martes, abril 03, 2012

Bye, bye, Bambi




Dentro de diez días se celebran elecciones en España y ya no será candidato José Luis Rodríguez Zapatero. Parece un buen momento para evaluar su gobierno y lo que significó en la historia de España.


Antes de continuar, para no cargarme de trabajo superfluo, invito al lector a echar un vistazo a cuatro artículos que he publicado antes sobre el tema del socialismo español con Zapatero y a los que, a pesar de ser de hace mucho tiempo, no encuentro nada que corregir: "El trabajo de zapa", "Las dos Españas", "El lío español" y "Pero España, ¿sí se mirará al espejo?".


Zapatero era un político sin relieve que ascendió después de que los apparatchik sacaran al candidato Josep Borrell elegido por la mayoría de militantes, y pusieran al político derrotado, Joaquín Almunia, después de la derrota electoral de Felipe González en 1996. El escaso atractivo electoral de Almunia determinó una crisis de liderazgo, en la que de nuevo los citados apparatchik impusieron a Zapatero para frenar a otro político que no les convenía: José Bono.


Señalo todo esto para explicar que Zapatero era un completo desconocido cuando resultó elegido secretario general del PSOE: un oscuro diputado de una región secundaria demográfica y económicamente. Como secretario general, se hizo famoso por sus gestos antiamericanos, que siguió practicando después de ganar las elecciones contra el pronóstico de las encuestas gracias a que los terroristas de Al-Qaeda decidieron castigar al gobierno que había apoyado a Bush en la intervención en Irak.

Un detalle curioso de Zapatero es su fama de líder agradable y simpático, por lo que era conocido entre los suyos como "Bambi", sobre todo debido a su "mantra" del "talante", una supuesta disposición benévola y amable que pronto mostró ser otra cosa.


El gobierno de Zapatero, último superviviente de la socialdemocracia en Europa, es un buen ejemplo de la sinsalida en que se encuentra esa corriente, salvo por la simpatía que encuentra en las áreas más desgraciadas del tercer mundo, como la región andina. No buscó administrar bien el Estado sino ganar lealtades a punta de tensiones en el interior de la sociedad, aliándose con los sectores más hostiles a la unidad de España, algunos incluso aliados de la banda terrorista ETA (caso de Esquerra Republicana de Catalunya, partido que lo apoyó en su primer gobierno).


Esa confluencia del partido socialista con los separatistas catalanes y vascos fue lo que determinó la guerra civil. La política de Zapatero se puede resumir en el intento de resucitar la división entre españoles para intentar ahora sí ganar la guerra civil de hace 75 años. A tal punto llega dicha obsesión que las elecciones fueron convocadas para el 20 de noviembre, fecha en que los nostálgicos del franquismo conmemoran la muerte del dictador, en 1975. Eso con el fin de manipular a las nuevas generaciones, engañadas por la educación, como en todas partes donde el totalitarismo impera, a las que se les transmite a toda hora la falacia de que el PP es la continuación del franquismo (no hay que plantearse siquiera que haya muchos colombianos que encuentren la diferencia: Colombia es un muladar, decirle a algún universitario que el PP no es franquista es como que Bush no era un criminal y el Che Guevara sí, la mente criminal no entiende sutilezas).


La lista de añagazas de ese gobierno con ese fin es interminable. La "ley de violencia de género" determina que el hombre es potencialmente una amenaza para la mujer y fuerza a los jueces a entregar las propiedades comunes a las esposas en casos de separación, lo que está en la base del aumento de asesinatos de mujeres por sus ex maridos, convertidos en parias y despojados por la ley cada vez que a la esposa le da por separarse. Lo mismo con el matrimonio homosexual y la adopción de niños por parejas de esa orientación. Lo mismo con la llamada "ley de memoria histórica", con la que se inventaban agravios que sólo servían para resucitar los odios...


Semejante determinación sólo tiene un nombre: totalitarismo, pero una vez que señalé en Twitter que el PSOE de Zapatero tenía esa intención el venezolano Diego Arria me respondió que ahí se veía que no sólo había talibanes en el chavismo. Así es la superficialidad y vulgaridad de los juicios de la región.

El zapaterismo implicó también una notoria expansión del Estado en favor de clientelas (artistas y periodistas) que se aseguraban rentas fabulosas gracias a su colaboración en la guerra perpetua con el franquismo y Aznar (tratando de mantener vivo el recuerdo de la guerra de Irak, que tanta popularidad le dio: era corriente en los peores años del terrorismo oír a los locutores de la radio pública informar llenos de entusiasmo que una bomba había matado a cientos de iraquíes, cosa que debía alegrar al oyente por ser una contrariedad para Bush).


El ciudadano español ha estado durante este tiempo continuamente expuesto a la propaganda gubernamental: anuncios con cualquier pretexto que terminaban con la coletilla "Gobierno de España", y que servían para asegurar la lealtad de los periodistas. El zapaterismo ha sido un gobierno de la propaganda casi como lo es el gobierno de Santos en Colombia.


El totalitarismo de la supuesta renovación social que traía el zapaterismo es una ocurrencia muy incómoda para los colombianos. Resulta que una proporción del 40 % de los votos da para formar una mayoría absoluta parlamentaria, pese a que sólo corresponde a un 28 % de los ciudadanos (considerando una participación media del 70 %). ¿Qué derecho tiene esa proporción de ciudadanos, que además no siempre saben qué va a hacer el gobierno, para forzar a los demás a cambiar su noción de lo que es "matrimonio" y a considerarlos parias por no compartir los valores del gobierno? Eso es incomprensible para un colombiano porque el origen de la sociedad colombiana es la evangelización y cualquier asesino de los que forman las universidades se siente autorizado a imponer a los demás sus delirios.

La responsabilidad del zapaterismo en la crisis que afecta a España más que a la mayoría de los países de Europa (hasta 2008, su crecimiento era muy superior al promedio europeo) es altísima. En ese mismo año 2008 Zapatero negó la crisis, y aun aumentó el ya disparado gasto público prometiendo un descuento en el impuesto sobre la renta si ganaba las elecciones. Su frivolidad continuó, seguro como estaba de que los medios lo reforzarían atribuyendo los problemas a los especuladores y soliviantando así el siempre latente anticapitalismo de ciertos sectores significativos. Hasta que el año pasado se vio expuesto a presiones de Merkel, Sarkozy y Obama, que lo obligaron a bajar de un decretazo un 5 % el sueldo de los empleados estatales (que en España no tienen ni en sueños los privilegios que tienen sus homónimos colombianos).


España hoy es un país hundido, con un desempleo de cinco millones de personas, una deuda impagable, un crecimiento negativo durante varios años y una depresión anunciada para los próximos meses. La única buena noticia es que el partido de los tinterillos dejará de gobernar por un buen tiempo y es previsible que la misma desesperación lleve al nuevo gobierno a optar por políticas sensatas de reducción del gasto y de las distorsiones a la contratación laboral, así como de aliento a la inversión.


Con la despedida de Zapatero y Papandreau (por no hablar de Ben Alí y Mubarak, también miembros de la Internacional Socialista), el socialismo retrocede significativamente. Una esperanza, porque así Castro y Chávez, y sus poderosísimos socios colombianos, tendrán un aliado menos.


Al interesado en profundizar acerca de Zapatero lo invito a atender esta entrevista a Santiago González, autor del libro Lágrimas socialdemócratas, reseñado por Fernando Savater.



(Publicado en el blog
Atrabilioso el 10 de noviembre de 2011.)