viernes, marzo 30, 2018

Colombia en 2018: confusión y oportunidades


Las elecciones que se celebrarán este año y el complejo entorno internacional dan lugar a una gran incertidumbre. Los planes de implantar la tiranía en Colombia se complican tras el triunfo de Trump y el NO del plebiscito de 2016, y más con la crisis venezolana y la caída de algunos satélites del régimen de La Habana en Sudamérica.

Es decir, hay una oportunidad para deshacer la obra de Santos y el narcorrégimen: una cantidad suficiente de ciudadanos descontentos, una economía en crisis evidente, un desprestigio rotundo del presidente saliente y una corriente global de hastío con el socialismo del siglo XXI y sus consecuencias.

A pesar de la formidable operación de maquillaje que llevan a cabo los medios de comunicación y de la adhesión de todas las instancias del poder, particularmente de las clases altas, hay una realidad que no pueden ocultar: el proceso de paz es simplemente la abolición de la democracia. El Congreso que legislará en los próximos años no es representativo de la voluntad popular porque en gran medida fue impuesto en una componenda perversa con criminales, y las campañas electorales estarán viciadas por el sesgo evidente de las instituciones y por la influencia del dinero del tráfico de cocaína, negocio que ha aumentado hasta niveles nunca vistos gracias a "la paz".

Pero una movilización cívica para enderezar el rumbo del país es altamente improbable. La obstaculiza la hegemonía de Uribe y su partido entre los descontentos. De forma explícita el expresidente y su sanedrín intentan acomodarse al nuevo orden impuesto por Santos y los terroristas y acallar cualquier discusión sobre la validez del acuerdo final. El colmo de esa actitud fue la manifestación del 1 de abril de 2017, convocada para rechazar el acuerdo de La Habana pero interpretada como protesta antigubernamental, "contra la corrupción", etc.

Los sectores descontentos cometen un suicidio al apoyar a ese partido, que propone unas vagas "modificaciones" al acuerdo y en absoluto se plantea negar sus efectos. Pero aun siendo conscientes de la necesidad de acabar con el acuerdo prefieren "la unidad" por miedo a quedar aislados en una minoría o a ser descritos como "extrema derecha".

Pero no sólo entre los conformistas es grave la confusión: no hay quien se plantee que el acuerdo es el fin de la democracia, sino que los críticos con el uribismo sólo exigen políticas "de derecha". Esto simplemente quiere decir que no reivindican la ley ni los valores comunes a los demócratas de cualquier parte, sino que aprovechan la ilegitimidad del golpe de Estado de Santos y su componenda con los criminales para llevar el agua a su molino y promover su agenda, llena de elementos sectarios.

Al respecto es muy llamativa la campaña del ex procurador Alejandro Ordóñez, en la que hay muchas más alusiones a la defensa de la familia que al acuerdo de La Habana. Los valores y las creencias del señor Ordóñez son bien conocidos, pero si espera ser el candidato de los sectores más resueltamente tradicionalistas es poco probable que pase a segunda vuelta. Si quiere formar una mayoría y ganarle las elecciones al narcorrégimen, que cuenta con recursos formidables, lo peor que puede hacer es ahuyentar a los votantes que no comparten todas sus convicciones.

En otras palabras, si las elecciones no se plantean como un segundo plebiscito sobre "la paz" y el triunfo de los terroristas, sencillamente ninguna candidatura de oposición tiene futuro. Parece que el señor Ordóñez y quienes lo acompañan no quieren entender que la "guerra cultural" entre el libertinaje y la inquisición, entre la izquierda y la derecha, es lo que quieren los narcoterroristas para legitimarse y cubrir sus crímenes. Las cabecitas de los sectarios pretenden que las masacres, violaciones, secuestros, torturas, mutilaciones, desplazamientos, extorsiones, robos y demás son sólo la sombra de la ideología izquierdista. Para los criminales es el mejor regalo. Y ciertamente en una elección así ganarían.

La mayoría de esos sectarios se han mantenido fieles a Uribe durante todos estos años y ha sido el ascenso de Iván Duque lo que los ha soliviantado. Es decir, no les ha molestado la complicidad de Uribe y el uribismo con "la paz" (explícita, directa y cínica), sólo el vago "progresismo" de Duque (manifiesto en su tolerancia con las uniones de personas del mismo sexo) y su supuesto socialismo. Es una constante en Colombia y recuerda el comienzo de la Guerra Civil Española, cuando verdaderos demócratas y republicanos casi no había.

Con el socialismo en general, y con el que se atribuye a Uribe y al CD en particular, pasa lo mismo que con la "guerra cultural": las evaluaciones rectas de las cosas se suplantan con el fetiche de la ideología. No es raro leer que la socialdemocracia es sólo la fachada del comunismo: da lo mismo que en Europa occidental todos los países que han tenido gobiernos socialdemócratas han tenido después gobiernos de derecha que ganan las elecciones o que todas las libertades y derechos se han respetado, o que la mayoría de los que encabezan la lista de países con mayor desarrollo humano (y también en los de mayor renta per cápita si se excluyen países pequeñísimos con riqueza petrolera o paraísos fiscales) hayan tenido gobiernos socialdemócratas... Da lo mismo, el socialismo es simplemente el bando de Belcebú y no hay ninguna posibilidad de salvación de otro modo que combatiéndolo.

Y presentar al crimen organizado como "socialismo" es el mejor regalo que se le puede hacer.

Respecto a Uribe, en términos generales su gestión económica fue correcta y generó el mayor crecimiento del país en muchas décadas. Si se presenta como socialdemócrata no es porque ésas sean sus convicciones (más próximas a la plutocracia) sino porque le conviene para hacerse popular. La extrema desigualdad del país y la falta de información, sumadas a la propaganda, hacen que "socialista" se entienda por "buena persona" (es increíble la cantidad de gente que le reprocha a los chavistas que se rodeen de lujos y a la vez se proclamen "socialistas"; no se les puede explicar que se puede ser socialista y a la vez rico y ostentoso).

Como ya he explicado en otras entradas de este blog, la ideología reemplaza a la defensa de la verdad, la racionalidad, el sentido común, la democracia, la ley, la equidad, la libertad individual y los derechos humanos. Además de que los derechistas son muy distintos unos de otros, en las cuestiones principales opinan lo mismo que los izquierdistas: no encuentran monstruosa la "acción de tutela" ni el gasto en universidades públicas, y hace poco he descubierto que tampoco la atrocidad del "delito político" (por el que el reo de rebelión ve reducidas las penas por asesinatos y otros crímenes). Pero también en cuestiones económicas coinciden: nunca les parece urgentes suprimir los tributos singulares (como el 4 X 1000 o la parafiscalidad), ni tampoco reducir los privilegios escandalosos de los funcionarios. Son pocos los que se plantean reducir el gasto público, y la patochada de la economía naranja es de hecho  una ocurrencia para aumentarlo.

Apremiados por la necesidad de "cambiar de tema" para no pillarse los dedos con "la paz", Uribe y su partido buscan argumentos para la demagogia. Al mismo tiempo prometen aumentar el gasto y rebajar los impuestos. Pero Ordóñez no se queda atrás: sale a oponerse a los planes de retrasar la edad de jubilación, quizá porque espera obtener votos entre la gente que pronto se va a retirar. La cuestión clave, la de la equidad, no interesa a nadie: no sólo hace falta retrasar gradualmente la edad de jubilación, sino sobre todo impedir que haya privilegiados que empiezan a cobrar pensión antes que otros (salvo casos de problemas de salud). Esos privilegiados son en esencia la clientela del narcoterrorismo, los funcionarios protegidos por sindicatos abiertamente relacionados con las bandas coumnistas, cuyas inicuas ventajas no fueron tocadas durante los gobiernos de Uribe.

Ordóñez no sólo ahuyenta a los discrepantes en cuestiones culturales (ideológicas y morales) que podrían apoyarlo como única respuesta a la abolición de la democracia, sino que por otra parte se muestra temeroso de ir por su cuenta sin el apoyo de Uribe. Para eso insiste en la unidad de los partidarios del NO, como pasando por alto que el Centro Democrático renunció desde el principio a defender esa causa. Por una parte, deja ver la vieja manía de depender de Uribe y presuponer que la gente votará por quien él diga, por la otra, como resultado de lo anterior, exhibe la torpe astucia de evitar que lo acusen de dividir un bando de oposición cuyo enfoque es bastante turbio. Ordóñez exige una consulta popular como si olvidara que en caso de celebrarse en todo caso la perdería, bien porque son mayoría los que se pondrían de parte de Uribe, bien porque el régimen llevaría a votar a sus clientelas por Duque (con el que muestran los medios de comunicación una extrema benevolencia, tanta que asusta pensar que realmente sea el continuador previsto de Santos, con cuyo triunfo desactivarían a la oposición).

Todavía hay muchos candidatos y es difícil saber cuál pasará a segunda vuelta. Si se mantienen igualados los de la cocaína, lo más probable es que forjen nuevas alianzas, de modo que la cuestión clave es quién representará a la derecha u oposición. Si Duque, Pinzón y Vargas Lleras llegan a la primera vuelta, se abre una posibilidad para un candidato de verdadera oposición. ¿Quiere serlo el señor Ordóñez? En mi opinión debe renunciar a la coalición con el uribismo, mostrar el máximo de firmeza en la determinación de revocar los acuerdos de La Habana y presentarse como el defensor de la ley y la democracia. No tiene sentido replicar que todos lo hacen, ya que es fácil demostrar que en la realidad al mando está el crimen organizado y desvelar en la propaganda de los demás candidatos los diversos engaños que usan para favorecerlo.

Ordóñez puede pasar a segunda vuelta con menos del 20% de los votos, pero para eso debe dejar en paz a "la familia" (causa que se percibe como intolerancia con los estilos de vida alternativos) y cesar en las proclamas ideológicas y religiosas. Los godos muy godos de todos modos votarán por él, pero no son tantos. Y los que no quieren vivir en una tiranía como Cuba o Venezuela sí son mayoría, pero nadie les advierte de la inminencia del peligro.

Sé muy bien que no me harán el menor caso, pero haría mal callando sobre algo que me parece obvio. Es decir, no "propongo" nada a quienes se mantienen sordos, sólo explico por qué fracasarán.

(Publicado en el blog País Bizarro el 18 de enero de 2018.)

lunes, marzo 05, 2018

El engaño del uribismo


Muchas veces he asegurado en Twitter que no creo que el candidato uribista pase a segunda vuelta. La razón de ese aserto es ésta: la negociación de paz es para la mayoría de los probables votantes descontentos ilícita y fue invalidada por el plebiscito. El partido Centro Democrático no opuso resistencia a la implantación ilegal del acuerdo y para no provocar la indignación de sus votantes vive engañándolos continuamente con lloriqueos y bravuconadas que simplemente agravan el lío en que está metido. No sólo los "duquistas" sino todos los militantes y candidatos del CD, pues a fin de cuentas la única seña de identidad clara de ese partido es la adhesión a Uribe, que fue el líder que prometió no revocar los acuerdos y el que impuso a Duque por motivos oscuros, seguramente obligado por agentes externos.

Me llamó la atención que, con ocasión del escándalo porque Uribe llamó "violador de niños" a Samper Ospina, el precandidato Duque se sumara a los acosadores. Eso se puede explicar por sus nexos familiares con los Samper, pero le resultaría altamente inconveniente si Uribe pudiera decidir: podría optar por apoyar por ejemplo a Nieto Loaiza, el preferido de los militantes de su partido más dispuestos a la resistencia contra el régimen. Las sombras de división y descontento se habrían esfumado. ¿Por qué Duque se permitía tanta "independencia"? Porque sabía que Uribe tendría que hacerlo candidato de todos modos. De ahí que ante la evidente perspectiva de éxito de Nieto la dirección del partido renunciara a los procedimientos convencionales (valga el juego de palabras con dos acepciones distintas de "convención") y optara por una patochada en la que sólo la mala fe consustancial a los colombianos permite no ver el interés de burlar la voluntad de los militantes.

¿Qué obliga a Uribe a optar por un candidato impopular entre los suyos y casi indistinguible de los rivales que podrían disputarle el voto, como Vargas Lleras, Pinzón o el mismo Fajardo? No será la genialidad de la economía naranja con la que se descubre el agua tibia (que es mejor crear las patentes que hacer la parte peor pagada del trabajo) y se encuentra el modo de enriquecer a las camarillas de siempre (no otra cosa son las universidades, centros en los que prosperan los mediocres gracias a que la gente cree que basta adquirir títulos profesionales para tener desarrollo. Muchas decenas de millones de titulados al sur del río Grande producen miles de veces menos patentes que pocos millones de japoneses). No, Uribe es un patán (baste recordar la cita absurda de Marx que publicó en su cuenta de Twitter) pero no es tan tonto como para "comprar" esa genialidad. Sencillamente, puede ser rehén del hampa judicial. (Aunque a veces pienso que puede serlo alguien de la camarilla que lo rodea y que lo persuade para que no haga oposición, pues ocurre desde 2010 y puede que aun antes. Puede que la designación de Santos y el intento de seguir en la presidencia, siendo tan previsible la respuesta de la Corte Constitucional, no fueran errores sino parte de un libreto impuesto por alguien.) O puede ser tan ciego en sus cálculos que siempre ha visto imposible frenar el atraco de la paz. Por eso su partido no quería el plebiscito, por estar seguro de perderlo. Ni aludió a la paz en cinco elecciones, para que no lo describieran como causante de la guerra. Tal vez sea ocioso decidir si se trata de indigencia moral e intelectual o de sumisión a un chantaje del hampa, baste con saber que uno está en otra disposición.

De un modo u otro, el CD no representa más que a los que aman a Uribe. Por muchas protestas que manifiesten sobre la complicidad de Santos con el terrorismo, no es posible que ninguna persona honrada no se dé cuenta de que su interés es asimilarse al nuevo orden y no destruirlo.

Todo esto como preludio a una polémica reciente. El candidato Iván Duque publicó una serie de tuits centrados en esa idea de encarnar la oposición a Santos y a las FARC encubriendo la cuestión de la validez del acuerdo (no me gusta nada lo de "trinos" por mucho que lo valore Pérez Reverte y corresponda al tweet del inglés; en español se ha usado trino como la voz de un poeta y también como frase o idea poética, llamar así a las habladurías y eructos de la red de chateo suena a sacrilegio). Los tuits de Duque tienen como elemento común el tag #NoMásConejo y los copio todos para que no se piense que busco malinterpretar al candidato.  

Tanto las sentencias de la Corte como las decisiones del Congreso asumen como lícita la negociación y válida la desobediencia al constituyente primario que dio su mandato en el plebiscito. Aquello en que las FARC piden a Santos que desobedezca es posterior: al invocar la autoridad jurídica de la Corte y el Congreso se tapa el hecho de que ambos son parte de la conjura comunista y cómplices del infame proceso de La Habana. La protesta de Duque engaña, porque no trata de lo esencial.


Estos dos tuits son redundantes, dicen lo mismo que el primero. (Y perdón por insistir en algo que los colombianos nunca quieren entender: ¿por qué no se LO dice el presidente? Es una sola cosa. Si uno va a un pueblo en el que todos se hurgan la nariz en público mientras comen, seguro que encuentra hostilidad, que lo juzgan engreído, fastidioso y antipático por criticarlos. Lo mismo pasa con esa atroz confusión entre el singular y el plural.)

Esto también es grato para el votante descontento con el narcorrégimen. Lástima que esa burla no se intente enmendar sencillamente revocando el acuerdo y renegociando el fin de las FARC. ¿A qué viene quejarse de la burla? A engañar, a hacer creer a la gente que el CD no tomó parte en esa burla y que si ahora se encogen de hombros en gesto de impotencia no es porque son cómplices de esa burla. Dado que el NO fue burlado, lo único sensato es hacerlo valer. Ya se verá cómo no es eso lo que propone el CD.
Otra mentira: ¿cómo no se va a permitir si es precisamente el contenido del acuerdo final? No, no sólo el dinero del narcotráfico y el secuestro y la impunidad total, ojalá, es mucho peor, es el sometimiento del Estado a la banda terrorista, que pasa a formar parte de las fuerzas armadas y a controlar directamente el poder judicial. El "contentillo" al votante pretende ocultar que esa rendición no se pretende enmendar sino que al contrario, se promete no revocarla. 

Los victimarios ya tienen una idea de cómo funciona el Estado de derecho que se les sometió sin resistencia gracias a la traición del partido que supuestamente encarnaba los anhelos de la mayoría. No, señor Duque, si en Colombia no funciona el Estado de derecho es porque la forma correcta de tener poder político es matar gente y traficar con cocaína, como saben bien los narcoterroristas. De hecho, ¿no fue esa constitución un apaño concebido para prohibir la extradición de los capos del tráfico de cocaína y premiar a los sicarios del régimen cubano controlados por el hermano mayor del actual presidente? La alusión a la Constitución, a la Corte y al Congreso, que pretende parecer una protesta contra las pretensiones de los terroristas es en realidad un reconocimiento leguleyo al orden que impusieron. No por tener "instituciones" con esos nombres se tiene una democracia legítima. Bueno, no para mí. Para los uribistas sí.

Éste es el tuit que resume toda la andanada de Duque. Es la respuesta indignada del intérprete de la angustia popular que dice: "Ya no les vamos a dar más". No que se les vaya a quitar lo que ya se les dio, eso no, eso es precisamente lo que significa "Nada hay que negociar ni nada que renegociar". Lo que cuenta es lo que cada persona razona, porque tras la "firmeza" del candidato está esa aceptación. ¿USTED cree que se debe aceptar lo acordado en La Habana pese al triunfo del NO en el plebiscito (es decir, que se debe obedecer al Congreso y a la Corte Constitucional que aprobaron ese "conejo")? Yo no. Los uribistas sí. Ya basta de engaños y estupideces, los enemigos del acuerdo que quieren seguir agradando a los engañados llamándose uribistas o atacando a Duque y no a Uribe incurren en el engaño y a la vez oscurecen el ambiente. No fue Duque quien traicionó a los votantes sino Uribe. No fue Duque quien evitó hablar de la paz en cinco elecciones. Fue su partido. Uribista es el seguidor de Uribe, el uribista que no está con la paz es un engañado o un falso uribista.

¡Tan bonito! El pueblo unido para defender los derechos y libertades ante la exigencia de las FARC de romper el orden democrático. Un momento: ¿cuál es el orden democrático? ¡El que intentan romper las FARC! ¿Es que la indigencia moral de los colombianos es tan monstruosa que aun así no pueden ver que ES EL QUE SIGUE AL ACUERDO? El orden democrático se rompió cuando se empezó a negociar con los criminales en un fraude y en clara violación de la ley. Para los uribistas no, porque sólo buscan acomodarse a ese orden, tan democrático como el Polo Democrático o la antigua República Democrática Alemana.
De nuevo el "orden democrático", que tiene que tener en Santos su defensor. ¿No? Insisto, el público puede ser un montón de canallas, pero ¿hasta qué punto? Si Santos va a defender el orden democrático no será renunciando a su paz. Eso no se lo va a pedir un partido pacifista. Los tuiteros pagados y los fanáticos podrán decir lo que quieran pero la adhesión al acuerdo de La Habana es clara e innegable. (Digo que son pagados no sólo por los rumores, sino por la frivolidad con que dicen cualquier cosa, al que se pone a tuitear por defender sus opiniones le resultaría importante si el acuerdo de La Habana es válido o no, los tuiteros uribistas obran como los viejos vendedores puerta a puerta, "el cliente siempre tiene la razón", al que no le gusta el acuerdo de La Habana se le dice que en realidad no es válido y por eso Duque defiende el Estado de derecho, al que se resigna a aceptarlo se le dice que Duque sólo intenta impedir los excesos. A lo mejor no son pagados sino ilusos que sueñan con nombramientos del nuevo gobierno.)

Pero esa disposición a engañar de los uribistas se hizo más evidente cuando hubo reacciones al tuit en que Duque dice que no hay nada que renegociar;
El sentido es claro, el nieto de Laureano Gómez percibe la tácita aceptación de lo acordado y marca su territorio de oposición a dichos acuerdos y de disposición a defender el resultado del plebiscito. Pero la única esperanza electoral del uribismo es mantener el engaño, hacer creer a la gente que votó no en el plebiscito y no acepta el acuerdo de La Habana que ellos son sus representantes, de modo que no faltaron las reacciones (en las respuestas al tuit de Gómez se pueden ver las contradicciones de los uribistas: unos dicen que el acuerdo ya no se puede echar atrás, otros que echarlo atrás es lo que quiere Duque, la mentira habitual en Colombia, donde ser honrado es deshonroso).

Así responde el senador Ernesto Macías Tovar:
Ahora le toca al lector evaluar, ¿qué es lo que tergiversa Gómez? El recurso de Macías es mencionar a la bancada conservadora, que siempre apoyó a Santos. Falaz: no hay opciones para que un candidato se presente sin el aval de un partido existente, al contrario, se impide crearlos, como le pasó a la lista del general Mendieta. De la conducta de los congresistas godos que apoyaron a Santos, y antes a Uribe, se infiere que lo planteado por Gómez es "tergiversar". Parece mentira tanta mala fe. Pero es el estilo colombiano.

Más elocuente, Rafael Guarín tuitea:

Macías con el estilo declarativo (¿alguien sabe qué es lo que se tergiversa?) y Guarín con la alusión a la "extrema derecha" (que es la idea de que los votos de la gente signifiquen algo) nos dejan ver al CD como otro grupo de lumpen político. Son las mañas de los progresistas de Petro y de los ecologistas (que ya no son los de Íngrid Betancur sino los de Claudia López). Pero conviene detenerse en el tuit. Si uno no "capta" lo obvio, que el acuerdo es la ley, ya es de extrema derecha y no tiene comprensión de lecturas (sic). Aplíqueselo el lector. ¿Le sorprende leer que el acuerdo de La Habana es la ley? Lo señala en otra parte el propio Guarín, pero ¿apoya el lector ese acuerdo? Tal vez haga bien, lo que no es honrado es creer que se está en contra de dicho acuerdo y a favor de una gente que lo considera "la ley".

La "reclusión para responsables de atrocidades" es otra falacia. ¿Qué atrocidad cometió Goebbels? ¿Quiere decirse que Alfredo Molano, Abad Faciolince, Javier Giraldo o Enrique Santos Calderón son inocentes de las atrocidades? Pero, ¿es el problema el del castigo de los excesos de la "guerra" (del "conflicto")? Lo que tiene Colombia en frente es la tiranía del narcoterrorismo y el sometimiento al narcorrégimen de La Habana, eso es lo que significa el acuerdo final que el CD apoya a pesar de que el pueblo lo rechazó. Costará revocarlo, pero no hay otra opción que ésa, o acomodarse, que es lo que hace el uribismo.

En un artículo publicado para defender la actitud de Uribe de aceptación del acuerdo de La Habana (comentado aquí), Guarín señala:
La paradoja es que mientras las FARC consiguieron del gobierno de Santos cambiar el orden jurídico y entrar a jugar dentro de él, sean ahora los extremistas de derecha los que pretendan levantar la bandera de la subversión.
El orden jurídico, el ordenamiento jurídico, el orden constitucional, el orden democrático, da lo mismo como lo llamen, es lo que emana del acuerdo de La Habana a pesar del voto del NO.

Hay personas que de algún modo no comparten el designio de Duque y compañía, es decir, de Uribe, de "modificar" los acuerdos (ahora más bien, según los tuits de Duque, de frenar su expansión). ¿Qué hacen en ese partido? La esposa del césar no sólo debe ser honesta, también debe parecerlo. Si esperan obtener curules gracias a la popularidad de Uribe para después obrar en contra de los acuerdos están engañando a los votantes, y en realidad atándose a un partido cuya traición es más que evidente (como le pasa al excandidato Nieto, que no rechazó el método de elección y ahora quedaría en ridículo abandonando el partido). Al menos que sepan que no merecen nuestro voto porque se entenderá como el voto por un partido del Acuerdo de La Habana.

(Publicado en el blog País Bizarro el 9 de enero de 2018.)