y los terroristas, o afronta las bombas. O entregar la cartera o sufrir un corte en la yugular. Tiene gracia que la gente crea que el uribismo es de "extrema derecha" cuando ninguno de sus portavoces denuncia tal maravilla.

Claro que por entonces la amenaza de las bombas y las masacres terroristas será mucho más creíble que nunca porque ¿qué creen que se dedicarán a hacer cuando no tengan quién los persiga? No hay realmente una gran diferencia entre obtener recursos con sus negocios ilegales y armarse, que es lo que harán: los colombianos no tendrán alternativa a someterse porque la desmoralización del ejército será total y la presencia terrorista será mayor que nunca, además de la presión de las demás organizaciones "civiles" del crimen organizado y de los medios pagados por el gobierno.

Santos asegura que tras entregarles el poder las FARC entregarán las armas. Eso ciertamente no ocurrirá, salvo que sean incluidas como fuerzas militares legales. Pero conviene recordarlo:
Eso está por negociarse, pero la entrega en la práctica de las armas, que dejan las armas que pertenecen a las FARC, tengan la absoluta seguridad que eso será así porque es parte del proceso.
¿Está por negociarse? En ese caso se corre el riesgo de que se nieguen a entregar las armas. Pero no está por negociarse, sólo falta acostumbrar a la sociedad a ese paso de "reconciliación" consistente en convertir en amos a los peores psicópatas. Cuando se negocie no saldrá que entreguen las armas, ciertamente.

Sería un gran avance que la gente empezara a contar con esos datos, pero desgraciadamente sigue habiendo muchos que confían en que los acuerdos no resulten. Ya resultaron, los crímenes que ocurran a partir de ahora sólo tendrán el objetivo de disuadir cualquier oposición. El que quiera oponerse debe empezar a pensar en algo más que en la alegría de tener a Uribe de candidato a senador porque el asalto ocurrirá mucho antes, puede que incluso en septiembre, y el plan de la manguala avanza sin resistencia.

(Publicado en el blog País Bizarro el 18 de septiembre de 2013.)

sábado, noviembre 09, 2013

Cuarenta años sin el precursor de Chávez

El señor Allende figura en la propaganda hegemónica de los medios en todo Occidente como un demócrata gracias a que llegó al poder por elecciones. ¿Por qué no se dice lo mismo del señor Hitler? Una buena razón es que Allende fracasó; la otra, que servía a intereses que siguen predominando mientras que el nazismo desapareció.

Es muy rara la persona que no cree que el golpe de Pinochet, que tuvo lugar hoy hace cuarenta años, fue un atropello contra un gobierno democrático incuestionable. La mayoría crédula también supone lo mismo de Franco porque en general en Sudamérica hay muy poca curiosidad por conocer la historia y muchas ganas de disfrutar de la buena conciencia de encontrarse entre los buenos.

Pero ni el gobierno del Frente Popular en la España de 1936 ni el de la Unidad Popular en el Chile de 1973 eran demócratas, y la deriva que siguieron era bastante parecida a la de Hitler, pero es algo que no pueden admitir los adoctrinados porque todos los atentados contra la democracia de esos regímenes les parecen legítimos y dignos de aplauso.

Hace una década o más descubrí que cuando los colombianos criticaban el régimen del país por no ser democrático no querían decir que no era como Canadá sino que no era como Cuba. El nivel de relación con el lenguaje de los colombianos es ése. Unos años después Evo Morales se lo dijo a un periodista: Cuba es una democracia.

Pero comparar a Evo Morales con los comentaristas colombianos habituales es un ultraje inmerecido para ese líder cocalero. Era sólo para poner un ejemplo de lo que los colombianos consideran democracia. El señor Allende ni siquiera obtuvo el voto de la mitad de los que acudieron a las elecciones de 1970. Sólo del 36,3%. Si hubiera habido segunda vuelta no habría habido gobierno de la UP. Así de simple. Es una diferencia importante con Hitler.

No obstante, el señor Allende se dedicó a cambiar la naturaleza de la sociedad chilena y a imponer un régimen comunista, para lo que contó con el apoyo cubano, como no podía ser menos. Fue lo mismo que pasó en España, donde los socialistas y comunistas crearon un régimen de terror antes del levantamiento de Franco, emprendieron insurrecciones unos años antes y hasta asesinaron al principal líder de la oposición, Joaquín Calvo Sotelo.

El gobierno de Allende fue casi idéntico al de Chávez, pero no contó con los mismos recursos, mientras que al tratarse de la época de la Guerra Fría, el gobierno de Estados Unidos se interesó por la situación y apoyó el rechazo a la imposición de un régimen castrista, rechazo que condujo al golpe de Pinochet.

El que tenga alguna duda sobre la verdadera naturaleza de la Unidad Popular debería prestar atención a esto que nos cuenta el filósofo Víctor Farías
Luego de ser elegido por una mayoría muy estrecha para asumir el gobierno, Salvador Allende fue entrevistado por periodistas de todo el mundo que querían informar sobre “el experimento chileno” de construir el socialismo por medios pacíficos y legales. 
Uno de ellos fue el corresponsal del muy prominente periódico suizo Neue Zürcher Zeitung. En el apuro del tiempo y la confusión general, Allende, al ser entrevistado por él, se confundió y creyó que era el corresponsal de un periódico de la RDA, la Alemania comunista. Cuando el periodista le preguntó si después de esta elección en que había triunfado iba a haber nuevas elecciones en Chile, Allende muy enfático le respondió: “¡No seamos tan pesimistas, camarada!”.
En el texto enlazado hay muchísima más información al respecto, gracias a la cual se puede concluir que todo lo que los venezolanos han experimentado en quince años de mal gobierno lo vivieron los chilenos en tres años, con la diferencia de que no tenían recursos fabulosos. La subsiguiente indignación mundial contra Pinochet era animada por las mismas personas que acallaron todo interés por lo que pasó en Camboya pocos años después: se trataba del mismo impulso.

Tras el golpe se reforzaron las "iniciativas" para tomar el poder a punta de asesinatos y secuestros, cosa que se notó en la Argentina que en esos años llegó a tal caos que todo el mundo experimentó la llegada de Videla y compañía con gran alivio.

En definitiva, el gobierno de la Unidad Popular era como el de Allende y como el de Santos, un intento de abolir la democracia e imponer un sistema totalitario. Pinochet fue durante mucho tiempo un gobernante muy popular a pesar de los crímenes de su dictadura.

Los que creen que tal cosa es lícita porque se ganan elecciones obviamente no son demócratas, pero en Colombia son los que dominan los medios y la educación.

Tendría gracia que alguien evaluara la historia de Chile y de Cuba en el último siglo. Lo que pasa es que las personas deshonestas ponen el grito en el cielo por los atropellos contra los derechos humanos por la dictadura de Pinochet, pero JAMÁS dicen nada de atropellos mucho peores, mucho más aplicados a personas ajenas a cualquier actividad desestabilizadora y ocurridos durante mucho más tiempo en la satrapía cubana.

No hay que creerles: el atraso (económico y cultural) de una sociedad es reflejo de su nivel moral. Debería bastar para medirlo ver cómo reaccionan ante la idea de que el nazismo y el comunismo son crímenes paralelos. Sería de sentido común en países civilizados. Sería un escándalo en lugares como Colombia.

(Publicado en el blog País Bizarro el 11 de septiembre de 2013.)

miércoles, noviembre 06, 2013

La cosecha de Enrique Santos


En el reciente debate de los precandidatos uribistas con María Jimena Duzán se describió a Francisco Santos con esa frase de su entrevista con la misma periodista hace casi un año.
... un país donde el presidente es un Santos, el director del primer periódico del país está casado con una Santos, el director de la revista más importante es un Santos, el que está trabajando tras bambalinas por la paz es un Santos y el que le hace la oposición es un Santos, no existe ni en África.
Como entonces se trataba de respaldar la componenda de La Habana, a nadie le llamó la atención el sobreentendido racista de la alusión a África, cosa que no ocurrió con el concejal que habló de la merienda de negros o el diputado antioqueño que se oponía a invertir dinero departamental en el Chocó. El linchamiento en las redes sociales, continuación de las masacres por otros medios, se aplica cuando conviene al hampa reinante.

Pero aparte de la curiosa ocurrencia de buscar una candidatura presidencial después de afirmar eso, la idea de que Enrique Santos Calderón está "trabajando tras bambalinas por la paz" es una perla de ésas que los uribistas pasan por alto porque los uribistas son un tipo de personas capaces de sostener varias opiniones opuestas a la vez.

Pero antes, en la misma entrevista, el precandidato se había atribuido en alguna medida el origen de las gestiones de "paz" de su primo.
M.J.D.: ¿Qué opina de las gestiones de su primo Enrique Santos Calderón? 
F.S.: Pues mire: el jugó un papel clave en todo esto porque los conocía, y su presencia generó una gran confianza. Es más, yo le dije al principio de este gobierno esta frase: “¡Lo que usted ayudó a armar ahora ayúdelo a desarmar!”, ¡Es que por la revista Altenativa pasaron todos los grupos guerrilleros!
Para los terroristas la presencia del hermano mayor del presidente generó una gran confianza porque a fin de cuentas es su jefe: el que a través de García Márquez tenía una relación con Fidel Castro y cobraba los crímenes desde la dirección del principal periódico. Otra cosa es la increíble confusión de los uribistas, que tienen la rara virtud de sostener a la vez opiniones contrarias, de aplaudir la negociación y a la vez condenarla. 

De modo que el trabajo tras bambalinas por la paz de Enrique Santos consiste en "desarmar lo que ayudó a armar", pero vendría a suponer que las FARC se someten, cuando lo que se ha visto es que cada vez exigen más y presionan más, ahora usando el movimiento estudiantil para las protestas urbanas y explotando la épica del bochinche, que fue junto con Alternativa la escuela del actual secretariado.

Dada la evidente disposición del gobierno a premiar a los terroristas, a ayudarlos a lavar sus billones, con los que controlarán cómodamente la política colombiana (baste pensar que la inmensa mayoría de los congresistas actuales eran uribistas hace cuatro años), se puede decir que lo que hace Enrique Santos es COSECHAR lo que entonces sembró, aunque ya hubo una jugosa cosecha en 1991, cuando el poder judicial pasó a manos de sus subalternos del M-19 (nadie aclarará nunca si es verdad o no que el autor material del asesinato de Mercado fue después magistrado de la CSJ).

La verdad es que el hermano mayor del presidente nunca ha dejado de conspirar a favor del terrorismo, ni de coordinar las labores de las diversas marcas de la conjura: tanto las FARC como el ELN y el M-19 obedecían órdenes de La Habana, que transmitía y transmite Enrique Santos. Para entenderlo baste atender a lo que afirma el primer director de Alternativa.
La tercera Alternativa guerrillera opera tras una transición de pleitos internos, retirada de la mitad de los socios, entre el n.º 90 y el 110, y que se prolonga luego hasta la liquidación de la revista. Consolidada bajo la dirección de Enrique Santos tiene la estrecha asesoría de Jaime Bateman y el montonero, «el gordo» Paco. Es una Alternativa de combate que rechaza la elaboración de análisis, teorías y reformas propias de ”los intelectuales”- Rechaza también el quehacer político para consagrar la insurgencia y la rebelión armada. Inmersa en la estrategia cubana de la Tricontinental y la formación de los mil vietnams antiimperialistas. 
Marcha al unísono con las tácticas de combate empeñadas por los Tupamaros, los Montoneros, los Movimientos de Izquierda Revolucionaria y por supuesto del ELN. Jaime Bateman está en plena acción, en 1977-1978, crítico de las FARC y constructor de la Anapo radical y del M19. Después del robo de la espada del Libertador y antes de la toma de la embajada Dominicana, padece la urgencia de dotar a su movimiento, el M19 y luego Firmes, de una publicación de envergadura nacional, con su ideología inmarcesible del “sancocho a la colombiana”: acciones intrépidas y consignas de raca mandaca. 
Lo intenta una primera vez con la “Alternativa del pueblo”, pero al parecer no logra asumir la dirección, sino la militancia de algunos. En la segunda arremetida gana Bateman con la venia de García Márquez… y de Fidel supongo –porque ambos prefieren a un chico más travieso y mágico que a todos sus Aurelianos Buendías peleados en mil guerras, pero ya a la espera de la pensión de retiro: Manuel Marulanda, Jacobo Arenas, Fabio Vásquez Castaño…

La revista toma pues su nuevo rumbo rompiendo un histórico record Guiness con más de un millón y pico de denuncias en su corta vida, hasta su caída final en el misterioso trance, pocos meses antes de la toma de la Embajada Dominicana (7.2.79) con 13 embajadores y el nuncio del Vaticano a bordo.
La coordinación de toda la conjura la lleva a cabo el hermano mayor de Santos, y la entrega del país a los terroristas no es más que la consumación de lo que empezó en 1974. Con el mismo acompañamiento de entonces: como ya he explicado muchas veces, se trata de la vieja dominación y para ofrecerle resistencia haría falta que la gente concibiera otra forma de vivir.

(Publicado en el blog Atrabilioso el 4 de septiembre de 2013.)