lunes, septiembre 28, 2015

Una entrevista a Uribe

Hace mucho tiempo que digo que para acabar con el narcorrégimen colombiano e implantar una verdadera democracia es necesario prescindir del uribismo, pero eso les suena incomprensible a los que no están con Santos y sus socios terroristas: una señora incluso me reprochó que criticara a la oposición. Es ese nivel, en el que la crítica resulta intolerable, pero ¿puede haber reflexión sin crítica?

Hace unos días apareció en El País de Madrid una entrevista al expresidente que comentará para explicar lo que en mi opinión son los errores y límites de su visión.
Álvaro Uribe: “Los cabecillas de las FARC tienen que pagar cárcel” El senador cree que Venezuela debe ser retirada "como garante de los acuerdos de Paz"
Todo lo que se lea en este periódico sobre Colombia tiene el sesgo de las relaciones empresariales de Prisa, propietaria de Caracol Radio, con el gobierno de Santos y aun de otras relaciones complejas con todo el clan, así como con los gobiernos del Foro de Sao Paulo (el canal de televisión Cuatro, de los mismos propietarios, dedica buena parte de su programación a un continuo publirreportaje de Podemos). De ahí ese titular y el tono hostil de toda la entrevista. En la portada de la edición electrónica decía otra cosa: que si los jefes de las FARC no iban a la cárcel habría violencia, con lo que Uribe resultaba profiriendo amenazas.

Esa cuestión de si los jefes terroristas deben pagar cárcel es de particular interés para la propaganda de los terroristas: un "conflicto" con tantos muertos no cesa por la obstinación de un líder ultraderechista, amigo de los paramilitares y responsable de crímenes atroces por parte del ejército (eso es Uribe para los lectores de ese periódico). Pero su efecto en Colombia es peor: mucha gente cree que las FARC van a desistir de tomar el poder e implantar el comunismo y todo lo que hace falta es perdonarles unos años de cárcel a unos criminales. ¿Se atreverán a negar los uribistas que la obsesión con la "impunidad", presente en toda su propaganda, favorece esa percepción?

El problema no es la impunidad sino la persistencia del proyecto totalitario y de las organizaciones que lo conforman, así como su reconocimiento y ascenso gracias a la negociación. No es que los terroristas se libren de la cárcel, es que ya están al mando.
Álvaro Uribe Vélez (Medellín, 63 años), expresidente de Colombia (2002-2010) y actual senador es también líder de la oposición y el crítico más feroz con el proceso de paz con las FARC del presidente Juan Manuel Santos, quien fuera su ministro de Defensa durante su segundo mandato, cuando la guerrilla sufrió los golpes más duros. Hoy, la relación entre ambos directamente no existe. La entrevista se realiza el miércoles por la tarde, en plena crisis fronteriza con Venezuela, antes de que Santos llamase a consultas al embajador en Caracas y pidiese la mediación de Unasur y la OEA, que ha recibido el apoyo de todo el Congreso, incluido el partido Centro Democrático que lidera Uribe.
El periodista describe a Uribe como "el crítico más feroz" de la negociación para reforzar su legitimidad: el "crítico más feroz" de la negociación pide que saquen a Venezuela como garante, que es como si el crítico más feroz de los asesinatos exigiera que se usaran armas esterilizadas. Es decir, una monstruosidad que ninguna democracia toleraría nunca tiene un extremo irracional de rechazo en un hombre que la aplaude. De esas trampas retóricas está hecha la propaganda.
Pregunta. ¿Por qué se ha generado esta crisis con Venezuela?
Respuesta. La crisis de la frontera no surge de la noche a la mañana. La dictadura de Venezuela, a su amaño, ha decidido siempre cuándo abre y cierra la frontera. Todo eso ha llegado a lo que vemos actualmente, un genocidio contra el pueblo colombiano, con las casas marcadas, los ciudadanos torturados, expulsados como animales. Lo más grave es que el Gobierno teme que cualquier indisposición de la dictadura de Venezuela le genere más dificultades en los acuerdos con el grupo terrorista FARC. El Gobierno de Santos debería retirar a Venezuela como garante de los acuerdos de las FARC.
¿Se ha cometido en Venezuela en estas semanas un "genocidio" contra los colombianos? El señor Uribe es jurista, ¿cómo se permite esas ligerezas con el lenguaje? ¿Como es que ni durante su gobierno ni después se ha denunciado a las FARC ante la CPI por el indiscutible genocidio de los desmovilizados de Esperanza, Paz y Libertad? Da la impresión de que Uribe no supiera qué es genocidio, o que en aras de mantener lazos de lealtad con gente como su compadre Roy Barreras evitara pisar líneas rojas, como sería echar a perder las perspectivas de un acuerdo de paz llevando a los genocidas a un tribunal que no está para negociar.
P. Ha comparado esta crisis con el Holocausto judío. ¿No le parece exagerado?
R. Hitler empezó acusando a los judíos de ser la fuente de todos los males. Venezuela acusa a los colombianos de ser la fuente de todos los males. Hitler empezó maltratando a los judíos, tratándolos como una raza inferior. Maduro acusa a los colombianos de ser paramilitares y las prostitutas de Venezuela. Van justificando la tortura del pueblo colombiano.
Como ya he explicado, el periodista es un propagandista del régimen, por lo que aprovecha la indudable ligereza retórica de Uribe para ponerlo en ridículo. Comparar las persecuciones de Maduro con el asesinato de seis millones de personas es grotesco.
P. ¿Por qué esa oposición tan dura al proceso de paz?
R. Algunos en Europa han tenido la equivocación de que Colombia tiene dos opciones: la guerra de Uribe o el diálogo de Santos. Creo que esa simplificación es dañina. Le hago un resumen de nuestras diferencias: el Gobierno ha descuidado la seguridad. La fuerza pública está seriamente desmotivada. Puso a las fuerzas armadas como actor político al mismo nivel que el terrorismo. Nos preocupa que este Gobierno no le haya exigido a las FARC un cese de actividades criminales verificable como condición para avanzar en el diálogo, con ubicación en unos sitios. Todo eso ha facilitado que las FARC hayan regresado a muchos sitios del país de donde tuvieron que salir. Nos preocupa inmensamente que el Gobierno no haya tenido claridad sobre la entrega de armas. No exige que los cabecillas vayan a la cárcel. Nosotros aceptamos que el guerrillero raso no vaya a la cárcel pero creemos que el cabecilla tiene que ir, así haya una sentencia reducida, porque si no van a generar aquí más violencia.
Ojalá el lector se planteara contestar por qué se opone al proceso de La Habana (caso de que se oponga). Si me preguntaran a mí no daría ninguna de las razones de Uribe. ¿Contestarían los uribistas lo mismo si no conocieran las respuestas de su líder? Yo no lo sé: el protagonismo de Uribe y su partido obran como un sumidero que encauza el rechazo al régimen hacia algo que yo desapruebo rotundamente.

La negociación con las FARC es condenable porque constituye la abolición de la democracia y la renuncia de la ley, además de legitimar a los terroristas. ¿Es tan difícil ver que eso no aparece en las respuestas de Uribe.

El rechazo a la idea de optar entre la guerra de Uribe y el diálogo de Santos casi lo resume todo: visto el poder de propaganda del régimen y el escaso valor que los colombianos dan a la ley, a la libertad y a la democracia, Uribe y su gente evitan a toda costa que se genere una percepción que los describe como "guerreristas". Nada de eso, ellos apoyan la negociación, tanto que aspiran a mejorarla. No faltaría más. ¿Guerreristas ellos?

¿El gobierno ha descuidado la seguridad? Ya verán que dentro de poco el gobierno saca pecho por la reducción de muertos por "el conflicto". Los soldados asesinados en los últimos años se contarán como otras bajas del conflicto y saldrá un avance maravilloso: el fruto de la paz, cosa que los colombianos agradecerán.

La seguridad es algo que preocupa naturalmente a todo el mundo, pero no puede ser un valor que cuente ante la abolición de la democracia. Lo que Uribe dice es que critica al gobierno por los efectos de su actitud de premiar el crimen, no por ella misma. Eso tiene relación con el hecho de que el votante siempre tiene la razón.

Dado que el intento de buscar la paz mediante el diálogo es legítimo y no es un crimen, ¿qué sentido tiene quejarse de que se desmotive a la fuerza pública?

En 2006 Uribe les propuso a las FARC una negociación que conduciría a una Constituyente, y ciertamente no les exigía concentrarse en un lugar. Ese hecho ha servido para que los propagandistas del régimen desautoricen sus críticas. En esa época yo no tenía conocimiento de esa propuesta, pero no comparto los reproches de quienes la toman como una incoherencia o una deslealtad. En el contexto de la época, y tratándose de Uribe, ese ofrecimiento tenía mucho sentido. Obviamente los terroristas no iban a aceptar, pero ¿para qué negarse al diálogo cuando no se perdía nada ofreciéndolo?

Imagínese el lector que el gobierno o alguna presión consiguiera que las FARC se concentraran en ciertas áreas y dejaran de delinquir, de extorsionar campesinos, de traficar con cocaína y explotar oro de forma ilegal. ¿Adónde conduciría la negociación? Sin la amenaza el rechazo a cualquier indulgencia con los terroristas crecería día a día. Esa condición que pone Uribe equivaldría sencillamente a la rendición de los terroristas.

Pero ¿exigía la rendición Uribe en 2006? No, y sin embargo los terroristas no aceptaron su propuesta. ¿Cómo es que Santos podría exigirles algo así? Por la necesidad de hacer oposición sin quedar "aguando la fiesta" de la paz dialogada. Es decir: esa idea de que se concentren y dejen de delinquir es un engaño al ciudadano, toda vez que si no aceptaron negociar en 2006 sin esa condición menos van a hacerlo ahora.

Esa clase de mentiras tiene que ver con la estrechez de miras que caracteriza al uribismo: la mayoría de las consecuencias de la negociación son obvias, sencillamente hay que denunciarla como premio del crimen y abolición de la democracia, no exigirle resultados que no puede dar.
P. Cuando dice cárcel, ¿se refiere a rejas o privación de la libertad?
R. Condena y privación de la libertad. Que la cárcel sea más o menos convencional, pero tiene que haber privación de la libertad. 
P. ¿Qué tiene que ocurrir para que apoye el proceso de paz?
R. Le acabo de hacer una serie de preocupaciones. De ahí puede sacar usted inferencias. 
P. Si se firma un acuerdo, ¿usted mantendrá su posición en contra?
R. No, depende. Usted lo puede inferir de lo que han sido nuestras observaciones al proceso.
P. El presidente Santos ha vuelto a decir hoy que estaría dispuesto a sentarse con usted donde quiera y con los testigos que decida. ¿Se reuniría con él?
R. Yo no sabía lo de hoy. La última noticia que tuve fue la de anoche [por el martes], cuando dedicó un espacio de televisión a no enfrentarse a la dictadura de Venezuela y a decir que lo nuestro eran trompetas de guerra.
P. ¿Se sentaría entonces con el presidente?R. Ya le contesté lo que sabía. No nos perdamos en la etiqueta ni en las aparentes cortesías. Vamos a los asuntos de fondo. 
P. El Gobierno y las FARC buscan un gesto del Papa en su visita a Cuba. ¿Qué le parecería la bendición del proceso de paz por parte de Francisco?
R. Bastante tarea tengo con dirigir un partido de oposición, que también es de construcción. No me ponga usted a meterme con el Santo Padre. Mi tarea es simplemente la de un católico respetuoso, que tiene fe, que reza y que respeta a la Iglesia. Uno piensa muchas cosas por dentro pero por respeto a su Santidad no se atreve a decirlas.
P. Eso es que está no muy de acuerdo con su posición.R. Por respeto, jamás he opinado ni hecho vaticinios sobre los sumos pontífices.
¿Alguien nota la hostilidad del periodista? El núcleo de esa hostilidad es la acusación de que Uribe se opone a la paz. Y en las respuestas ni siquiera una mención a la ley, a las víctimas, a los derechos humanos, a la democracia, al contenido de la negociación (gracias a la cual las peores atrocidades se convierten en la fuente del derecho). Si se opusiera a la "paz" tendría más libertad para denunciarla, pero ¿cómo podría reconocer que se equivocó desistiendo de cambiar el engendro del 91, aliándose con los peores politiqueros (a los que hizo elegir en 2010), buscando una segunda reelección o resistiéndose a romper con Santos y su partido después del cambio de rumbo del presidente? El líder amado de su pueblo no es alguien que se pueda equivocar ni menos engañar, sólo pide lo razonable exhibiendo las mejores intenciones.
P. ¿Está dispuesto a pasar a la historia como el presidente que se opuso al proceso de paz?
R. Uno tiene que pasar a la historia como alguien que tuvo una posición coherente. En los años en que yo fui presidente Colombia mejoró sustancialmente en seguridad, en inversión y en política social.
No faltará el que crea que sería mejor decir que sería mejor pasar a la historia por defender la democracia contra una componenda con genocidas basada en el engaño, pero ¿eso qué popularidad puede tener en Colombia? Mejor volver a mencionar los logros de su gobierno porque el núcleo de la posición del uribismo es esquivar los dardos que les lanzan para describirlos como guerreristas.
P. Su gran socio internacional en la lucha contra las FARC fue Estados Unidos. ¿Cómo ve el deshielo con Cuba?
R. Obama podrá decir que fue determinante para derrotar el comunismo cubano. Castro no tendrá disculpa para decir que después de 55 años de fracaso tuvo que volver a Estados Unidos. Lo que no quisiéramos es que de Obama se pudiera decir que ayudó a entregarle Colombia a las FARC.
Invito al lector a buscar en toda la entrevista otra mención a esa idea de "entregarle Colombia a las FARC", que es de lo que se trata y por lo que la vasta clientela del terrorismo sostiene a Santos. De repente el contenido de la negociación no es algo que Uribe no entienda o desconozca, sino algo que menciona como de pasada para aludir a Obama y que el periodista enseguida rehúye. Porque la cuestión no es si los terroristas se libran de la cárcel sino si desisten de aquello por lo que cometen atrocidades. Sólo que, perdón por repetirlo tantas veces, si para Uribe ésa fuera la cuestión principal tendría que desaprobar realmente la negociación y a todos los líderes importantes de su formación, que día sí y día también la aplauden.
P. ¿Cómo puede afectar este cambio en las relaciones al proceso de paz?
R: Una cosa es tratar con Cuba para devolverlo a la democracia y otra tratar con las FARC para entregarle Colombia al castrochavismo.

P. ¿Realmente cree que se está entregando Colombia al castrochavismo?
R. Ya le dije una serie observaciones sobre lo que está pasando en Colombia y sobre La Habana.

P. ¿Cómo ve las nuevas fuerzas que están surgiendo en España y Europa?
R. Hay cosas muy buenas como la recuperación de la economía española, la británica. Veo todavía muy inestable al Gobierno griego y lo de Podemos en España dependerá de ustedes cuánto dure. Sí me preocupa mucho que España sirva ahora al Gobierno de Colombia como abogado ante la Corte Penal Internacional para que no lleven a las FARC a la cárcel.
No, la prueba de que se entrega el país al chavismo no son las observaciones anteriores de Uribe sino el contenido mismo de la negociación. Pero...
P. ¿Cuánto hay de oposición y cuánto de rencor al presidente Santos?
R. El rencor es como la vaca en el pantano, cuanto más patalea más se atolla. Yo le conté nuestros argumentos, no me pregunte por veleidades de la prensa, básese en los argumentos y en el reconocimiento de millones de colombianos a nuestros argumentos.
P. No se trata de veleidades.
R. Su pregunta por sustracción de materia no cabe. Nosotros lo que hemos hecho es un ejercicio político argumental. Ahora, los psicólogos del liderazgo contemporáneo sugieren distinguir entre traición y engaño, porque la traición en política puede no ser importante, puede referirse a una persona; el engaño, a un colectivo social, con lo cual se pone en riesgo los valores democráticos y es muy grave.
La agresividad del periodista hace pensar en El País como otro medio chavista, como los periódicos colombianos.
P. Entonces, ¿se siente traicionado o engañado?
R. Los valores democráticos en Colombia tienen hoy un riesgo proveniente del engaño.
Insiste el propagandista.
P. Muchos de sus colaboradores están encarcelados o envueltos en procesos judiciales. ¿Se siente amenazado?
R. María del Pilar Hurtado está en la cárcel no por haber robado o haber asesinado. Está en la cárcel porque investigó penetración del narcotráfico en la Corte Suprema de Justicia. La Corte Suprema de Justicia, en lugar de separar a las manzanas podridas asumió una solidaridad de cuerpo para decidir que nuestro Gobierno quería desacreditarla y por eso la llevaron a la cárcel. La sentencia contra el exministro Andrés Felipe Arias, analizada en muchos foros del mundo, es una sentencia de odio político. No hay uno solo de mis compañeros de Gobierno que haya sido juzgado por haberse robado un peso del erario público. Trabajamos por convicciones y por eso estamos en esta batalla.
Le faltó mencionar los innumerables hechos atroces que tienen lugar en Colombia, no sólo por obra de las bandas terroristas, y que quedan en la más completa impunidad, o el despilfarro increíble de recursos en propaganda del régimen y su componenda. Pero no es la cuestión importante.

(Publicado en el blog País Bizarro el 9 de septiembre de 2015.)

domingo, septiembre 20, 2015

La nada inocente cruzada antitaurina


Como ocurre con casi todo en Colombia, hay dos bandos, el de los interesados en alguna causa y el de los indiferentes: así ha ocurrido con el sindicalismo estatal, que es un frente de la conjura comunista mucho más importante que las FARC y el ELN. Los funcionarios protestan, hacen huelgas, presionan, intimidan, siempre dirigidos por el Partido Comunista, y así consiguen privilegios que la gente de un país civilizado no concibe. Casi nadie sabe que en Colombia los empleados del Banco de la República se pensionan a los 45 años, que los maestros cobran el sueldo aparte de la pensión, que hay personas que han trabajado veinte años y viven otros cincuenta cobrando pensión (con otros trabajos), que los sueldos y pensiones de muchos funcionarios son diez, veinte o hasta cincuenta veces superiores a los de la gente que hace trabajos pesados...

Hay muchos más perjudicados por esos hechos que clientelas del comunismo, o sea, que los que "se organizan y luchan", pero a nadie se le ocurriría que pudiera haber una protesta contra ese estado de cosas. De hecho, la mera opinión en contra es minoritaria. La sociedad padece anomia ("conjunto de situaciones que derivan de la carencia de normas sociales o de su degradación"), todo el que está excluido de esos privilegios lo lamenta y a toda costa intenta brindar a sus hijos una educación para que roben y parasiten como los afortunados de hoy en día.

Los colombianos ya están acostumbrados a que esa rapiña por despojar a los demás de los recursos con que se podrían construir obras públicas o pagar servicios esenciales se llama "la lucha". La lucha por la revolución era el sueño de justicia (o sea, de ascenso a cargos de poder para los organizadores y luchadores) que caracterizaba a todos los universitarios, que ahora han cambiado por la paz: ya no quieren salir a matar policías y a secuestrar ganaderos, sino ir a reconciliarse en nombre de los policías asesinados y los ganaderos secuestrados con los universitarios de la generación anterior que han entregado su vida a la lucha.

Pero sin la lucha no hay modo de movilizar a las masas, y de hecho la paz es una forma de lucha, dado que muchos intolerantes de extrema derecha no quieren la reconciliación y hay que combatirlos, de lo cual ya hay bastantes testimonios en las redes sociales. Obviamente por la calle no, porque el que saliera solo por el centro de Bogotá con una camiseta contra las FARC se jugaría la vida. ¿O cuántas personas se ven con camisetas de rechazo a los asesinos y cuántas con camisetas del Che Guevara? Bueno, los de las camisetas del Che Guevara son los de la paz, o sea, los de la lucha por la paz, las palabras tienen para los colombianos un sentido especial, todo se acomoda a cualquier interés y realmente los que se organizan y luchan por la paz no son en nada diferentes de los que secuestraban niños, como Petro, que es uno de los principales líderes de los amigos de la paz.

La lucha no puede parar, por eso ahora que se acerca la paz es mejor guardar las banderas del socialismo y la revolución para otro momento y luchar por otras causas: por los derechos de la población LGBTI, por el feminismo, por la ecología... Siempre encuentran algo que permite a los funcionarios distritales dedicar sus horas laborales a tareas de Agitprop gracias a las cuales se mantiene, sobre todo entre los jóvenes, la adhesión a Petro y a las diversas organizaciones de izquierda, todas relacionadas directamente con las FARC y el ELN.

De ahí viene la fiebre antitaurina. Pero insisto, todo eso está en el libreto: ¿de dónde sale el dinero con el que miles de asesinos terroristas cobran sueldos 15 o más veces superiores al mínimo en las universidades? De los recursos comunes. Se los roban a los demás, que no quieren darse cuenta porque no conciben otro mundo que el infierno de rapiña y atropello en que viven. En ese caso se trata de dinero, en el caso de la persecución a los taurinos se trata de LIBERTAD. Lo que los asesinos totalitarios intentan es despojar a los ciudadanos de su libertad y para eso organizan una consulta para prohibir los espectáculos taurinos.

Como es tan grato sacar pecho por el buen corazón que se tiene y a fin de cuentas esa tradición no cuenta con tanto público como el fútbol, la cruzada antitaurina encuentra toda clase de apoyos de gente que no necesariamente apoya a las FARC. Es una apariencia. Los que aplauden que se persigan tradiciones y se prohíban espectáculos arraigados y con gran prestigio están contra la libertad y son de una manera u otra clientela de los terroristas.

El espectáculo taurino tiene muchos defensores valiosos: ha habido muchos miles de artistas y literatos importantes que aman la tauromaquia, siendo una tradición localizada en el Mediterráneo y algunas regiones hispánicas, obviamente serán más los que no tienen interés por ella. De lo que no he oído hablar nunca es de algún artista o literato reconocido que sea partidario de perseguir o prohibir esos espectáculos. Pero no es la cuestión: nadie está obligado a acudir a ellos, tal como nadie está obligado a ver pornografía o a participar en prácticas homosexuales. ¿Por qué no respetar la elección de los demás?

Colombia es demasiado salvaje y absurda para que su población se pueda incluir cabalmente en la humanidad. Las mayores atrocidades no interesan a nadie y nunca son tendencia en Twitter, pero en cambio sí hay grandes protestas porque alguien quiere hacer un hotel o grandes campañas para privar de su diversión a los aficionados a un festejo tradicional. Pero insisto, además de los imbéciles que quieren adornarse de buenos sentimientos persiguiendo a otros (que nunca son los que matan, secuestran y violan), la cruzada antitaurina es cosa de los asesinos y sus jóvenes catecúmenos. El problema es la total indiferencia de los demás.

Ése es el único problema: la prueba de que la libertad no les importa absolutamente nada y se dejarán imponer las prohibiciones que los asesinos quieran. Ya cinco años de hegemonía de las FARC en el gobierno y en los medios han mostrado el grado moral de la población. La persecución a la tauromaquia será otro paso. No hay esperanza.

(Otrosí: me faltó señalar el factor corruptor de esa propaganda: en su afán de tomar parte en la lucha y de exhibir su buen corazón, los universicarios empiezan a asumir como cosa normal que matar toros es lo mismo que matar personas, y en realidad peor, porque a las personas se las mata en aras de la justicia social. Ese cretinismo moral conduce a que las tiranías del crimen organizado traten a las personas como ganado, cosa que está en el fondo de su concepción del mundo. Es otro elemento que demuestra la disponibilidad de millones de colombianos a asociarse con criminales en aras de adorno "intelectual" y "humanitario".)

(Publicado en el blog País Bizarro el 28 de agosto de 2015.)

domingo, septiembre 13, 2015

Del columnista al sicario

Genocide Inc.

El crimen organizado en Colombia es una gran empresa, no sólo en la acepción de "Acción o tarea que entraña dificultad y cuya ejecución requiere decisión y esfuerzo" sino también en la de "Unidad de organización dedicada a actividades industriales, mercantiles o de prestación de servicios con fines lucrativos". La "industria" de la que deriva el lucro es el poder político de sus accionistas y ejecutivos, mientras que las demás actividades lucrativas de la empresa sirven sobre todo para financiar la operación que permite ese creciente dominio.

El producto de esta empresa es la persuasión: los asesinatos son la base de esa persuasión, la labor de cobro y legitimación es la pieza que les da sentido y rentabilidad. No hay una diferencia importante entre la labor del sicario que castra a un policía delante de sus vecinos y la del columnista que propugna por la paz. No ver esa obvia relación es como si alguien pretendiera que el perfumado ejecutivo que efectúa transacciones de grandes cantidades de jamón perteneciera a un negocio distinto del que ocupa al modesto empleado que descuartiza a los cerdos.

Como en cualquier empresa, la labor principal es el marketing: sobre todo el interno, con incentivos morales y promesas para los que hacen el trabajo más duro, con adoctrinamiento sistemático en los colegios y universidades, selección de personas resueltas que pueden servir en los distintos niveles de la organización y provisión de recursos y "normas" (como obligar a un adolescente a comerse a la novia) para los que incumplen la disciplina.

Pero también el marketing externo cuenta, y se confunde con la tarea principal de la organización, cuyo núcleo directivo es la relación en apariencia informal entre la nomenklatura cubana, las familias presidenciales del grupo de Alternativa y los dirigentes del Partido Comunista y otros grupos en apariencia distintos. Ese marketing está destinado por una parte a conseguir apoyos, votantes, simpatizantes, gente que acude a manifestaciones, da lo mismo que sea para prohibir los toros que para favorecer el consumo de marihuana o las relaciones LGBTI.

Causas remotas y próximas
Como ya he explicado muchas veces, la causa remota del narcoterrorismo y de su formidable entorno de sindicalistas, adoctrinadores y literatos es la cultura derivada del régimen colonial. Es decir, el origen mismo de la nación colombiana y la institución predominante en la mayor parte de su historia: la encomienda. La esclavitud de los indios se mantiene en figuras como el servicio doméstico de que disfrutan la mayoría de los empleados públicos, sobre todo en Bogotá. Se calcula que hay en la capital un millón de personas con título universitario, y dado que no se produce en la ciudad ningún bien que se exporte, ni siquiera a otras regiones, ni ningún servicio significativo ajeno a la función pública, es de suponer que la mayoría de esos "doctores" viven directa o indirectamente del Estado.

La conjura comunista se encontró con las necesidades de los descendientes de los encomenderos, que en una democracia normal no encontrarían pretextos para su parasitismo ni para sus privilegios. La violenta oratoria revolucionaria de los universitarios de los años sesenta y setenta dio lugar tanto a la "masa crítica" de asesinos y secuestradores (la mayoría de los miembros de las FARC no proceden de la universidad sino del reclutamiento infantil, pero su lealtad a la banda sólo depende de que ésta pueda persuadirlos a punta de terror y a la vez ofrecerles una paga; los que mantienen la función política son TODOS de la universidad), como a los grupos de agitadores que animarían y luego controlarían los sindicatos de funcionarios.

De tal modo, las masacres son necesarias para asegurar las pensiones a los cuarenta y cinco años de los funcionarios del Banco de la República y los sueldos de veinte salarios mínimos de los profesores de universidades públicas, cuya lealtad electoral e ideológica es a su vez necesaria para que la banda siga operando y pueda contar con perspectivas de negociación de paz. Es un círculo perfecto.

Pero más en concreto la empresa surge de la expansión soviética en los años veinte a través de la Komintern: durante más de medio siglo miles de aventureros colombianos recibieron formación en el territorio de la antigua URSS en tecnologías de terror y engaño para hacer avanzar el programa revolucionario. Al respecto conviene revisar esta noticia.

La propaganda de la paz de un personaje como Abad Faciolince es parte de la empresa de toma del poder por los conjurados organizados en el Partido Comunista y en otras redes ligadas al grupo de Alternativa y a camarillas judiciales y universitarias, pero todas ellas en evidente relación. Los niños bomba son otra parte, son la persuasión necesaria, sin ella Abad Faciolince no tendría nada que cobrar con su tranquila benevolencia.

La batalla de los nombramientos
La expansión comunista no es sólo el aumento del territorio controlado por los asesinos ni la influencia que logran con la propaganda incesante (llámese educación o información, en Colombia sólo se trata de propaganda de Genocide Inc.), sino sobre todo el control del Estado gracias al ascenso de los miembros de la conjura en todas las instituciones. Ya sean políticos, jueces, diplomáticos, profesores, cargos municipales o regionales o contratistas, los conjurados han estado copando la función pública durante más de medio siglo. Personajes como Horacio Serpa, Alfonso Gómez Méndez, Humberto de la Calle, Martha Catalina Daniels, Carlos Gaviria, Eduardo Montealegre y muchísimos otros se delatan al cabo del tiempo como miembros de la conjura totalitaria con cargos públicos de relieve.

Seguramente hay también muchos militares que sirven a Genocide Inc. pero es difícil saber cuáles son: puede que la mayoría de los entusiastas de la paz sean meros oportunistas ilusionados con ascender como aliados del crimen organizado, o beneficiarios de cañonazos de cientos de millones.

No hay ninguna esperanza de implantar en Colombia un régimen de democracia liberal como los que imperan en Europa occidental y Norteamérica sin hacer frente tanto a la cultura del parasitismo como a las redes de miembros de la conjura asesina que hoy dominan el Estado. Cualquier ilusión de que se puede arreglar el país con un poco de buena voluntad es a la larga perjudicial.

La industria del prestigio
Hace un tiempo comenté el escándalo que siempre vuelve, por ejemplo en esta publicación del literato Harold Alvarado Tenorio (reproducida con fervor por algunos uribistas), sobre el escrito de un tal "Ayatolá" contra García Márquez por su fuga a México en 1981. ¿Alguien duda de que tenía relación con el M-19, una banda criminal responsable entre otras perlas de secuestrar y matar a los niños Álvarez Murillo? No, nadie duda de eso, sólo que siendo el ganador de un premio Nobel el asesinato le está permitido y la vida de unos pendejos importa menos que ese honor de ganarse un Nobel que engalana tan patéticamente el corazón de los colombianos.

Como ya he explicado otras veces, la evaluación del valor de la obra de García Márquez corresponde al tiempo, por mucho que en Colombia se crea que un Nobel es garantía de reconocimiento absoluto: la gente que no lee nada no llega a enterarse de que la mayoría de los ganadores de ese premio son escritores irrelevantes, mientras que Tolstói, Joyce, Kafka, Proust, Pound, Rilke, Machado, Borges y muchísimos otros escritores verdaderamente importantes no lo recibieron.

García Márquez alcanzó la popularidad gracias a la economía de escala de la industria del prestigio que la izquierda comunista heredó de la Komintern. Gracias a eso todo intelectual hispanoamericano de los años sesenta sabía muy bien quién era Jean-Paul Sartre y hasta había intentado leer algún libro suyo, mientras que eran raros los que habían leído a Albert Camus (a pesar del Nobel), por no hablar de Raymond Aron o Jean-François Revel. Gracias a eso cualquier universitario colombiano de los años setenta y ochenta sabe quién es Mario Benedetti pero prácticamente ninguno podría decir nada de Vicente Huidobro, y menos de Salomón de la Selva, poetas mucho más reconocidos por la gente de la poesía que el uruguayo. A Gabriela Mistral no le sirvió de mucho el Nobel, ningún colombiano conoce a nadie que haya leído un poema suyo. No estaban en la nómina de la izquierda.

Eso mismo pasa con toda la propaganda de Genocide Inc.: cualquier sicario moral que pueda redactar un párrafo se vuelve columnista o panelista de tertulias: los medios de propaganda están cada vez más copados en la medida en que el negocio se amplió gracias a la cocaína que permitió elegir a Chávez y a Correa, y permitió a los Santos y a los López-Santodomingo integrarse como accionistas de la muerte. Un muchacho que vaya al colegio en Colombia llega a creer que William Ospina o Héctor Abad Faciolince son escritores importantes gracias a la promoción que reciben del Estado colombiano, cosa que ocurre gracias a la presión de las "fichas" de Genocide Inc., y a la izquierda internacional, que los invita a cuanto certamen hay y publica noticias sobre ellos, entrevistas, reseñas, etc.

Sólo es propaganda de la misma conjura que viola niñas y masacra soldados. El papel de esos pensadores es más importante que el de los asesinos propiamente dichos, tal como el de Goebbels y el propio Hitler era más importante que el de los que empujaban gente a las cámaras de gas o les arrancaban el oro a los dientes de los cadáveres. Pero son la misma empresa: desgraciadamente los colombianos no esperan ver ninguna rectitud en las obras de nadie sino acceder al trato con gente que compra zapatos italianos, por eso esos ASESINOS siempre cuentan con gente servil que los halaga y admira.

(Publicado en el blog País Bizarro el 21 de agosto de 2015.)

domingo, septiembre 06, 2015

Edgardo


Edgardo era un viejo caviloso y buena persona que tenía a los dos hijos estudiando en Europa y hacía apenas dos años se había retirado de su oficio de médico. Desde entonces veía más noticias y leía más periódicos y hasta blogs y cuentas de conocidos en Twitter.

En los años setenta había sido trotskista y tenía una forma de interpretar las cosas aprendida de los líderes de los grupos con los que tuvo relación. Pero no era tan apasionado como su cuñada y su hermano, con los que había llegado a disgustarse por atreverse a preguntarles por qué las FARC no dejaban de matar (ocurría en 2014).

Edgardo era más materialista y práctico, y tenía la coartada de que con la medicina ayudaba a la humanidad, pero Arturo era visionario y líder. Tras aspirar dos veces al Concejo de Bogotá, se resignó a ser edil de la localidad de Chapinero. No pasaba penurias, pero sí dificultades, que soportaba con orgullo por ser parte de la tarea de un héroe. De ahí extraía una arrogancia y una grosería que lo llevaban a odiar a cualquiera que pusiera en duda su ideología.

Arturo seguía esperando un paraíso que llegaría tras la revolución, y eso hacía que justificara todo lo que hacía la izquierda. Entre la gente de su generación y su medio social, esos entusiasmos menguaron después de la caída del comunismo en Eurasia y la Constitución de 1991, pero una vaga adhesión a la izquierda y a sus figuras intelectuales se mantuvo, sobre todo porque eran muy pocos los que leían las publicaciones de esos pensadores.

Todo cambió con el Caguán. Se vio qué querían las FARC y los revolucionarios quedaron en absoluta minoría. En los primeros años de Uribe, Arturo se fue aislando, no porque la gente de su medio condenara lo que hacían las FARC, sino porque de eso no se hablaba nunca. A lo sumo se compartían habladurías sobre el gobierno, pero lo mínimo, cada cual tenía en qué pensar.

Durante la mayor parte de su juventud, Arturo era bohemio y alternaba las noches en El Goce Pagano con cenas con los amigos de la universidad, en las que se hablaba mucho de política. Las habladurías le reportaban una que otra aventura extraconyugal relacionada con esas noches de alegre camaradería con los intelectuales de izquierda.

Al acabar la primera década de este siglo el reproche tácito a las FARC se vio poco a poco desplazado por el odio a Uribe, al que se acusaba de ser un perverso fascista, paramilitar, narcotraficante, corrupto, caballista, ganadero, finquero, paisa y otro montón de monstruosidades. La gente a la que Edgardo frecuentaba, bien en su gremio, entre su familia o aun en su vecindario, se miraba ansiosa con la esperanza de que acabara ese infierno, aunque él no se había puesto a pensar qué ocurriría después.

Y entonces llegó Santos a buscar la paz. Arturo dejó de ser casi un chiflado molesto para convertirse en alguien bien relacionado cuya opinión interesaba conocer en los cocteles.

Las mujeres de Edgardo y Arturo eran muy diferentes. La del primero, Sara, siempre quiso ser ama de casa y estaba segura de que no tenía que hacer otra cosa, aunque había leído unos cuantos libros de poesía e historia, sus temas predilectos. Era hija de uno de los magistrados caídos en el Palacio de Justicia. Cuando se casó con Edgardo sabía quién era, pero también lo que era, un especialista bien pagado, respetable, de origen correcto, apuesto, amable... Pero Emperatriz era muy diferente. Era más ordinaria pero más lista y enérgica. Había ocasionado un gran lío en la familia cuando se anunció el designio de Arturo de reconocer al hijo que tenía con ella y casarse, porque provenía de un ambiente muy pobre y rústico. Había logrado imponerse y todos la respetaban, pero, al igual que su marido, explotaba su militancia como un blasón.

Por otra parte, la vida de unos y otros no era tan diferente. El hijo de Arturo, Ernesto (por Ernest Mandel), hacía una maestría en ingeniería de sistemas y vivía con ellos. Se veían al menos una vez a la semana para comentar noticias familiares, cenar y tomar unos whiskies. El resto del tiempo lo pasaba cada cual en sus asuntos.

Después de la primera vez en que sintió hostilidad en su hermano y condescendencia en su cuñada por preguntarles por qué las FARC no dejaban de matar, Edgardo empezó a pensar cuál sería la respuesta a esa pregunta. Porque él despreciaba como el que más a los uribistas y a los proisraelíes, pero ya había pasado mucho tiempo lamentándose del país, del conflicto, de algunos jefes de las FARC, de la extrema izquierda, del narcotráfico y de los enemigos de la paz. Ya eran varios años de paz y la realidad es que las FARC cada vez mataban más.

Después de que se firmara la paz, su hermano menor y todos sus amigos correrían a buscar puestos bien pagados en el gobierno como representantes de la izquierda, pero realmente nadie imaginaba que las FARC fueran a dejar de explotar sus negocios de cocaína, extorsión y minería ilegal. Edgardo se preguntaba cómo operaría todo eso en la cabeza de Arturo y sólo podía pensar que la alegría por el avance del ideal y el acceso a un cargo importante harían que eso perdiera importancia.

A veces Edgardo recordaba su infancia y las ideas que su familia siempre había defendido. Sonreía al pensar en la rebeldía adolescente y en el desprecio que le inspiraban sus padres, terratenientes de Cota amantes del orden, con sus ideas anticuadas y su fe religiosa. ¡Qué perfectos parecían entonces los ideales revolucionarios que imperaban en su generación!

Pero juzgando el conjunto de su vida no se sentía del todo avergonzado: había sido un buen médico y había conseguido un patrimonio razonable sin que se lo pudiera acusar de ninguna indecencia. A sus hijos les había dado la mejor educación disponible en el país y en cuanto fue posible los mandó a estudiar a Europa para asegurarles un nivel de formación más alto y quizá una carrera en Alemania o Bélgica.

Era suavemente condescendiente con las ideas de sus hijos, cuyos excesos atribuía a la edad. En Berlín, el mayor se había hecho activista del Comité de Solidaridad con los Presos Políticos en Colombia (Ausschuss der Solidarität mit den politischen Gefangenen in Kolumbien) que reunía a estudiantes colombianos y activistas alemanes.

Era más bien escéptico respecto a la viabilidad de una carrera de videoartista, pero no quería imponerles nada a sus hijos, sobre todo para no generarles resistencias, y tenía cierto pudor para emitir juicios estéticos, toda vez que su generación se había formado en el respeto a las vanguardias y a todo lo que implicara ruptura y renovación. ¿Quién lo podría saber? A lo mejor su hijo llegaba a ser una figura del videoarte en Europa. Al menos había obtenido el grado correspondiente y aun había participado en una exposición colectiva.

La última conversación por Skype con su hijo lo dejó más bien molesto: Tomás había establecido una clara intimidad con Arturo y Emperatriz, y le manifestó su propósito de volver a Colombia, donde gracias a sus estudios alemanes y a un viejo amigo de sus tíos tenía casi segura una cátedra en la Universidad de Los Andes.

Algo le impedía a Edgardo sentirse orgulloso. Más bien estaba triste. Más bien veía la fiesta de los jóvenes con el videoarte y la transgresión como algo que ya había conocido, no propiamente lo que había soñado para su hijo. No le quedaban muchos años y el éxito de sus ideales y de su familia no lo alegraba demasiado.

Pero las preocupaciones de esos ancianos no le interesan a nadie.

(Publicado en el blog País Bizarro el 16 de agosto de 2015.)